He cambiado, lo sé que yo he cambiado,
lo percibo palpando en el ambiente,
yo era un tipo tenaz e independiente
y hoy preciso de estar solo a tu lado,
me gusta estés presente.
No me digas por qué, no lo comprendo,
¡cómo fue que no supe darme cuenta!
Hoy cercano que estoy a los setenta
me reprocho y no sigo comprendiendo
a qué vino esta afrenta.
Pues te tuve como una cosa ajena,
cual si hubiera una mota en la pupila
que se incrusta de pronto y te vacila,
en el triste fragor de una condena
y nada te espabila.
todo espera
menos aquel perfume de las rosas
rendidas a la sombra de tu mano
ahora yace en la cumbre
como un león vencido
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Primeras luces
Pero hubo un resplandor
y ella alzó los ojos por encima
de la siesta humeante
de improviso
atravesando el tedio
afirmó su certera
verdad
esa súbita espada
!qué triste era volver
mansamente a la suela
del zapato!
imitar el esmero
con que algunos asearon sus cadenas
no preguntar quién golpeaba los cristales
los otros
los dormidos
ajenos a la aguja que enhebraba el temor
en el enjambre desdichado
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Un segundo de luz y paraíso
En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso
de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos
libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve
sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados
de par en par
las dos puertas abiertas
sólo
un paso
decir adiós así
que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas
tacto
y aire
encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos
al fin cerrado el círculo del mundo
en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso
De “Lo que va a ser de ti” 1995
Veo pasar los hombres los muchachos algunos…
Veo pasar los hombres los muchachos algunos
tan hermosos
con sus sacos de arena
pero son de otra especie aquellos que amo yo
no me importa que oculten su sombra en el armario
ni que olviden mi nombre en el perchero de un café
aquél lleva una caja
de muerto sobre los hombros y está ausente
éstos escarban en las dunas
o sonríen cansados
como príncipes
ellos sí se merecen un saludo
sobre todo el que acude al final del banquete
-nunca había llegado así de bien vestido-
como si viera un gesto que flotaba en el aire
sus ojos se extasían
quisieran ir tras él
luego se ha desplomado
sin revelar una palabra
de la herida que esconde bajo el pecho
los hombres
cuando mueran del todo
asomará un reguero de sangre en sus solapas
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.