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Breve Biografía de José María Pemán

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José María Pemán fue un escritor español, periodista, magnífico articulista, poeta, novelista, dramaturgo, ensayista e intelectual comprometido con el conservadurismo católico y la monarquía española razón por la que ha sido injustamente relegado.

Premio José María Pemán 

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Autor

LOS POEMAS
REVELACIÓN

¡Cómo volaba el pensamiento mío!…
Fue un dulce anochecer. Se adivinaba
por su rumor, bajo la peña, el río,
y la mano del viento preludiaba
un aria triste en el pinar sombrío.
Como una bruma de melancolía,
no sé qué dulce calma bienhechora
pasó rozando con el alma mía…
Tú que en mí estás, mujer, a toda hora,
¡nunca has estado en mí como aquel día!…

Quise gritar mi pena.
y ante la soledad de los caminos
alfombrados de luna y la serena
quietud de muerte de la noche, llena
de olor de flores y rumor de pinos,
«¡La quiero!…», dije con fervor sincero.
«¡La quiero!…», repetí, y el aire blando,
con un rodar de voces fue gritando
desde la sierra hasta el pinar: «¡La quiero!

Callé y calló la noche. El alma mía
volvió a encerrarse en la melancolía
de este secreto amor hondo y austero,
que nadie sabe y del que nada espero…
¡Sólo lo supo el agua que corría
y una flor desvelada, que tenía
una cita de amor con un lucero…!

ORACIÓN A LA LUZ

Señor: yo sé que en la mañana pura
de este mundo, tu diestra generosa
hizo la luz antes que toda cosa
porque todo tuviera su figura.

Yo sé que te refleja la segura
línea inmortal del lirio y de la rosa
mejor que la embriagada y temerosa
música de los vientos en la altura.

Por eso te celebro yo en el frío
pensar exacto a la verdad sujeto
y en la ribera sin temblor del río:

por eso yo te adoro, mudo y quieto:
y por eso, Señor, el dolor mío
por llegar a Ti se hizo soneto.

BELLEZA SERENA

Única turbación y melodía
de tu belleza toda en paz lograda,
la fuga musical de tu mirada,
sobre la sabia y pura geometría

de tu cuerpo sin tacha, es una fuente
con dos chorros de luz, que habla de cosas
lejanas y de estrellas misteriosas
más allá de la Forma y del Presente.

Ciega, por eso, mi alma te desea
como una estatua, porque así, hecha idea,
nada turbe tu plástica armonía;

y así, ya sin lejanas alusiones,
como el jazmín serena al mediodía,
tu perfección serene mis pasiones.

SOLEDAD

Soledad sabe una copla
que tiene su mismo nombre:
Soledad.

Tres renglones nada más:
tres arroyos de agua amarga,
que van, cantando, a la mar.

Copla tronchada, tu verso
primero, ¿dónde estará?

¿Qué jardinero loco,
con sus tijeras de plata
le cortó al ciprés la punta,
Soledad?

¿Qué ventolera de polvo
se te llevó la veleta,
Soledad?

¿O es que, por llegar más pronto
te viniste sin sombrero,
Soledad?

Y total:
¿qué mas da?
Tres versos: ¿para qué más?

Si con tres sílabas basta
para decir el vacío
del alma que está sin alma:
¡Soledad!

IN MEMORIAM

La Navidad sin ti, pero contigo.
Como el volver a ser
cuando empieza a nacer
verde de vida y de memoria, el trigo.

Porque tú no estás lejos.
No sé si es que te veo o que te escucho.
Me iluminan, me templan tus reflejos.
Voy hacia ti… No puedo tardar mucho.

Pagando estrellas por salario
te escondes en las barbas torrenciales de Dios.
Recuerdo el ritmo lento de tu horario.
Humilde en la infinita paciencia del rosario:
y en la fe penetrante de tu voz.

Y el belén de su Amor,
como tú lo ponías.
Tú, la niña mayor,
la flor más pura de las flores mías.

Como es la luz del río
y el canto es de la fuente:
este cariño ardiente
es todo tuyo, a fuerza de tan mío.

FERIA DE ABRIL EN JEREZ

Y es que Andalucía
es una señora de tanta hidalguía
que apenas le importa «lo materiá».

Ella es la inventora de esta fantasía
de comprar y vender y mercar
entre risas, fiestas, coplas y alegría
juntando a la par
negocio y poesía…
La feria es un modo de disimular.

Un modo elegante
de comprar y vender.
Se lo oí decir a un tratante:
—Hay que ser inglés
pa hacer un negocio

poniéndole a un socio
un parte con veinte palabras medías,
que cada palabra cuesta un dinerá.
«Compro vagón muelle cinco tonelás.
Stop. Urge envío…» ¡Qué cursilería!
………………….En Andalucía
con veinte palabras no hay ni pa empezá…
¡Que al trato hay que darle su poco de sá!…

Lo de menos, quizás, es la venta.
Lo de más, es la gracia, el aqué,
y el hacer que no vuelvo y volvé,
y el darle al negocio su sal y pimienta
………………….como debe sé.
Negocio y poesía: ¡Feria de Jerez!
¡Rumbo y elegancia de esta raza vieja
que gasta diez duros en vino y almejas
vendiendo una cosa que no vale tres!

………………….Jerez. El cielo bonito
………………….se viste de oro y añil.
………………….Lo mismo iba Joselito
………………….aquella tarde de abril
………………….en la Maestranza, en Sevilla.

………………….—¿Te acuerdas? — ¡Qué maravilla
………………….de tarde de primavera
………………….llena de luz y de olor!
………………….De allí se fue a Talavera
………………….—¿te acuerdas?— y no volvió…

………………….Pero volvamos al caso.
………………….Móntate a la grupa mía.
………………….No hay en toda Andalucía
………………….caballo de mejor paso
………………….ni de andar más señoril.
………………….Vamos a echarle un vistazo,
………………….niña, a la feria de abril.

¡Qué filosofía
la de aquellos mulos castaños! El lote,
bajo la modorra pesada del día,
parece hecho en barro. Por delante, al trote,
pasa un señorito, cruza un ganadero,
dos coches, un auto… Nada les asombra;
cada uno busca su pizca de sombra
bajo las orejas de su compañero.

Y se empieza el trato.
Pinta un garabato
la vara de «El Coli». Se apoya en el anca.
Saca su pañuelo —verde y raya blanca—,
lo dobla, lo guarda sacando la punta,
tose, escupe, pisa, se para y pregunta:
—¿Cuánto das por ella, Currito Duran?
—De los setecientos no paso un real:
es gacha y rendida sobre el menudillo.
—¿Tienes mal la vista? —La tengo cabal.
—¿No es buena la jaca? —Para un organillo.
—¿Lo dice la envidia?
—La formalidá.
—¿Estás ya pintón?
—Tengo hiperclorhidria.
—Pues ve a Lanjarón…

Y rueda un lejano sonar de cencerros
y un mugir de vacas y un ladrar de perros.
Rebuzna un borrico, grita un mayoral,
se ha escapado un mulo, corren tres gitanos.
La yegua alazana se ha puesto de manos,
y ha encallado un «Austin» en un barrizal.
Zumba un rebullicio, largo y palabrero.
—Mira, tito Jaime. — ¡Parece un inglés!
Y en un alazano pasa, caballero,
con chaqueta corta, don Pedro Domecq el Marqués.

Y hay el viejo negro, cenceño y enjuto,
que vende globitos:
y el que a dos reales retrato al minuto,
y el que ofrece flores y el que vende pitos,
y el gitano viejo que olímpicamente,
tratando sus burros, charla, llora y miente
con el gesto grave de un emperador:
ricitos de negra, mirada gatuna,
la cara verdosa como la aceituna
y los dientes blancos como el alcanfor.

Y luego el paseo: la hirviente
cascada de coches y gente
que orlan las barracas.
Gritos, altavoces, tambores, matracas:
—»Pasen, pasen, pasen. Vean la serpiente.
No hay peligro alguno. La entrada, un real.»
«Pasen, pasen, pasen. Costumbres de Oriente,
vistas y figuras. No hay nada que atente
contra la moral.»
—Y lan, lan-campanas; y tan, tan-tambores
y tarararira trompa y cornetín,
y un puesto de tortas, y un puesto de flores,
y uno de alfileres falsos en serrín;
y gente y más gente
que viene y que va
y una voz chillona que en los caballitos
comenta inocente:
— ¡Qué gusto que da! —;
y voces, y pitos:
«Pase el señorito,
pase el caballero.
Museo de Joselito,
con la muerte de Granero…»

Y un bullicio jaranero
que va y viene y corre y anda,
y el vals de «Luisa Fernanda»
tocado con un trombón
y el quejido largo de un acordeón
y una voz: «El ciego: tened compasión.»
Y otra: «Una limosna para el pobre manco…»
Y los cencerritos que en el tiro al blanco
mueven unas tristes vacas de cartón.

Se luce el recluta junto a la niñera
y la mamá obesa vestida de raso
lleva dos de largo y una tobillera.
¡Y qué dialoguillos se cogen al paso!
—¿Y aquella barraca, qué es?
—¿Qué dice el letrero? —Petit Cabaret.
—¿Y el cartel qué pinta? —Pues, una mujer
en malla y camisa.

— ¡Qué desfachatez!
Juana, Paca, Elisa:
pasar más aprisa…
¡Esto no se ha visto jamás en Jerez!

Y así va la feria:
como en una noria,
una, cien, mil veces
pasa el cangilón.
Y así se va el día. La noche ha cerrado.
Llega el farolero, gruñón y cansado,
que viene apagando la iluminación.
Y queda un borracho, que, de lado a lado,
va gritando: » ¡Viva la revolución!»

Pasó el rebullicio, pasó la alegría…
Así son las cosas de esta Andalucía:
la forma brillante
y el fondo vacío;
para poco cante,
muy largo el jipío.

A menos negocio, mayor fantasía,
así son las cosas de esta Andalucía:
más sal que sustancia… ¡Feria de Jerez!
¡ Rumbo y elegancia de esta raza vieja
que gasta diez duros en vino y almejas
vendiendo una cosa que no vale tres!

Soy andaluz

Soy andaluz: andaluz,
que es decir con ufanía
gran señor de la armonía
y emperador de la luz.

Soy del egregio solar
reverberante sonoro
de las cigarras de oro,
nacidas para cantar.

¡Noble oficio el de cigarra,
y noble mano la mano
hecha para el soberano
gesto de herir la guitarra!

¡Y noble esta tierra mía,
florida, a fuerza de afanes,
de coplas y de refranes,
de indolencia y de ironía!

Esta limpia aristocracia
de andaluz, sólo me obliga
a que cante y a que diga,
con claridades de gracia,
en un verso musical,
cuanto sueñe cuanto sienta.
¡Que sólo me pidan cuenta
de si canté bien o mal!

Porque yo soy andaluz,
que es decir, con ufanía,
gran señor de la armonía
y emperador de la luz

Porque es igual que tú, claro y sereno

Estoy enamorado del otoño.
Adoro los cipreses porque son
como tu cuerpo, conjunción suprema
de arquitectura y música.
Y adoro
ese verde con sol de los pinares
tan parecido al verde de tus ojos.
Adoro esa tristeza sin palabras
que guardamos los dos como un tesoro…
Y esa risa sin risa
que, como una limosna,
por caridad, le damos a los otros.

Elegía en la muerte del maestro

(En memoria de D. Antonio Chacón, el gran cantaor gitano13)

No sé si es copla gitana
o si es refrán español
el que nos dice que el sol
si hoy se va, vuelve mañana…

Tiene razón el refrán.
Hay mil cosas que se van,
y como se van volvieron.
Pero hay cosas que se fueron
y que ya no volverán…

Volverá, sí, la guitarra
-esa que rompe y desgarra
con ayes el corazón-;
volverá a hablar de pasión
de un flamenco entre los brazos,
cuando le quiten los lazos
que ahora lleva de crespón,
y volverán a sonar
juntos guitarra y cantar,
con sus gritos de pasión
y sus notas de ilusión
y sus ternuras risueñas…
Pero ¡aquellas malagueñas
de don Antonio Chacón!

JOSÉ ANTONIO

No sé decir tus obras: no el riente
fruto de tu pensar claro y tranquilo:
porque me lleva el corazón en vilo
la inmensa humanidad de la simiente.

Tu obra es sonora, exacta y evidente.
Tu vida es un recóndito sigilo.
Tu obra es dureza: y es tu vida un hilo
frágil que, aún vivo, te hizo ya el Ausente.

Y esa es la gran verdad: esa que llena
tu vida de tu ser más hondo y serio.
Esa: la duda, la ilusión, la pena,

la palmera, la sangre, el cementerio.
La obra tuya ¡qué clásica y serena!
La obra de Dios en ti… ¡qué hondo misterio!

PIROPO A CÁDIZ

No eres tú, una vez más, la pandereta
clara y chillona de Andalucía,
con su cascada, en blondas, de alegría,
sobre el carey de la peineta.

Tú, clara y fina, un poco genovesa
y un poco peruana,
toda vestida, sin engaño, de esa
blancura lisa y llana
de la cal de Morón; tú, blanca y pura,
tú eres la señorita
del Mar, novia del Aire;
la que no necesita
del colorín para que su donaire
encelen mar y cielo;
con tu falda de vuelo
plata, verde y azul, y la sencilla
gracia de tu pañuelo
de seda y espumilla
sobre el talle flexible de palmera.

Desde la gracia altiva y marinera
del Carmen, con sus altos torreones,
un poco aztecas y, a la par, un poco
floridos por el énfasis barroco
con que en la prora de los galeones
cantaba Iberia su canción ufana
de hidalgo en la ruina;
y la plaza de Mina,
con la húmeda ternura italiana
de sus dioses desnudos
sobre los terciopelos verdioro
de las hojas de octubre; y el decoro
de los viejos escudos;
y la risa
de las portadas donde el mármol sube,
torcido y ágil bailarín, la nube
blanca y rosa, a escalar, de la cornisa:
todo es gracia de América y de Italia;
todo ha venido, por el mar, cantando,
a unirse en este blando
lazo de humanidad y de cultura;
en este centro blanco de armonía,
claro de gracia y múltiple de acento,
abierto a todo el viento
y a toda la ironía…

Cádiz universal, libre y humano
a fuerza de divino;
pacífico artesano
al estilo oriental, verboso y fino
en la gracia sencilla de sus tiendas;
Cádiz, todo florido de balcones,
de minaretes laicos sin santones
y de calles angostas sin leyendas.

Todo es en ti blancura
de gracia y doncellez: todo, la anchura
luminosa del cielo
y el desvelo
de amor en la angostura
de la calle; y el ansia y el anhelo
con que, llena de risa y de algazara,
se abre, al viento galán, la gracia clara
del patio azul y el abra de herradura.

Todo: y el aniñado
paso de paje, tímido e incierto,
con que te llevan, llenos de ufanía,
San Fernando y el Puerto,
la cola blanquiazul por la bahía.

Todo: y esa alegría
de bailador gitano y de torero,
con que yo, prisionero
de tus gracias divinas,
ante el pisar menudo de tus finas
zapatillas de espuma y el donaire
de tu porte y tu garbo y señorío,
tiro la capa de este verso mío:
¡Señorita del Mar, novia del Aire!

Elogio a la vida sencilla

Vida inquieta, frenesí
de la ambición desmedida…
¡Qué mal comprende la vida
el que la comprende así!

la vida es soplo de hielo
que va marchitando flores;
no la riegues con sudores
ni la labres con desvelo;

la vida no lo merece:
que esa ambición desmedida
es planta que no florece
en los huertos de la vida.

Necio es quien lucha y se afana
de su porvenir en pos:
gana hoy pan y deja a Dios
el cuidado de mañana.

Vida serena y sencilla,
yo quiero abrazarme a ti,
que eres la sola semilla
que nos da flores aquí.

Elogio a la vida sencilla

Tras los honores no voy;
la vida es una tirana,
que llena de honores hoy
al que deshonra mañana.

No quiero honores de nombres;
vivo sin ambicionar,
que ese es honor que los hombres
no me lo pueden quitar.

He resuelto despreciar
toda ambición desmedida
y no pedirle a la vida
lo que no me puede dar.

He resuelto no correr
tras un bien que no me calma;
llevo un tesoro en el alma
que no lo quiero perder,

y lo guardo porque espero
que he de morir confiado
en que se lo llevo entero
al Señor, que me lo ha dado.

ENTRE LOS GERANIOS ROSAS…

¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!

Así me gritó la niña,
la de las trenzas doradas:
-corre a verla, corre a verla,
que se te escapa.

Por los caminos regados
del oro nuevo del alba,
corrí a los geranios rosas,
¡y ya no estaba!

Volví entonces a la niña,
la de las trenzas doradas.
«No estaba ya», iba a decirle.
pero ella tampoco estaba.
A lo lejos, ya muy lejos,
se oían sus carcajadas.

Ni ella ni la mariposa;
todo fue una linda trama.

El jardín se quedó triste
en la alegría del alba,
y yo solo por la sola,
calle de acacias.

Y esto fue mi vida toda:
una voz que engañó el alma,
un correr inútilmente,
una inútil esperanza…

¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!

ORACIÓN DEL AÑO NUEVO

Señor: para estos días
de Año Nuevo te pido
antes que la alegría,
antes que el gozo claro y encendido,
antes que la azucena
y que las rosas,
una curiosidad ancha y serena,
un asombro pueril frente a las
cosas…

Quiero que ante el afán de
mi mirada,
enamorada y pura,
todo tenga un misterio de
alborada
que me deslumbre a fuerza
de blancura.

Quiero ser el espejo con que
el río
convierte en gozo nuevo la
ribera:
quiero asombrarme del estío
y enamorarme de la primavera.

Señor y Padre mío:
dame el frescor de esta pradera llana,
riégame del rocío
de tu mejor mañana.

Hazme nuevo, Señor,
y ante el cielo, y los campos, y la flor,
haz que mi asombro desvelado diga:

Señor: ésta es la rosa, ésta es la
espiga…
¡y esto que llevo dentro es el amor!

RESIGNACIÓN

Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres

Porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;

por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor…,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!

EL BARRIO MISTERIOSO

Un misterio que se esconde,
una canción que se va…
Rumor de fuentes lejanas,
fugas de sombra en la cal;
enredo de calles hondas
sin principio ni final…

Todo el barrio es una niña,
con un beso a flor de labio
que no lo acaba de dar.

SOLEÁ

Ovillo de cal y sol;
entre vueltas y revueltas,
¿dónde está tu corazón ?

TARDE

Nubes altas. Viento frío.
La tarde dobla en el río
su capote de paseo…
¡Flores tiene mi deseo
para ti, cariño mío!

LA CALETA

¡ Ay, que dolor!
Aquel niño marinero,
moreno de brisa y sol,
aquel niño marinero
y a ratos mariscador,
aquel niño -¡ay, que dolor!-…
me lo apuntó la otra tarde.
señor alcalde mayor,
un mal guardia en su libreta.

¡ Todo porque se bañó,
la otra tarde -¡ay, que dolor! -…
en aguas de la Caleta
desnudito como un dios!

ORACIÓN

Yo sé que estás conmigo, porque todas
las cosas se me han vuelto claridad:
porque tengo la sed y el agua juntas
en el jardín de mi sereno afán.

Yo sé que estás conmigo, porque he visto
En las cosas tu sombra, que es la paz;
Y se me han aclarado las razones
de los hechos humildes, y el andar
por el camino blanco, se me ha hecho
un ejercicio de felicidad.

No he sido arrebatado sobre nubes
ni he sentido tu voz, ni me he salido
del prado verde donde suelo andar…
¡otra vez, como ayer, te he conocido
por la manera de partir el pan!

Versos a la Virgen del Carmen Coronada

Cargadores de la Isla,
mecedla con suavidad,
que lleváis sobre los hombros
a la Reina de la mar.
Cargadores de la Isla:
esa que vais a sacar
es la Virgen marinera,
que huele a marisco y sal;
la que llamaban Señora
y Capitana, al rezar,
los abuelos que tenían
claras almas de cristal
bajo la recia envoltura
de sus capotes de mar;
la que apacienta las olas
los días de tempestad;
la que esta tarde de julio
el crepúsculo honrará
colgando nubes de grana
por los balcones del mar.
Yo la vi que estaba triste
la Señora, en el altar.
Su rostro llenaba el lirio
de una palidez mortal
-¿Qué te pasa, mi Señora,
Capitana de la mar,
que más que Virgen del Carmen,
pareces de la Piedad?
-Tres años hace, tres años,
que me estoy sin ver la mar,
sin oler las algas verdes
y sin ver la claridad.
¡Mis hijos, los de la Isla,
ya no me quieren sacar!
-No lloréis, Señora mía,
que dice un viejo refrán
que la fortuna y el sol
igual vuelven que se van.
¡Cargadores de la Isla,
marineros de la mar!:
La Señora estaba triste:
si la queréis consolar,
cuando la saquéis, mecedla
de esa manera especial,
hecha de tango y ternura
y de vaivenes de mar,
como se mecen los santos
desde los Puertos a acá,
¡como no saben mecerlos
en ninguna parte más!
Tú, cargador, que no sabes
rezar la Salve, quizás:
si cuando la saques, meces
el paso con buen compás,
aunque no sepas la Salve,
Dios te lo perdonará…
¡que mecer así a la Virgen,
ya es un modo de rezar!

Entre los geranios rosas

¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!

Así me gritó la niña,
la de las trenzas doradas:
-corre a verla, corre a verla,
que se te escapa.

Por los caminos regados
del oro nuevo del alba,
corrí a los geranios rosas,
¡y ya no estaba!

Volví entonces a la niña,
la de las trenzas doradas.
«No estaba ya», iba a decirle.
pero ella tampoco estaba.
A lo lejos, ya muy lejos,
se oían sus carcajadas.

Ni ella ni la mariposa;
todo fue una linda trama.

El jardín se quedó triste
en la alegría del alba,
y yo solo por la sola,
calle de acacias.

Y esto fue mi vida toda:
una voz que engañó el alma,
un correr inútilmente,
una inútil esperanza…

¡Entre los geranios rosas,
una mariposa blanca!

Romance de los siete pecados capitales

Tarde abajo, el mayoral
de los siete toros negros
va sorbiéndose en un triste
rojo crepúsculo lento.

Zahones de hipocresía
lleva, y por pica el deseo:
con azahar de inocencia
tienen los estribos hechos.

Los toros con siete lunas
van corneando los vientos:
jazmines de barba espesa
tirando van contra el cielo.

«¿A dónde vas mayoral?»
«A tu corazón los llevo».

Prepara tu mariposa
de seda y luz para el juego,
sácale filo a tu espada
con pedernales de miedo
¡Fina viene de pitones
la luna de un mal deseo!

¡Brava corrida, la tarde
aquella de mi tormento!
y seda morada, en medio.
Yo con la espada y la duda
Contra mí, siete deseos.

Me rozaron en la carne
las siete liras de huesos.
Geranios de sangre fresca
mis alamares prendieron.
Me salpicaron de espuma.
No me llegaron al cuerpo.

Cuando la tarde sorbía,
rojo, el crepúsculo lento,
por los prados, ya sin toros
luz de aurora en el sombrero
sin espuela y sin estribos
llegaba el Mayoral Bueno.
Vendas de seda traía
y aceite de olivos nuevos;
arena fresca en las manos
para enarenar el ruedo.

«¿A dónde vas, mayoral?»
«A tu corazón los llevo».

Himno al hundimiento del Crucero Baleares:

En alto el brazo juramos
Cara al Sol de la Victoria
Hasta la muerte luchar
Que por España tenemos,
Con la muerte o con la gloria
Una cita en alta mar
Novios de las altas mares
Luchamos sin más alientos
Que nuestro afán español
De las glorias del Baleares
Que las preguntas al viento,
A las espumas y al sol.

Estribillo:

Muchachas de España tirad a los mares
Manojos de rosas en flor
¡ para los que mueren por salvar a España!
¡ para los que mueren por servir a Dios!

Elogio a la vida sencilla

Quiero gozar cuanto pueda,
y, con acierto y medida,
gastar moneda a moneda
el tesoro de mi vida;

mas no quiero ser jamás
como el que amontona el oro
y no goza del tesoro
por acrecentarlo más.

Quiero gozar sin pasión,
esperar sin ansiedad,
sufrir con resignación,
morir con tranquilidad;

que, al llegar mi postrer día,
quiero pensar y decir:
«Viví como viviría
si ahora volviera a vivir.

Viví como un peregrino,
que, olvidando los dolores,
pasó cogiendo las flores
de los lados del camino;

cantando he dejado atrás
la vida que recorrí;
pedí poco y tuve más
de lo poco que pedí;

que si nadie me envidió
en el mundo necio y loco,
en ese mundo tampoco
he envidiado a nadie yo».

Porque es igual que tú, claro y sereno

Porque es igual que tú, claro y sereno
Estoy enamorado del otoño.
Adoro los cipreses porque son
como tu cuerpo, conjunción suprema
de arquitectura y música.
Y adoro
ese verde con sol de los pinares
tan parecido al verde de tus ojos.
Adoro esa tristeza sin palabras
que guardamos los dos como un tesoro…
Y esa risa sin risa
que, como una limosna,
por caridad, le damos a los otros

Elogio a la vida sencilla

Conciencia tranquila y sana
es el tesoro que quiero;
nada pido y nada espero
para el día de mañana.

Y así, si me da ese día
algo, aunque poco quizás,
siempre me parece más
de lo que yo le pedía.

Ni voy de la gloria en pos,
ni torpe ambición me afana,
y al nacer cada mañana
tan sólo le pido a Dios

casa limpia en que albergar,
pan tierno para comer,
un libro para leer
y un Cristo para rezar;

que el que se esfuerza y se agita
nada encuentra que le llene,
y el que menos necesita
tiene más que el que más tiene.

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