LAMENTO BALDÍO [Mi poema]
Clementina Suárez [Poeta sugerido]
Clementina Suárez [Poeta sugerido]
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MI POEMA …de medio pelo |
Un viejo muy reviejo se quejaba Ser un burro. Que no aprendí a volar, Ser marino de un barco en alta mar Y saber que aunque yo pude saber |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Clementina Suárez
Combate
Yo soy un poeta,
un ejército de poetas.
Y hoy quiero escribir un poema,
un poema silbatos
un poema fusiles.
Para pegarlos en las puertas,
en las celdas de las prisiones
en los muros de las escuelas.
Hoy quiero construir y destruir,
levantar en andamios la esperanza.
Despertar al niño,
arcángel de las espadas,
ser relámpago, trueno,
con estatura de héroe
para talar, arrasar,
las podridas raíces de mi pueblo.
Amor salvaje.
Amor salvaje.
¡Qué bien estás,
desgarrándome toda!
Amor salvaje.
¡Qué bien estás,
amenazando mi vida!
Amor salvaje.
Qué bien estás,
contenido en lo inexplicable.
El regalo
Quisiera regalarte un pedazo de mi falda,
hoy florecida como la primavera.
Un relámpago de color que detuviera tus ojos en mi talle
– brazo de mar de olas inasibles –
la ebriedad de mis pies frutales
con sus pasos sin tiempo.
La raíz de mi tobillo con su
eterno verdor,
el testimonio de una mirada que te dejara en el espejo
como arquetipo de lo eterno.
La voluble belleza de mi rostro, tan cerca de morir a cada instante
a fuerza de vivir apresurada.
La sombra de mi errante cuerpo
detenida en la propia esquina de tu casa.
El abejeante sueño de mis pupilas
cuando resbalan hasta tu frente.
La hermosura de mi cara
en una doncellez de celajes.
La ribera de mi aniñada voz con tu sombra de increíble tamaño,
y el ileso lenguaje que no maltrata la palabra.
Mi alborozo de niña que vive el desabrigo
para que tú la cubras con la armadura de tu pecho.
O con la mano aérea del que va de viaje
porque su sangre submarina jamás se detiene.
La fiebre de mis noches con duendes y fantasmas
y la virginal lluvia del río más oculto.
Que a nivel del aire, de la tierra y el fuego,
el vientre como abanico despliega.
La espalda donde bordas tus manos
hinchadas de oleaje, de nubes y de dicha.
La pasión con que desgarras
en el lecho del mismo torrente inabarcable
como si el mismo corazón se te hiciera líquido
y escapara de tu boca como un mar sediento.
El manojo de mis pies
despiertos andando sobre el césped.
Como si trémulos esperaran la inexpresada cita
donde sólo por el silencio quedaron las cadenas rotas.
Y en tus dedos apresado el apremio de la vida
que en libertad dejó tu sangre,
aunque con su cascada, con su racha,
los árboles del deshielo, algo de ti mismo destrozaran.
La cabellera que brota del aire
en líquidas miniaturas irrompibles
para que tus manos indemnes hagan nido
como en el sexo mismo de una rosa estremecida.
La entraña donde te sumerges como buscando estrellas enterradas
o el sabor a polvo que hará fértiles nuestros huesos.
La boca que te muerde
como si paladeara ríos de aromas;
o hincándote los dientes
matizara la vida con la muerte.
El tálamo en que mides mi cintura
en suave supervivencia intransitiva,
en viaje por la espuma difundido
o por la sangre encendida humanizado
el mundo en que vivo
estremecida de gestaciones inagotables.
El minuto que me unge de auroras
o de iridiscencias indescriptibles.
Como si a ritmo de tu efluvio soberano
salvaras el instante de miel inadvertida;
O dejaras en el mágico horizonte de luces apagadas
el tiempo desmedido y remedido.
En que apresados quedaran los sentidos
y al fin ya sin idioma, desnudos totalmente.
Como si ensayando el vuelo se quemaran las alas
o por tener cicatrices se extenuaran los brazos.
La piel que me viste, me contiene y resuma,
la que ata y desata mis ramajes.
La que te abre la blanca residencia de mi cuerpo
y te entrega su más íntimo secreto.
Mi vena, llaga viva, casi quemadura,
huella del fuego que me devora.
El nombre con que te llamo
para que seas el bienvenido.
El rostro que nace con la aurora
y se custodia de ángeles en la noche.
El pecho con que suspiro, el latido,
el tic-tac entrañable que ilumina tu llegada.
La sábana que te envuelve en tus horas de vigilia
y te deja cautivo en él, duerme, sueño del amor.
Árbol de mi esqueleto
hasta con sus mínimas bisagras.
El recinto sombrío
de mis fémures extendidos.
La morada de mi cráneo, desgarrado lamento,
pequeña molécula de carne jamás humillada.
El orgullo sostenido de mis huesos
al que hasta con las uñas me aferro.
Mi canto perenne y obstinado
que en morada de lucha y esperanza defiendo.
La intemporal casa
que mi polvo amoroso te va ofreciendo.
El nivel del quebranto
o la herida que conmigo pudo haber terminado.
El llanto que me ha lavado
y que este pequeño cuerpo ha trascendido.
Mi sombra tendida
a merced de tu recuerdo.
La aguja imantada
con su impensable polen y sus rojas brasas.
Mi gris existencia
con su primera mortaja
Mi muerte
con su pequeña eternidad.
Lamentos en el espacio
Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
la noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.
Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.
La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido,
-sin darte prisa por salir de la noche-
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.
LO IRREMEDIABLE
Charles Baudelaire (De Las flores del mal, 1857)
I
Una Idea, una Forma, un Ser,
salido del azul y caído
en un Estigio cenagoso y plomizo
donde no penetra ninguna mirada del Cielo;
un Ángel, imprudente viajero
que ha intentado amar a lo deforme
en el fondo de una pesadilla enorme
debatiéndose como un nadador,y luchando, ¡con fúnebres angustias!,
contra un gigantesco remolino
que va cantando como los locos
y haciendo piruetas en las tinieblas;un infeliz embrujado
en sus inútiles intentos
por huir de un lugar lleno de reptiles,
que busca la luz y la llave;un condenado que desciende sin lámpara,
al borde de un abismo cuyo olor
traiciona la húmeda profundidad,
de eternas escaleras sin barandilla,
donde velan unos monstruos viscosos
cuyos grandes ojos de fósforo
hacen la noche más negra todavía
y no dejan visibles más que a ellos;
un navío atrapado en el polo,
como en una trampa de cristal,
buscando por qué estrecho fatal
ha caído en esta prisión;
–símbolos claros, cuadro perfecto
de una suerte irremediable
que hace pensar que el Diablo
¡siempre hace bien todo lo que hace!
II
¡Conversación a solas límpida y sombría
en la que un corazón se ha convertido en su espejo!
Pozo de Verdad, claro y negro,
donde tiembla una lívida estrella,
un faro irónico, infernal,
antorcha de gracias satánicas,
únicos alivio y gloria,
–¡la conciencia en el Mal!
Charles Baudelaire (París, 1821 – 1867).
Comentario
Poeta, crítico de arte y traductor francés. Fue uno de los llamados poetas malditos, debido a su vida de bohemia y excesos. Considerado como modelo y padre de la poesía moderna, publicó en 1857 su máxima obra, «Las flores del mal», desatando una gran polémica por considerarse una ofensa contra la moral pública. La sífilis, que contrajo debido a su vida desordenada, le produjo afasia y una parálisis parcial que lo condujo a la muerte en 1867.