ADMIRO A LOS QUE SABEN (Mi poema)
Fernando Mª Guerrero (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Admiro a los que saben más que yo,
que hay miles, dije miles, que hay millones,
me suelo enriquecer con sus lecciones,
mas nunca a los que dicen dios premió,
que dando van sermones.

Disfruto al contemplar los que predican
al tiempo que ellos van dejando ejemplo,
y no a los que me invitan a su templo
o nunca a dar ejemplo ellos se aplican,
con ellos me destemplo.

Me encantan las palomas cuando vuelan
volviendo al palomar donde está el nido,
testigos de la paz de un mundo unido,
mas nunca a los que gritas y desvelan
pegándome un berrido.

Me asombran los que dicen que se alteran
y vuelven la cabeza y se sonríen,
tan falsos que aquí pido no se fíen,
pues malos son que a mi me desesperan
y hasta hace que me hastíen.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: 

Fernando Mª Guerrero

MI PATRIA

I Filipinas es un nido
formado de hermosas flores;
es un idilio de amores
sobre un mar embravecido;
es el delirio querido
que mi cerebro obsesiona;
es la impávida matrona
que, heredera de titanes,
tiene por solio volcanes
y centellas por corona.

II Filipinas es la maga
cuyos oráculos santos
calman los lloros y espantos
del corazón que naufraga;
es vino cordial que embriaga
con su ardor la fantasía;
es hechizo que extasía,
y es, en fin, eterna palma
que un henchido de calma
con sus lágrimas rocía.

III Mi tierra es noble y hermosa,
porque es su asiento el Oriente;
tiene estrellas en su frente
y en sus labios miel de rosa.
Cuando sonríe amorosa
la aurora le da sus rayos;
mas si padece desmayos
porque la hieren abrojos
brotan tristes de sus ojos
los crepúsculos malayos.

IV Frente a lujosa floresta
donde un río se destaca,
recostada en una hamaca
duerme el sopor de la siesta.
Las auras forman su orquesta,
un palio azul la sombrea,
y cuando la noche ondea
su obscuro y tupido manto,
hirviente arrullo de llanto
por sus mejillas serpea.

V Mi tierra es hada divina
que a mil caprichos se entrega:
suspira, retoza y juega
bajo la onda cristalina:
rompe el tul de la neblina
que arropa selvas de cañas,
y al trepar a las montañas
rojas al sol de la tarde,
bendice la lumbre que arde
en las pajizas cabañas.

VI Mi tierra noble y bendita
no cría en sus bosques fieras,
sino palomas ligeras
y flores de sampaguita.
Quien sus rincones visita
halla sombra hospitalaria:
¡aquí se abraza hasta al paria,
porque mi encantado suelo
es un pedazo de cielo
puesto en la mar solitaria!

VII Aquí son las alboradas
una ignición de rubíes;
aquí son nuestras huríes
tan tiernas y apasionadas
que funden con sus miradas
hasta las almas de hielo,
que dan, en un beso, el cielo
y que, con la fe de un niño,
fían a nuestro cariño
su corazón, sin recelo.

VIII ¡Oh, tierra de mis amores,
santa madre de mi vida,
que vertiste, en mi alma herida
el aroma de tus flores!
Llora, si tienes dolores,
si sueñas ser grande, espera;
pero te juro que fuera
para mí suerte afrentosa
ver nacidas en mi fosa
hierbas de savia extranjera.

A FILIPINAS

Virgen de la Malasia, ramo de flores
que argentan con su espuma los roncos mares:
tuyos son mis suspiros y mis amores,
tuyo el ritmo tembloso de mis cantares.
Ya está tu sien radiante libre de abrojos;
ya, como ayer, no arrastras veste de ilota,
y ya el alba soñada brilla en tus ojos,
y tu clámide limpia de manchas flota.

Tú eres hoy la sirena del mar malayo,
el hada rozagante que endechas quiere
y vive de los astros al níveo rayo,
cantando su amor puro que nunca muere.
¡Escúchame! En las rimas del bardo errante
flamea el sacro fuego del sol de Oriente;
deja que al son del arpa tu nombre cante,
porque beses siquiera su mustia frente.

Sobre un lecho, adormida, de piedras finas,
te arrullan de los bosques las auras suaves;
velan tus sueños de oro castas ondinas,
te murmuran mil trovas parleras aves.

Palpita en tus entrañas, arde en tu suelo
la áurea y candente lava de los volcanes;
sierpes de escamas ígneas hienden tu cielo
cuando ruedan crujiendo los huracanes.

Ondulando en el éter, sobre los campos,
despliega la neblina su blanco tul,
y la apolínea antorcha, con vivos lampos,
arrebola del cielo la veste azul.

En la cúspide esbelta de las montañas,
donde el águila altiva trenza su nido,
mecidas por la brisa sueñan las cañas
con la inflexión de un hondo flébil quejido.

A impulsos de la savia de su energía,
agitan las palmeras sus verdes plumas;
mientras allá, en la selva fresca y sombría,
van flotando calladas las densas brumas.

Como alígeras flores de oro y zafiro
llevadas por el hálito de auras sutiles,
los insectos se esparcen con manso giro
a libar la ambrosía de los pensiles.

Desde la agreste cumbre, suelta, hervorosa,
su penacho de linfas la catarata:
en él dibuja el iris su franja hermosa,
que el lago en sus cristales después retrata.

Por tu atmósfera vírgen, urna de aromas,
donde sus róseos labios la aurora imprime,
vuelan y se acarician blancas palomas,
suspirando de amores himno sublime.

Y cuando por las tardes el sol desmaya
sobre olas de esmeralda su frente roja,
niñas de tez morena van a la playa
a recoger las conchas que el mar arroja.

Son dulces y mimosas como las hadas,
rutilan en su rostro ojos traviesos,
y hay caricias eternas en sus miradas,
y hay un fuego divino que arde en sus besos.

Asidas de la mano, suelto el cabello,
cruzan nuestras praderas siempre inmarchitas,
ostentando en su grácil, flexible cuello,
perfumados collares de sampaguitas.

Y en la paz de los bosques, en donde vuela
el céfiro de mayo vertiendo olores,
con los ritmos dolientes de una vihuela
mezclan la voz sin mancha de sus amores.
….
¡Patria! ¡Patria bendita, ramo de flores,
que besan con sus ondas los roncos mares!
Ya que fuiste la cuna de mis amores,
¡Oh! sé también la tumba de mis pesares.
Noviembre 1898.

BAJO LAS CAÑAS

Solemne y honda la mudez del campo;
cálido el aire, el término azuloso…
Todo vibra de gloria bajo el lampo
de un sol que es siempre, cual Apolo, hermoso.

En el bochorno de la tarde estiva,
sueña la flor y duerme hasta la idea.
Sólo aparece como mancha viva,
allá en lo alto, la llama que caldea.

Silencio y paz… El único sonido
que el ambiente volcánico desgarra,
lo da, bajo el ramaje florecido,
con su música agreste, la cigarra.

El espacio es cristal; fulge y ondula
cual la cuerda de un arpa estremecida,
y mientras más el término se azula,
más bellos son los sueños de la vida.

¡Soñar! ¡Vivir…! Soñar bajo las cañas
y vivir a su sombra eternamente,
sin sentir esas penas tan extrañas
que ensombrecen el alma lentamente.

Soñar que el corazón es siempre joven
y que esa juventud es una gloria,
sin cuitas que en el vértigo nos roben
lo más caro escondido en la memoria.

Soñar así es soñar de color rosa;
vivir así es vivir en pleno idilio;
es tener en el alma, en vez de prosa,
una égloga admirable de Virgilio…

¡Oh, dulces soledades campesinas!
¡Oh, refugio de amor de los cañales…!
Tan sólo allí las almas filipinas
consiguen olvidar todos sus males.

Allí se escucha la palabra santa,
la dulce voz de la querida tierra,
esa que llora, y regenera, y canta,
y en sí las notas de lo grande encierra.

Allí todas las almas se expansionan
y se abren al amor los corazones,
y hasta las frentes tristes se coronan
con flores, muy abiertas, de ilusiones.

Allí, por un milagro, se ensimisma
el alma de la patria con la nuestra,
y allí la vemos, bajo el propio prisma,
dentro del corazón como maestra…

¡Soñar! ¡Vivir! ¡Soñar allí a la sombra,
con la vista clavada en el celaje,
que cuanto se contempla y aun se nombra
es filipino todo en el paisaje…!

Eso es soñar triunfando de la pena
y mover con la fe hasta las montañas.
¡Oh, dejadme soñar en mi hada buena
a la sombra piadosa de las cañas…!

FANTASIA CARNAVALESCA

Y cruzaban, y cruzaban sobre el lomo verdinegro
del antiguo Pasig23, todas
las espléndidas y gráciles, las espléndidas pagodas
como notas fugitivas y triunfantes de un alegro,
fusionando con las odas, con los ecos de las odas
que exhalaban de sus labios,
parecidos a sublimes instrumentos
de invisibles gnomos sabios,
los espíritus acuáticos y las diosas de los vientos.
Y cruzaban las pagodas,
y cruzaban las pagodas cual visión de mil colores,
como regias invitadas a las bodas
de la luz de las estrellas y el aroma de las flores.
Y eran flores, flores bellas,
las que mórbidas, y esbeltas, y rientes,
arrastraban al claror de las estrellas
y al sollozo de las aguas somnolentes,
sus disfraces de princesas,
de princesas refulgentes
y de históricas marquesas,
con magníficas diademas y con túnicas crujientes.

Nota 23: Río caudaloso que nace en la Laguna de Bay y cruza la capital del Archipiélago, donde vierte al mar.
…..
Ya arribaron todas, todas,
con sus pórticos y flámulas y sus globos de escarlata:
ya arribaron las pagodas…
Las pagodas han tocado la marmórea escalinata
del palacio del Gran Hombre
de mortífera sonrisa, y cuyo nombre
lo repiten la corriente de las aguas y los vientos en sus odas
y en los flébiles arpegios de su eterna serenata.
Ya están quietas las pagodas, ya están quietas
cual quelónidos fosfóricos
que han plegado sus aletas,
escindidas en las ramas de los bosques madrepóricos.
Ya las flores van brotando, flores bellas,
flores mórbidas, rientes,
que recogen, al claror de las estrellas
y al murmullo de las ondas balbucientes,
los cendales de sus pétalos divinos,
y las nieblas de sus túnicas crujientes
empapadas en la gama de color de los ardientes
paisajes filipinos.
Los voltáicos van vertiendo con sus ánforas de plata
raudales diamantinos,
y en la lámina del agua y en la breve escalinata,
la luz blanca va escribiendo mil ensueños peregrinos,
mil curiosas historietas
de mundanas e inocentes, de galanes y poetas,
y de flores, y de flores
que vibraron entre ráfagas inquietas
de los cierzos destructores,
y murieron en un vértigo de amores,
reposando todas, todas,
al igual de las gloriosas, las espléndidas pagodas,
que se aduermen, que están quietas
como saurios gigantescos, cual quelónidos fosfóricos
que han plegado sus aletas
desgarradas en las puntas de los bancos madrepóricos.
……
Está lleno el gran palacio. En los fúlgidos salones
los disfraces van bailando
y ondulando,
al compás de locos valses y corteses rigodones.
Está lleno el gran palacio. Los voltaicos sinfonizan
un poema de alas blancas y eucarísticos jazmines,
mientras mugen los trombones,
mientras miman los violines
con sus mimos que electrizan,
y rotundos bordonean los pastosos violoncelos
unas músicas de ensueño que la mente narcotizan
como un opio de los cielos,
y derraman los oboes
la armonía voluptuosa del amor y del idilio
que recuerda bellas páginas del gran Longo y de Virgilio,
¡bellas páginas soñadas en la Hélade y el Lacio,
tierra azul de las ideas!
con sus Dafnis y sus Cloes,
con sus Títiros agrestes y sus lindas Galateas…
¡Está lleno el gran palacio!
Y se agitan los disfraces en tumulto pintoresco,
y fascinan con sus ropas,
con sus ropas policrómicas, con su rostro pierrotesco,
y entre rápidas volutas del furioso torbellino,
burbujea efervescente, hasta el borde de las copas
delicadas y sonoras, la alegría del buen vino.
Las parejas se entrelazan,
las parejas sudorosas se entrelazan en la fiesta,
como ramas de mil árboles que se funden y se abrazan;
y a los sones de la orquesta,
que acaricia con sus flautas, sus oboes y violines,
los sedeños zapatitos y los nítidos botines
van trazando nuevas vueltas y espirales,
nuevas curvas ideales
a la luz de los voltaicos semejantes a jazmines,
a jazmines de florestas siderales,
de corolas luminosas, de pistilos colosales,
mientras sobre el lomo ingente del gran Pasig verdinegro,
las pagodas todas, todas,
las hieráticas pagodas,
se fastidian y bostezan, envidiosas del alegro,
las fantásticas pagodas.
…….
Ya amanece. Ya el sol bello pontifica en el espacio,
en su altar de azul y grana y con su hostia de topacio.
¡Ya está mudo el gran palacio!
Diciembre, 1903.

DOLORA DE PASCUA

¡Alma de Diciembre, perfume de Pascua,
que impregnas la arcilla de mi corazón,
y en lo frío pones de mi vida un ascua
de alegría ingenua y otra de ilusión…!

Sonajas y parches alzarán en coro
frente a los belenes pastoril canción,
y sobre el establo, una estrella de oro
marcará la senda de la adoración.

Son trozos de espejo los azules lagos,
algodón las nubes, lo demás cartón;
cruzarán un puente los tres Reyes Magos
y ordenará Herodes la degollación…

¡Ah! sí, muy dichosos los que todavía
no han roto los velos de la encantación,
y sueñan de noche, y también de día,
en que son las nubes copos de algodón.

¡Dichosas las manos de los pequeñuelos
que aun aroma el óleo de la tradición,
y dejan zapatos como barquichuelos
en espera de algo, sobre algún balcón…!

Si ellas no tocaran jamás una herida
ni tocaran nunca la humana ficción,
fueran inocentes por toda la vida
y en Belén durmiera toda su ilusión.

Pero se harán grandes, palparán desdenes,
tomarán un cetro: el de la Razón,
y ya no habrá el goce de erigir belenes
ni soñar en Reyes Magos de cartón…
………
¡Alma de Diciembre, beso de la Pascua
que aromas la arcilla de mi corazón!
¿Por qué en nuestras vidas no pones un ascua
de candor eterno y eterna ilusión?

MAS QUE TODO, MI CRUZ…

Hay un amor oculto en cada cosa
y en cada cosa una sutil tristeza,
lo mismo en una rosa
–vaso que Abril llenó de su belleza–
que en la fina y voluble mariposa
de lírica hermosura,
que, al posarse temblando en tu cabeza,
surmonta su locura a tu locura.

Cuando despunta un sueño
y florece en la vida una quimera,
el fondo de las cosas es risueño
porque es azul como una primavera.
Pero si un sueño muere
y la quimera amable nos olvida,
cada cosa es un dardo que nos hiere,
y lloran no sé qué miserere
las cosas de la vida.

Todavía eres joven,
pero yo voy haciéndome ya viejo,
y antes que tu primor los años roben
y te diga el espejo
la verdad de un encanto destruído,
permite que te envíe este consejo
del corazón, un poco entristecido:

Busca el amor oculto en cada cosa,
quédate con el alma de la rosa,
con su aroma y color;
y de las alas de la mariposa
toma el vuelo sutil, la gracia leve,
y hallarás en la vida, que es tan breve,
una divina suavidad de amor.
Busca en la quieta fuente
la armonía del agua que hace santa
la enorme soledad;
busca en la ondulación de la corriente,
que a veces llora y otras veces canta,
el hondo arcano de la libertad.
No interrogues al astro
perdido en el zafir,
por tu senda o tu rastro,
o lo que ha de venir.
Pregunta por su luz, tan dulce y pura,
pregunta por su inmensa trayectoria,
y si es verdad que en la celeste altura
existe o no la gloria.
Busca, en fin, un amor en cada cosa
y cada amor te ofrecerá su rosa.

Yo, mientras tanto, buscaré en las cosas
una lágrima oculta, una tristeza.
Es justo. En mis jardines ya no hay rosas
sino espinas: ¡las lleva mi cabeza!
He cambiado las llaves del cariño
por las llaves del cofre del dolor,
y voy, o como un viejo o como un niño,
muerto para las glorias del amor.
Quede en tus manos, pues, la mariposa,
quede en tus manos la divina rosa,
el agua mansa y la celeste luz,
y déjame en limosna la tristeza,
las espinas que ciñen mi cabeza,
y, más que todo, mi sangrienta cruz.

LA BANDERA

Corre el torrente alborotado y ciego,
y el Derecho parece una quimera;
pero aun hay fe, y allí donde yo llego
ha de llegar conmigo mi bandera.

Es bandera muy santa. Me la dieron
hombres ya muertos de mi propia raza.
Ellos la amaron mucho y defendieron
cuando tronó el insulto o la amenaza.

Y hoy la defiendo yo. No sea el torrente
la fuerza superior que la derribe.
Esa bandera es algo omnipotente
que flota y obsesiona, y siempre vive.

¡Vivirá…! Si algún día de mis manos
un golpe del azar la desprendiera,
en pos de mí vendrían mis hermanos
a tremolar de nuevo esa bandera.

Fija en la brecha está. Ese es su puesto;
allí la encontrarán otras edades;
allí irán a besar su hierro enhiesto
rayos de gloria o fieras tempestades.

Allí la mirarán, siempre clavada,
flameando al sol, las esperanzas mías;
vieja quizás, pero jamás hollada,
jamás vendida por el bravo Elías…24

Nota 24: Interesante personaje de Noli me tangere.

Y Elías es mi hermano. Su firmeza
arde en todas las almas filipinas,
ya la ciñan de flores o de espinas,
y satura de fe nuestra cabeza,

¿Y qué brazo mejor que el brazo hermano
para sostén de la bandera santa?
Ese la salvaría del pantano,
como la salva ahora y la levanta.

¡Alcémosla…! ¡Que llegue hasta los cielos,
que ondee y que restalle muy arriba,
que cubra con su gloria nuestros duelos
y que mantenga la esperanza viva!

Y aunque ciego el raudal se precipite
y parezca el Derecho una quimera,
nadie, mientras la fe no se marchite,
podrá decir que ha muerto esa bandera…
Junio, 1905.

MARCHA FUNEBRE DE CHOPIN

Pausas, grandes pausas, notas largas,
estertores musicales, lloriqueos de almas rotas,
fusión de cosas amargas,
y entre el lloro de las notas
lamentables y solemnes, melancólicas y graves,
un olor a flores mustias,
un vuelo de negras aves
cantando en el aire gélido la canción de las angustias.
Pausas, grandes pausas. (Va el cortejo,
con sus sombríos crespones,
por la calle silenciosa, de los cirios al reflejo,
farfullando rezos tristes. Los relinchantes bridones
estremecen sus gualdrapas
y sacuden sus airones
negros como las coronas, las estolas y las capas…)
Pausas, grandes pausas. Amarguras,
humedades en los ojos, en el pecho una honda herida…
¡Oh, flor de las sepulturas!
¡oh, tristeza de la vida!
…….
De repente un gran quejido, de repente un gran lamento.
una armonía inefable,
un suspiro sofocado bajo las alas del viento…
¡algo que queda imborrable…!
(El muerto va en la carroza,
anegada hasta los bordes de muchas rosas muy pálidas…
Detrás, la pobre familia que padece y que solloza,
¡caras de pena que cubren temblonas manos escuálidas!
El quejido pasa y muere
en languidez dolorosa,
y a lo lejos va llorando sus llantos el Miserere,
¡triste canción de la fosa!
…Y luego una melodía,
una música de ensueño y de aflicción resignada,
como el hielo, blanca y fría,
como el beso, delicada…
(El cuerpo es el del amado… ¡Adiós! Blanquea un pañuelo
sobre el negror de unos ojos
que suben desde el cadáver hasta la gloria del cielo
lleno de matices rojos…)
Crepúsculo. Entra el cortejo en la ciudad de los muertos.
Pausas, grandes pausas, notas largas,
armonías lamentosas, soledad de los desiertos,
¡inmensas cosas amargas…!

¡Oh, Chopín! ¡Oh, gran maestro!
(Ya están cayendo las hojas, ya está cayendo la escarcha).
Haz que suenen en el aire melancólico y siniestro,
cerca a mí, las armonías funerales de tu Marcha…
Octubre, 1905.

ANTIFONARIO- ORACIÓN DE TODA HORA

Santa Reina del amor:
tú sabes que noche y día
te rezo la letanía
y la salve del dolor.
Tú sabes que es el deleite
de mi alma sentimental
llenar de fragante aceite
tu lámpara de cristal,
y con mano temblorosa
mi luz votiva encender,
y enflorar con una rosa
tus leves pies de mujer.
Señora: por la belleza
de toda melancolía;
por la vesperal tristeza
de mi ruta; por la fría
cerrazón de mis mañanas;
por las rosas que en Abril
mueren solas y tempranas;
por toda brisa sutil
que besó flores amargas;
por toda negra visión
y por las horas ¡tan largas!
en que espera el corazón;
por los escollos adversos
donde se estrella mi esquife;
por mis lágrimas y versos
y por el mismo arrecife,
libértame del delito
de hablarte a veces en prosa;
libértame, y pues contrito
estoy de mi culpa odiosa,
guárdame en tu corazón
y en tu memoria también,
y dame tu bendición
por siempre jamás. Amén.

ORACIÓN MATINAL

Nuestra Señora de la mañana:
tú, que deslíes
sobre las nieblas tu suave grana;
tú, que te enjoyas de mil rubíes;
tú, soberana,
que te sonríes
como una dulce Fata Morgana,
pon en mi lengua sabor de mieles
y una sonrisa bajo mis labios.
No me des nunca laureles sabios…
Odio lo amargo: gloria, laureles.
Guíame al prado de tu optimismo,
donde el buen Emerson, todo sonrisa,
dijo su misa,
que era la misa de su pietismo…
¡Santa mañana, reina ideal,
vaso de lirios en eclosión,
arca de gemas y de cristal,
por tí suspira mi corazón!
Reina inmortal,
manda a mi pluma tu tentación,
toda la excelsa luz de tu edén;
libra mis sueños de todo mal,
y haz que a tu diestra me siente. Amén.

ORACIÓN DEL MEDIODÍA

Padre y señor. Tú, Mitra, el del ojo sanguíneo,
gran arquero celeste
que lo penetras todo con tu dardo lumíneo;
tú, el de la roja veste
con orlas y con flecos de eternas igniciones;
tú, Helios, y tú, Osiris,
por quien vive el imperio de las constelaciones
y se hace en las alturas el milagro del iris;
tú, bello emperador,
envíanos tus dones,
tus púrpuras de gloria y tu vital calor.
Derrite en tus brasas todos los corazones,
para que al fin, señor,
salgan del frío ártico de su inercia y desdén,
y en su nuevo ecuador
reciban el espíritu del arte nuevo. Amén.

ORACIÓN VESPERAL

Madona crepuscular
que de nostalgias te vistes,
cuando, tristes,
caen las rosas del otro lado del mar;
Madona, tú que, si pasas
sobre el camino del hombre,
dejas en toda frente prendidas las tenues gasas
de unas «saudades» sin nombre;
¡Madona! ¡Madona mía!
la de los ojos cargados de resplandores violeta,
fuente de melancolía
del poeta;
tiende tus pálidas manos
al que en tus velos de reina clara un dardo de ironía,
porque no entiende tu culto ni sabe de tus arcanos,
¡santa mía!
Dale a besar tus anillos
en que Véspero escintila,
tus collares, tus zarcillos,
tu boca roja y tranquila…
Y cuando tu seducción
divina y crepuscular
conquiste para tu rito algún nuevo corazón
que sepa quimerizar,
extiende sobre el neófito tus manos en bendición,
¡oh Madona!
y alrededor de su sien
pon las perlas de nostalgia que tiemblan en tu corona,
por toda tu vida. Amén.

ORACIÓN DE LA ALTA NOCHE

¡Noche…! Sulamita,
tan hermosa y tan negra cual mis propios pesares,
como aquella que muere de langor, y palpita
entre los nardos del Cantar de los cantares;
emperatriz augusta del silencio y la sombra,
noche meditabunda,
¡salve, mil veces salve! Por mi voz que te nombra,
por mi vida errabunda,
por mi senda cubierta de propósitos muertos
y de muertas venturas;
por la luz que no encuentran mis jardines desiertos,
por todas mis tristuras;
unge mi pecho en un claror de luna,
en un beso de brisas; dame el bien
de todos tus misterios, noche bruna,
y no me prives de tu luna. Amén.
1908.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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