POEMA DE LA DESPEDIDA [Mi poema] Emma Posada [Mi poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
No preguntes por qué nunca sonrío, Cuando observo a través de mi ventana No te engaño, deseo hacer regates, Acaso es mi oro exento de quilates, Aquí firmo el adiós, aunque dudando, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Emma Posada
Noche mendiga
En los telares eternos, las brujas tejen fantasmas para estas noches de invierno. La geometría gris de la tristeza descuelga un arco trágico sobre el lomo del tiempo.
Madre Miseria ríe, piruetea y danza en el circo de las desgracias; en las callejuelas mendigas, los perros hambrientos aúllan hasta hacer rodar sobre las sombras los aros fríos del silencio…
Luna medio apagada, lluvia fina y nerviosa. La ciudad mendiga duerme cubierta con sus harapos. Madre Miseria ronda… y un perro triste lame la luna enferma.
Gato negro
Alma de duende en cuerpo de sombra. Enjoyada la cabeza, el espinazo interrogante, el paso de seda.
Las campanas desbordan sus doce vinos. Luna en los tejados. Brisa en las ramas deshojantes. La pedrería de los ojos de gato se abrillanta. Espera…
La bruja de la escoba, andrajosa y hambrienta no ha de venir ahora; se durmió de cansancio en el campanario del pueblo.
La desesperación en el lomo del gato forma un arco y lanza la flecha de un maullido. Un signo lúgubre se alarga en el silencio.
Gato negro, embriagado de luna. Gato negro, bohemio de los tejados; eco del infierno, silueta de un pecado. Gato negro: seda, sombra y pedrería.
Rincón de barrio
Pocilgas: nidos de hambre, sed y frío. El pan negro y duro temblando en la mano mugrienta. El hambre a flor de ojos…
Harapos, hedor, blasfemias agrias, melenas ariscas sobre frentes marchitas.
Chiquillos que juegan con las penas, el cuerpo enfermo, la mirada huraña. Madres con el hierro lacerante del dolor en las carnes y la oración sin fe entre los labios. Hombres aguardentosos, brutales, el alma emponzoñada con sarna de perro.
Entra la noche en el barrio con luces tibias y la música lejana de un viejo organillo.
El dolor se ha hecho saeta en el espíritu. Hambre, sed y frío. Los ecos de ese abismo de miseria remedan el paso de las cabalgaduras jineteadas por el hambre, la peste y la muerte.
Caracol
Caracol. Cartucho donde el mar ha guardado sus cantos. Receptor de armonías. Pergamino a medio enrollar, en el que están escritos los arabescos de las olas. De trampolín en trampolín de espumas ha llegado a mis pies.
Mi corazón, caracol que se quedó dormido en las playas de mi cuerpo; hoy ha soltado sus enigmas; ha cantado como el mar.
El caracol que estaba a mis pies se fue en un tumulto de olas…
Corazón, ¿qué olas te llevarán?
Desolación
Llamaron a mi puerta, y por temor a las sombras y a los lobos hambrientos no respondí. ¿Fue el huracán, el amor, o la muerte? ¡Quién sabe! ¡Tal vez!
Más tarde tuve encendida mi lumbre y servido mi vino. Nadie llamó. Los búhos silbaban en mis ventanas.
Y ahora que las sombras rondan, en vano digo: regresa, peregrino; caliéntate a mi lumbre y bebe mi vino. Nadie responde…
Fuera, en el sendero, un grillo deshila una canción sedienta… rueda una hoja seca.
Dentro, se apaga la lumbre y se derrama el vino.
Tu obra
Tú, el que vive con plenitud la obra; que ha colmado en ella todo su gozo; el de los ojos ávidos sobre el paisaje extraño; el de las manos suaves sobre la flor y el nido; el de los labios frescos a la caricia del fruto.
Tú, que arrancas la belleza que te rodea para desbordarla en tu obra, gran felicidad es la que tienes. Has tejido con tus manos la seda escondida de las cosas y en tu obra humilde o brillante, han de estar lo cristalino del río y lo armonioso del vuelo.
Has plasmado en tu pobre carne que destrozará la muerte, un soplo de eternidad y de luz.
Tu polvo ha de perderse en los caminos, tal vez se vuelva ciénaga con pestes en las entrañas, o lodo que mancha los pies del niño alegre que va cantando a la escuela. Eso serás tú, tu pobre carne; pero tu obra, si la vives con plenitud, seguirá siendo clara en el río y armoniosa en el vuelo. Tu obra es soplo eterno.
MI POETA INVITADO: Martha Rivera-Garrido
No te enamores de una mujer que lee
No te enamores de una mujer que lee,
de una mujer que siente demasiado,
de una mujer que escribe.
No te enamores de una mujer culta,
maga, delirante, loca.
No te enamores de una mujer que piensa, que sabe
lo que sabe y además sabe volar;
una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o llora
haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu
su carne; y mucho menos de una que ame la poesía
(esas son las más peligrosas), o que se quede
media hora contemplando una pintura
y no sepa vivir sin la música.
No te enamores de una mujer a la que le interese
la política y que sea rebelde y vertigue
un inmenso horror por las injusticias.
Una a la que le gusten los juegos de fútbol
y de pelota y no le guste para nada ver televisión.
Ni de una mujer que es bella
sin importar las características
de su cara y de su cuerpo.
No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida
e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así.
Porque cuando te enamoras de una mujer como ésa,
se quede ella contigo o no, te ame ella o no,
de ella, de una mujer así, jamás se regresa.
(Fragmento de Los Amantes de Inbox de Papel, 2014)
Mujer #2.
Para Sandy
Todos los hombres que he amado están aquí.
Todos me hacen doler las piernas
y desnudar la ternura de vez en cuando.
Todos contemplan la logicidad de mi caos,
desenredan los internodios de mis cabellos
y cabalgan
todas las veces del amor tantas
cual son.
A todos amo con mi virginidad eterna.
A todos celo con mi pecho blando y sediento.
Todos golpean en mis encierros
con sus cuchillos y sus miserias
todas las veces del mar tantas
cual son.
Todos están aquí, amontonados sobre ti,
multiplicando tu aliento,
humedeciendo tu sexo,
sobre ti, que ahora descansas
sobre la muerta
que ahora soy yo.
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