SI UN DÍA LO QUE PIENSO SUCEDIERA [Mi poema]
Elkin Restrepo [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Cuando acabe la vida, el sol se apague,
las plantas y las flores languidezcan,
las nubes al clarear se desvanezcan,
el agua que sustenta, el mar se trague.

Cuando todo el sonido se haya ido
y se queden las flores sin olores,
la luces ya no sean de colores
y el viento al fin se quede ya dormido.

Si es que un día ya el fuego se apagara
o en el fondo del mar se haga un boquete
que sirva para el agua de retrete
y un seísmo a la tierra se tragara.

Si un día lo que pienso sucediera,
por eso del azar yo sigo vivo,
mi amor seguirá estando cautivo
de aquella le pedí que me quisiera.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Elkin Restrepo

Miroslava

Para Óscar Jaramillo

Ahora que todo lo sabes,
y tu cabellera ondea silenciosa en un rincón de la muerte,
y tus labios nada dicen, pienso en ti, pienso en ti.
Es de noche,
y las carreteras en el campo están solas,
y hay en todo como una claridad siempre más allá,
y el recuerdo es como un cuarto del cual acabas de salir.

Ahora que todo lo sabes,
y el mar se hace jirones como una tela oscura,
y donde quiera que miro no encuentro un poco de tu carmín,
ni de tu perfume ni de tu misteriosa belleza.

Ahora que todo lo sabes,
la vida pasa cálida como una boda,
y, allí, donde estás no llegan sus imágenes
ni sus rumores,
ni la noche es como un abrazo.

Ahora que todo lo sabes,
y sólo eres un poco de polvo disperso
bajo las estrellas,
bajo el más bello color de la noche,
pienso en ti, pienso en ti.

Rommy Schneider

En esta época del año, sopla un aire fresco
y las hojas se amontonan afuera,
en los jardines de la casa.
La luz, el oro pesado de la tarde,
toca el borde de los árboles,
el agua ciega del estanque, el camino de entrada, y
los transfigura.
En mi corazón descubro entonces una nueva ebriedad,
y una languidez amable,
solícita como los besos y la lengua de un joven amante,
colma mi cuerpo y lo enriquece de mil olvidos.
Es el otoño que llega,
la estación que cambia y revienta en mí misma,
como un juego de luces sobre el cielo de la ciudad,
como una íntima y feroz caricia.

Por una vez más,
un cielo claro sirve a un enjambre de aves
que chillan,
y el oro desleído de las hojas caídas
corre como un último fuego.

Por una vez más,
la brisa llama de nuevo en los cristales de la ventana,
y no olvida mi nombre.

Por una vez más, arde en mí el sueño perdido de la vida.

Por una vez más.

Óbolo

Ni solo, ni huérfano, ni desamparado,
puedo sentirme.

No puedo decir que algo me falta
o me sume en la derrota.

Tampoco llamar a la tristeza
para que haga los oficios de la casa.

Ni puedo alegar razones
porque el mundo no es como lo creo.

No, no puedo, con tanta queja,
convertirme en el ciego
que palpa y maldice
la moneda de oro que se le entrega.

Lugar común

Si les dijeran
que todo aquello es amor,
lo negarían.

Viven un hechizo y no se dan cuenta.

Pero él se desespera si no la ve,
y ella acude en su busca
si no lo encuentra.

Sentados en el bar,
podrían pasar la vida entera.

Dos que no saben
que son uno,

y que para reunirlos
se movió de su sitio
el universo mismo.

Y hablan y hablan
(de todo y nada en apariencia),

sin saber
que es del amor que hablan.

Embrujo

Ningún anhelo mejor
que la vida misma.

Ningún sueño más apropiado
que la misma realidad.

Ningún suceso mayor
a un día
en el cual no sucede nada.

Una fiesta:
el más trivial
de los actos,
el más distraído de los besos.

Fábula,
despertar y saber
que estamos vivos.

Rango

Sabía, sin mucha razón,
que alguien venía.

Ignoraba quién,
pero alguien venía.

Este era el día
¿cómo no marcar la fecha?
de una dicha imprevista.

El lugar, la mesa,
los preparativos,
imponían un cuidado.

Alguien venía.

Abrió la puerta.

Su apretado corazón
midió la espera.

El rango le inquietaba,
el poder de su belleza.

¡Jamás su expectativa
había sido tanta!

Alguien venía.

Esperó y esperó.

Nadie vino.

Pero supo
(con mucha razón)
que a su vida daba valor,
¡y en qué medida!,
aquella espera.

Huésped

Viniste a mí
sin darme aviso.

Ningún sueño presagiaba
tu paso de cometa,

ni advertía
acerca del mal
que roba
lo que está seguro.
Pronto debí servir
a quien tenía modales
de huésped
y alma compuesta
con rosas de la luna.

Con besos y argucias,
con ultrajante lengua,
te tomaste la casa
y te quedaste a vivir en ella.

Y dueña te hiciste
de lo que no era tuyo.

El don

Ningún lugar mejor
que la ciudad
para pensar en ciervos
y bosques,

para hacer del momento
una pura ensoñación,

la vida que queremos
y no existe,
o existe en otra parte.

Venados, osos, perros,
montes y lagos,
y en el camino que traza
el candil
de una luna de hielo,
un hombre
con la pieza de caza
a cuestas.

Por un instante
soy aquél
que, primitivo,
se libra al destino
de un mundo naciente y áureo.
Y pacta acuerdos
con la ruda Ley
que le ofrece por sueño
la vida.

La vida salvaje y bella,
donde copular, cazar, pescar,
cambiar con el tiempo nómade,
es suficiente,
y donde no cabe
ilusión distinta
a la labor de cada día,
y el sueño es el simple
descanso,

el dios que vela tus fatigas.

Y vivir, el don.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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