Una muestra de sus poemas
JOSÉ
In memoriam J. B.
Fue solo algunos días, los primeros
del verano. Nos era todavía
difícil dormir bien. Muy de mañana
cuando el cielo es aún blanco,
estábamos vestidos, antes casi
de irse los mayores.
Nos quedábamos solos pronto, y pronto
cogíamos las bicis.
Recuerdo bien cómo al salir de casa
sentíamos el frío que no puede
vencer la ropa fina de principios de junio
y el aire nos hería poco a poco
al ir pedaleando
mientras la hierba húmeda
nos lamía las piernas.
Nos íbamos los tres por el sendero
rojizo, junto al río,
sin saber bien a dónde,
pero al llegar al cruce
la inercia nos llevaba
a la vieja cancela.
El primer día Pedro lloró un poco,
pero lo convencimos.
Dejábamos las bicis apoyadas
junto al muro musgoso, y, ayudándonos,
saltábamos la tapia.
Después, dentro, el camino
nos era familiar, y, al desandarlo solos,
volvía la presencia reciente de los días
pasados, de la mano,
rodeados de gente, pero rápido
llegábamos delante, y era allí
donde nos deteníamos.
Sentados en el suelo, silenciosos,
el tiempo iba trenzando nuestras respiraciones,
nos iba rodeando.
Queríamos tan solo
sentir su compañía, hacernos a la idea,
recordar sus palabras de las últimas veces.
En la piedra posábamos las manos
recorriendo las letras con los dedos,
sintiendo su relieve.
Al poco nos marchábamos,
y volvían las bicis y ya eran vacaciones
y de regreso a casa echábamos carreras.
Fue solo algunos días, los primeros
del verano. Queríamos decirle
más despacio,
sin miedo,
adiós,
abuelo,
gracias.
EL ÚLTIMO POEMA DE NICK CARRAWAY
A Jesús Beades
Un parpadeo verde en la bahía;
y un nombre, Daisy, un nombre, a cada hora;
y un cuchillo, tan lento, hasta la aurora
de estrépito, de alcohol y demasía.
Un hombre en la piscina, y su derrota;
y un coche, un beso, un todo para nada;
y cuando oye a lo lejos la llamada,
Gatsby entiende, mientras su cuerpo flota,
que nunca volverá la vez primera,
que no habrá flirt en un cocktail galante,
que ella jamás regresará a su lado;
y que el futuro es ya lo que antes era,
que tiene su recuerdo por delante,
que ella lo amará siempre en el pasado.
BARCELONA
La luz, era la luz sobre nosotros
y perdernos y siempre y cielo limpio,
era el viento salobre, el perfil blanco
del skyline de julio y Barcelona.
Eran tus manos eligiendo calles
frescas y parques lentos y mañana
y entonces y ya no regresaremos.
Pídeme lo que quieras. Pide. Es tuyo.
Pero no aquellos días, por favor.
Pero no aquellos días.
DÍA DE NIEVE
Moja la leve hierba
la luna hecha pedazos
y es la luz del entonces la que duele en las manos.
Es un azúcar húmedo, es niebla por los suelos,
es un esmoquin blanco hecho de espuma,
es lejana agua blanda,
la amortecida piel de Isabel Freyre,
es un mar detenido,
una desnuda diosa, arena pura
que tirita, aterida,
y es la promesa antigua que las horas consumen.
Eres tú,
que devuelves el tiempo a la aurora más tierna
y que haces florecer de repente el almendro
o conviertes el prado en tobogán.
Eres tú, nata fresca
o labios de cristal,
silencio
desplomado
poco a copo,
noche encendida, humilde y fugitivo
mármol, sábana súbita y crujiente,
momentáneo papel en que los pies se inscriben,
cuaderno el primer día de colegio
y virgen temerosa de su propia hermosura,
o algodón melancólico o nube de la tierra
o también el cadáver de la luz
o quizá piel del frío
o nostalgia radiante
o todas o ninguna de todas esas cosas.
Pero a ti, nieve nueva, nada quiero decirte.
Es a ti, nieve humilde,
a ti, nieve del día
después, nieve grisácea,
nieve sin nieve, rota, nieve por los rincones,
a quien solo le queda el orgullo fugaz
del padre pobre de una hermosa hija,
a ti, nieve en minúscula,
relegada a las tapias altas, sucias, umbrías,
a ti, nieve de barro, modesta nieve, quiero
darte ahora las gracias, nieve impura,
nieve que nos regalas certidumbre.
Gracias a ti sabemos que no fue ayer un sueño.
Gracias a ti sabemos
que, a veces,
sí que ocurren
los
milagros.
LA VÍSPERA
Cada cinco de enero.
La última semana de colegio.
La noche antes de un viaje.
Todo viernes.
La tarde del ya lo verás mañana.
Hasta un libro de texto el día que lo compras.
Un sobre sin abrir.
El primer paso fuera del hotel.
Navidad en verano.
El instante en que sabes que se va a desnudar.
Un regalo aún envuelto.
La victoria, tan limpia, sobre el mapa.
Los besos, cuando no eran para ti.
Y peor todavía:
lo que quisiste ser. Ahora, compara.
BEAT GENERATION
A José Luis Sevillano
Escapar. La carretera.
El Chevrolet. Algún disco
y algún libro. San Francisco.
Lucky Strike. La camarera
de otro bar. La noche entera
despiertos. Ácido. El mar.
Miles Davis. Corea. Aullar
al horizonte. Escribir
porque vamos a morir
pero pudimos amar.
FIN DE CURSO
«Amo el campus
universitario».
Á. González
«…las leyes físicas no tienen
plena vigencia en este territorio».
J. A. González Iglesias
Mediodía en el campus.
A la sombra ligera de una morera blanca
estudian en el césped unos jóvenes.
No saben que los miro.
Sus apuntes cultivan, minuciosos,
retículas de nieve sobre el verde caliente,
y en sus gafas oscuras
brilla la claridad de los que ven más lejos.
Se tumban. Boca arriba,
sus cristales devuelven el azul que contemplan
con un lago minúsculo en los ojos.
Si se sientan en corro, son un collar veloz.
La luz que se derrama desde el cielo de junio
se enreda entre las hojas del moral
y arroja en la penumbra
un breve enjambre de monedas de oro
que en sus pieles joviales
imprime incandescentes tatuajes.
El tiempo no transcurre
porque no les importa.
De sus labios,
a menudo, flexibles brotan viejas palabras
que áridos eruditos
en noches pensativas concibieron
como crece un amor.
Sonrientes, concentrados, en el prado
la primavera última es su reino
porque es el tiempo de la intensidad
y, solo así, de los estudios nobles.
Comienza a hacerse frío
su cobijo de hierba.
Y, sin embargo,
no importa que la noche se aproxime
porque más duradera es la lección
de su estudio salvaje.
Junto al sol, bajo un árbol, rodeados
de amigos y de libros, unos jóvenes
saben alegre la sabiduría.