La niña de mis ojos no está sola,
que está jugando allí junto a su abuela,
le faltan unos dientes, no la muela,
sonríe mientras hace una cabriola,
rasguños con la suela.
La niña de la que hablo ya es coqueta
así que peque un tanto de inocente,
sin nada que ocultar, mira de frente,
no tiene la maldad en la bragueta,
legañas en la mente.
Que lleva la bondad como estandarte
pintada en la pupila de sus ojos,
no entiende ni de anclajes ni cerrojos,
me encanta la humildad con que reparte
su risa y sus sonrojos.
Se mueve con soltura como un galgo,
ataca y contraataca con preguntas,
a todo lo que digo saca puntas,
me pone en un aprieto en que no salgo
cual carro sin las yuntas.
Rojo, salvaje, rojo.
Labios que hierven. Sangre de la Luna.
Macerado deseo. Fragante y rojo.
Guardaba yo tus días amarillos
de arenas amarillas
aquel verano infinito y fugaz,
y diez huellas blancas de antigua sal
sobre tu cuerpo celeste.
Y lágrimas de estatua.
Boca cítrica, vértigo naranja.
Sed de amor de agua.
De pronto, un desierto íntimo.
Y todo el mar posible,
en mi pecho oscuro, verde, nocturno.
Tormentas grises, pájaros que huyen
Debajo de los párpados.
Azul de muerte y olvido transparente.
Roja herida, roja,
frágil y roja.
BACANAL
Selene voraz, cíclica.
Bruja azul y nocturna,
dormida entre los pliegues
salobres del deseo.
Luna redonda, lúbrica.
Mujer-pez, espuma húmeda,
anegada de mar,
De par en par abierta,
germinan sus orillas.
LA LITURGIA DE AMARNOS
En la orilla del deseo nos mojamos
Los pies a medianoche.
Tú, yo, ávidos de mar,
Invocamos a brujas y veranos
Sobre la arena nocturna y caliente,
Aún con restos de sol.
Teníamos fe en extraños presagios.
Y detrás de la luna del solsticio,
Celebramos la liturgia de amarnos.
Soñamos muchas cosas.
Soñamos el amor
Y el amor también nos soñó a nosotros.
Y fue entonces que nos acostumbramos
embebidos de la extraña melaza
que recubre y oculta el vicio absoluto,
a tocar el dintel del paraíso.
Octubre
Cuando el Otoño extiende
su alfombra de hojas secas por el suelo,
el hogar
vuelve a hacerse apetecible.
Regresan del exilio los abrigos,
la manta del sofá, las tardes largas
y el calor, que asfixiaba, se desea.
El cuerpo busca el roce de otra piel,
el cálido cobijo de un abrazo
y el amor se hace cómplice del frío.
La belleza
Hay un fuego en mitad de la campiña,
que lucha con la lluvia
por mantenerse vivo.
El rojo de sus formas se recorta,
salvaje y disidente, sobre el paisaje gris.
Aunque el invierno empuja, nunca cede,
pues, a pesar del ímpetu del agua,
un puñado de locos lo alimentan.
TIEMPO MUERTO
No está en los ojos del monstruo
ni en las escaleras oscuras
ni en el vértigo prendido del vuelo
imprevisible de una avispa.
No es la casa vacía, y tan llena
de subterráneas voces.
Ni tampoco la víbora que espera,
bajo las sábanas,
para arrojarme al hielo.
Nada se parece a este miedo, dolor en punta, que agusana
mi vientre sin tus manos.
PECES
Y no quiero contigo sordidez.
Ni espinoso vacío
que me sangre en los labios.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.