LA MOTA DE UN DESLAVE [Mi poema]
Diego Vaya [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Que no, que no, no crean, yo no quiero
que nadie me critique ni me alabe,
tampoco venga alguno y me la clave,
ni incluso que se quiten el sombrero,
pues solo soy la miaja de un deslave.

Que yo soy otra brizna que pulula
cual pollo desnortado y sin cabeza,
haciendo ostentación de su destreza
forzándole a fingir que disimula
lo inútil, reo es él de su torpeza.

No más que ese que pronto será menos,
que nadie ha de añorar ni que se acuerde.
Cual gota que en océano se pierde
se irá ya a cultivar otros terrenos
allí donde la tarde va y se cierne.

En fin, soy nadería, menudencia,
la peca, diminuta bagatela,
la mota que se arrastra en una tela,
el agua en una noche de abstinencia,
la mecha que se extingue en una vela.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Diego Vaya

Otra creación

Estás comiendo fruta. Se ilumina
un poco más el corazón con cada
bocado. Si la vida fuese solo
lo que se ama, su imagen esta tarde sería
tu mano, hijo, y la mía, separadas
por la edad, y de pronto unidas en la fruta.

Coges el trozo y me hablas: tu edad levanta el vuelo
en la boca, tu limpia vocecita.
La mía es esperar mientras tú comes
y ser consciente de que en este instante
me respiras por dentro y te abres paso
hasta un lugar en donde siempre seremos uno.

La piel pelada cae: el tiempo no se oye.
Sé que te queda mucho por vivir
porque la muerte aún es para ti un juego
con una sola regla: quien se muera,
que se levante rápido para seguir jugando.

Tú comes fruta. Pienso: si tu abuela te viese.
Pero no digo nada. Escribo estas palabras
que tal vez leas cuando contemples a tu hijo,
y entenderás entonces que ya no estoy seguro,
mientras se acercan nuestras manos,
quién de los dos recibe o da la vida.

El nombre de la fábula

Mi hijo escribe su nombre. Cada letra
es mayúscula. Aprieta fuerte el trazo,
crece la claridad por un momento.
Es la primera vez, lo escribe solo.
Lo recuerdo apretando el lápiz, letra
lenta. Un nombre subiendo por la mano
extasiada al papel. No quiero que esto
acabe. Está sentado ante su mesa
roja, repite trazos, recordando,
sonriendo, y es un juego, la emoción
de un regalo que debe adivinar
antes de abrirlo. Dentro todavía
lleva la confusión de un alfabeto.
Pero es cuestión de tiempo. Escribirá
su nombre. Y yo no quiero que esto acabe.
El trazo entusiasmado por la mano
subiendo en el papel, para llegar
hasta la última letra, donde empieza
la hermosa fábula de creernos únicos:
lo lee y se levanta y ya es su nombre.

POEMAS

Los oigo sobre todo por la noche.
Algunos son de quienes ya no están.
Otros, de quienes hace mucho tiempo
no tenemos noticia.

A veces me parecen tan lejanos
como pequeñas luces en la niebla.
Otras veces, en cambio, los escucho
con toda claridad,
al otro lado de la habitación.

Daría cuanto tengo
para dejar de oírlos.
Para que no vinieran
desde lo que he perdido para siempre.
***
A veces el diluvio habita tu pupila vuelve a pesar de la promesa vuelve Puedo pasar las noches y los días allí contar hasta cuarenta y cuatro soles contarme con las aguas del diluvio contarte cualquier cosa con tal de que no llueva Cuarenta y cuatro lunas me enmudecen

A veces el diluvio habita tu pupila y la flor del perdón se pierde sin remedio -apenas ya es un tallo- se ahoga en el infierno de la duda Y tus ojos son negros y vuelan por encima de los mares

Cuando el diluvio vuelve vuelvo con esa frágil flor refugio del dolor Esos pétreos gigantes del orgullo engendran las desdichas sin piedad todo lo arrasan a su paso

Cuando cesa el diluvio y las aguas descienden y dejan ver la tierra rojiza de tus labios se hace paloma tu silencio y sin rama de olivo vuelve acaso es que no busca con qué fue atravesado el corazón

***
No busques más. La calle está desierta,
vacíos los cajones y el espejo
es una herida abierta de río que se raja
para arrojar a un pueblo. Estás a ciegas: tientas tanta lágrima,
Tanta desdicha dicha en el silencio, tanto
tanto y tanto de nada
que lo cierto es un ciervo que huye y lleva
algo de ti, un temblor que no conoces.

La calle está desierta. Te despierta
tantas noches un grillo, un grifo, un grito
que no se cierra y sale como sangre,
No lo distingues bien. En el cajón
descansa tu cansancio. ¿Te das cuenta?
¿Te das cuenta de todo cuanto pierdes,
del tiempo puesto a plazo fijo, que
sería más fácil dormir?

Alguien o algo tiene que haber,
alguien o algo, ¿verdad? ¿Quién no te dice
que huyó con tu certeza? Si vieses… Pero solo sabes
de ti por un reflejo,
por esta clara caridad de azogue.
¿Y todo cuanto tocas con la voz?
¿Y todo cuanto envuelves con la piel?
¿Y todo cuanto extrañan tus entrañas y tu alma tiritándote de nada?

DESPÍDETE, prepucio, de este pene

DESPÍDETE, prepucio, de este pene
Al que ahogabas con rigor tan grande;
Tú, frenillo, despídete del glande:
Ya no serás el que su ascenso frene.

Por fin en libertad, nada retiene
Mi miembro y toda su potencia expande;
Antes pene apenado, que ahora blande
Su alegría y glorioso la sostiene.

¡Oh pene circunciso y liberado,
Hecho para el disfrute y el gozar
Colectivo, y también particular!

¡Pene dichoso, pene sonriente,
Como rey hace poco coronado,
Alzando sin temor tu augusta frente!

Camino. Siempre el cielo,

La sed. Acaso es que no existe
Otro lugar. (Se escapa la mirada
Como un ciervo, se escapa, y cuanto
Más arriba, más sombra en tierra.) Pero

Tiene la luz raíces,
El cuerpo las conoce
Por su fruto
-Tan adentro:
Allí, en el fondo, encima de una encina desnuda,
La última hoja que pende de una rama
Es un pájaro a punto de volar.
***
Detrás de los espejos me he oído llorar Oh padre me pregunto por tu rostro Si soy parte de ti también seré ausencia como tú He buscado en el fondo del espejo allí precisamente donde el azogue se me vuelve azote en la raíz helada de la separación Nosotros tú que no nos conocemos y nos hemos dejado hablando solos

Detrás de los espejos me he oído llorar deshojando el reflejo de mi cuerpo en miles de cuchillos que te nombran (Yo sé que lo partiste tú lo sé y si hubieses estado cuando se hizo añicos sabrías cuánto duele estar clavado al barro)

Con aquellos cristales he escrito esta historia la sangre los pegó y ahora sí y ahora sí que puedo saber lo que me pasa Me ha costado traerte en cada herida y al fin que vaya vaya mercurio por mis venas desangrarme y que ahí estuvieses tú tan cerca y estuvieses a la vez tan lejos Qué otra cosa podía hacer oh padre sino buscar tu filo tus clavos y tu púa Qué otra cosa podía ser oh padre

El poeta habla de su circuncisión

Despídete, prepucio de este pene
Al que oprimías con rigor tan grande;
Tú, frenillo, despídete del glande:
Ya no serás el que su ascenso frene.

Por fin en libertad, nada retiene
Mi miembro y toda su potencia expande;
Antes pene apenado, que ahora blande
Su alegría y glorioso la sostiene.

¡Oh pene circunciso y liberado,
Hecho para el disfrute y el gozar
Colectivo, y también particular!

¡Pene dichoso, pene sonriente,
Como rey hace poco coronado,
Alzando sin temor tu augusta frente!

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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