»LUIS ALBERTO DE CUENCA
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Breve Biografía de Luis Alberto de Cuenca ¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar? haz click en el botón de la izquierda! Luis Alberto de Cuenca es un escritor oriundo de Madrid. A través de su trabajo en la Biblioteca Nacional de su país, impulsó grandes cambios y fue promotor de proyectos y actividades que tenían como propósito reivindicar la importancia de la lengua y la lectura. Asimismo, es notable su aporte como traductor, con obras en lenguas clásicas y modernas y de autores de la talla de Homero y Guillermo de Aquitania. Por todo esto, así como por su incursión en el mundo editorial, ha sido reconocido y premiado en varias ocasiones. Un pastel en los labios, un olvido La bizarra silueta de un bandido Fresas y soledad en las mejillas, de minúsculos tigres, o abubillas Se llama Marcel Schwob. Tiene veintitrés años. Se llama Louise. Es frágil, menuda y enfermiza, En sus brazos Marcel olvida que mañana Qué tres soberbios años de amor irresistible Pero lo bueno acaba. Ella muere de tisis Me gustas cuando dices tonterías, Debajo de los parkings hay mundos subterráneos ¡Océanos secretos de aguas centelleantes Conozco a una doncella de ese mundo perdido Carmen en estos casos se supera. Las chicas como tú se ríen en las barbas «Ojo por ojo Las chicas como tú responden Entre las chicas norteamericanas Dicen que hablamos claro, y que la poesía Dicen, y menudean sus fieras embestidas. (A la memoria de Gabriel) En abril de este año hablé con Bioy Casares. Silencio de barreras coralinas en el Fort du Rocher Venías de los Mabinogion. Entre el estruendo de las baterías españolas. La vergonzosa fuga del enemigo. Feliz balance en Puerto Bello. Enarbolaste la bandera negra de Némesis. Y en la choza besar tus labios RUMBO A LONDRES Hasta aquí, amor. Aquí. Fauce abisal Sombras, Propercio, sombras, gavilanes del deseo, la ofrenda de los manes, Conocerás un puente de cuchillos, Sudor frío de muerte, tenues brillos Te he encontrado en la calle No olvidaste jamás la impenetrable claridad de aquella tarde. Tierra firme y rojiza, patíbulos hirsutos, fortalezas insommes de Basse-Terre, Te alimentabas de cazabe y de naipes entonces, Amigo de los desolados octubres, Dibujaste simbólicos desdenes de piedra, de cristal, Apenas llego a distinguir el perfil de tu críptica escritura. Todo tu cuerpo es un inmenso brote de espinas, Antes leíamos novelas bizantinas, escuchábamos discos, Y ahora que está aquí, mi amor, Embrujado jardín. Dice la dama: «El frío ya no hiere mi cuerpo. Él: «Comienza en tus ojos un combate sin tregua. He preguntado a las orquídeas Y tus ojos, tus pétalos de luz, Cómo te defiendes de mí. Cómeme y, con mi cuerpo en tu boca, Una vela es el deseo. Los reyes se enamoran de sus hijas más jóvenes, Los reyes se aniquilan con sus hijas más jóvenes, En el hombro la herida me latía Cuando vivías en la Castellana Cada vez que te hablo, otras palabras La tierra estaba seca. Era su turno. Cuidadosamente Apagaste las luces y encendiste la noche. ¿Y a qué olían tus ojos? ¿Qué perfume de oro Recamaste la almohada con hilos de azabache. La blusa, el abanico, una pluma violeta, El editor Francisco Arellano, disfrazado de Sin mujer, sin amigos, sin diner, Se reflejó una luz en el letrero Se acercaba, venía a hablar conmigo. «Somos el sueño de una sombre, amigo», Este aroma no es tuyo. Cuando la sombra cae, se dilatan tus ojos, Qué blanca está la noche del placer. Cómo invita Nieva sobre el espejo de las celebraciones Para ti, pecadora, escribo cuando el alba Entraban en mi alcoba sin llamar a la puerta, Han vuelto los Gigantes de Hielo a visitarme. Desde que tú te fuiste, no sabes qué despacio Mis amigos me dicen que vuelva a ser el mismo, Pero tú te has llevado mi paz en tu maleta, Y, para colmo, sigo soñando con gigantes Bienvenida al palacio de la duda, Me gustas cuando dices tonterías, Alguien me dijo que se había ido La olvidé. Por completo. Para siempre Entraban en silencio el invitado, La noche había sido muy larga y muy oscura. Te he encontrado en la calle Niña, arranca las rosas, no esperes a mañana. De tanto amarte y tanto no quererte la luz proyecta un resplandor perlado para Alicia Mensajera de bienes, vestida de hermosura Otro ataque de pánico y van ¿cuántos? El hecho es que, a pesar de las bondades
De Cuenca ha publicado decenas de libros, entre los que se encuentran los poemarios «El héroe y sus máscaras» y «La caja de plata», los ensayos «Floresta española de varia caballería» y «Álbum de lecturas», y su «Fragmento de novela». De sus poesías resalta «Pasión, muerte y resurrección de Propercio de Asís».ALICIA LIDDELL ABANDONA EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
con nata en la memoria de la frente.
De chocolate y oro la pendiente
del seno, las ardillas del vestido.
en los ojos. La imagen balbuciente
del aquel primer amor, su negligente
porte de adolescente forajido.
celofán de los hombros, tulipanes
de brisa y risa y mar y tierna veda
al acecho de fieros gavilanes.
El cremoso susurro de la seda.EL LIBRO DE MONELLE
Su vida ha sido plana hasta el día de hoy.
Pero el relieve acecha en forma de una puta
a la que lo conduce, una noche, el azar.
silenciosa y abyecta. Casi no se la ve.
Sólo hay terror y angustia en los inmensos ojos
que le invaden la cara, dignos de Lillian Gish.
citó en la biblioteca a su amigo Villon.
Se olvida hasta de Stevenson, su escritor favorito,
de Shakespeare, de Moll Flanders y del Bien y del Mal.
aguardan al judío en la paz del burdel.
El cielo de París aún retiene sus vanas
promesas y las tiernas caricias de Louise.
y Marcel languidece, privado de su sol.
«No queda más remedio que volver a los libros»,
se dice, y da a las prensas El libro de Monelle.EL DESAYUNO
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».EL OTRO BARRIO DE SALAMANCA
que muy pocos conocen. Los habita una raza
de príncipes y reyes, de bardos y de brujos.
¡Subsuelo de las calles de Velázquez y Goya!
bajo Lista y Serrano, Jorge Juan y Hermosilla!
¡Cúpulas, altas torres de ciudades de plata!
¡Palacios encantados, templos de mármol negro
debajo de la calle Don Ramón de la Cruz!
¡Odaliscas ocultas bajo las tuberías
del gas, en el asiento de la calle de Ayala!
que me envía señales de humo por teléfono.
No consigue olvidar la ciencia de mis manos.GUDRÚNARKVIDA
Se dispone a sufrir sin una lágrima.
No se golpea el pecho con la manos,
ni gime, ni los ojos se le nublan.
A su lado se sientan sus amigas,
todas muy maquilladas, con modelos
exclusivos y oscuros, lamentando
la muerte de Ricardo entre sollozos,
Carmen está tan triste que no llora.
Tanto dolor le sube a la cabeza
que no sabe qué hacer para alojarlo.
Mientras, María rompe el fuego y dice:
«No sé si va a servirte de consuelo,
pero he sufrido mucho en esta vida.
Mi familia murió en un accidente
de coche, en pleno estado de embriaguez:
mis dos maridos, hijos, hijas, todos.
Me he quedado solísima en el mundo».
Como Carmen seguía sin llorar,
habló Julia, la de ojos transparentes,
y entre lágrimas dijo estas palabras:
«Más he sufrido yo. Mis siete hijos
murieron peleándose entre ellos
y mis padres se ahogaron en la playa
el verano pasado, uno tras otro.
Yo sola preparé los funerales
y encargué las guirnaldas de sus tumbas.
Para mí ya no existe la alegría».
Marta la triste habló, sumida en llanto:
«A mí me odia Fernando, pero teme
quedarse sin dinero si me deja.
Sale con una chica, últimamente,
que no ha cumplido aún los veinte años.
Me obliga a descalzarla cuando viene
y a servirle en la cama el desayuno.
¡No puedo más de fiestas y de drogas
y de esa horrible gente de la noche!»
Pero Carmen no llora. Se levanta,
quita la tela que cubría al muerto,
ve el pelo enmarañado por la sangre,
ve los brillantes ojos apagados,
ve el pecho roto, las mejillas frías,
los labios negros y los pies blanquísimos,
ve el despojo que ayer fuera Ricardo.
Y Carmen ya no puede seguir viendo.
Cae hacia atrás, como si aquello fuese
a desaparecer si no lo mira,
y sus amigas corren a atenderla.
Y cuando su cabeza se refugia
en un cojín que apunta al cielorraso,
no puede evitar Carmen que una lágrima,
una caliente lágrima de amor,
resbale de sus ojos.HAMMURABI
del mismísimo Hammurabi.
y diente por diente»
(lo hizo escribir en Babilonia,
hace cuatro mil años).
al amor con desdén
y al desdén con amor.
Por fastidiar a Hammurabi.LA VENUS DE WILLENDORF
que estudian español en la academia
de enfrente de tu casa, hay una gorda
que es igual que la Venus de tus sueños.
Bajo una camiseta de elefante
que pone «University of Indiana
(Jones)» y unos pantalones de hipopótamo,
se mueve por el mundo con el arte
que le da su ascendencia mitológica.
Hace ya varios días que vigilo
desde el balcón su cuádruple barbilla
y el sol dorado de su cabellera.
Hace ya varios días que le envío,
cuando se pone a tiro de mis ojos,
dardos de amor y flechas de deseo.
Pero no llegan nunca a su destino.LÍNEA CLARA
no es comunicación, sino conocimiento,
y que sólo conoce quien renuncia a este mundo
y a sus pompas y obras ?la amistad, la ternura,
la decepción, el fraude, la alegría, el coraje,
el humor y la fe, la lealtad, la envidia,
la esperanza, el amor, todo lo que no sea
intelectual, abstruso, místico, filosófico
y, desde luego, mínimo, silencioso y profundo?.
Dicen que hablamos claro, y que nos repetimos
de lo claro que hablamos, y que la gente entiende
nuestros versos, incluso la gente que gobierna,
lo que trae consigo que tengamos acceso
al poder y a sus premios y condecoraciones,
ejerciendo un servil e injusto monopolio.
Defiéndenos, Tintín, que nos atacan.LOS DOS MARCELOS
Le recordé al maestro que en un prólogo suyo de hace cincuenta años
llamó pesado a Proust,
y que en una Postdata al mismo prólogo,
escrita veinticinco años después,
cantó la palinodia:
«¿Qué es eso de matar a quienes más queremos?
Bioy me dijo que, de pequeño, aborrecía a Proust,
pero que luego se hizo mayor y aprendió a amarlo.
Yo le dije que Proust me aburría,
que no me interesaba, ni antes ni ahora, en absoluto.
Bioy entonces me dijo que leyera Albertine Disparue
como si fuera una novela policíaca,
que a lo mejor así empezaba a gustarme A la recherche du temps perdu,
como a todo el mundo sensato.
No he seguido el consejo de A.B.C.
Él se había mostrado irreverente con Proust cuando era joven,
que es cuando se dice la verdad.
Yo no quiero dejar de ser joven.
No soporto la idea de que cualquier enciclopedia
dedique siete páginas a Marcel Proust y siete líneas a Marcel Schwob.
No es justo lo que han hecho con los dos Marcelos.MAROONED
Escasea el bucán en los depósitos de la Cofradía.
You lov’d me like a mist junto a los pumas de la noche.
El látigo del ron en la garganta.
El fin de un gobernador cobarde.
Consumar con el sol una jornada victoriosa.
Me sentía orgulloso de tu valor.
y sentirme otra vez marooned.
de mi propio deseo, encadenado
y libre como el ancla entre sus limos.
Aquí, ferviente explorador de gozos.
No temas, cuerpo mío, arquitectura
sumergida, ciudad imaginada.
Gusta breve solaz, toca su lumbre,
admira su contorno, prevalece.
Tiniebla en la tiniebla, pez de sombra,
no hay heraldo que horade tu silencio
con dulce, memorable, dulce canto.
No hay heraldo. Detente, alado brillo
del sueño, resplandor de los cobardes.
Oscura vida, ven, y tus panoplias
de soledad nocturna, tus escudos
heráldicos, tu faz de terciopelo,
cristal anochecido del abandono.
Ven, oh tú, palpitante enredadera
de destrucción y plenitud, oh vida.
Y no la selva familiar, ni el húmedo
contacto de tu quilla con la proa
del mar, no el espolón entre los senos
me ofrezcas, artificio o salvación
final, sí deslizante carabela,
submarino solar y travesía
nostálgica y feliz, hermosa y triste,
lejos de Transilvania, de los ojos
tan suaves, del cabello, de las manos
que tanto amé y se han ido para siempre.PASIÓN, MUERTE Y RESURECCIÓN
oscuros, imprecisos, niebla pura,
cincha, brida y espuelas. No profanes
el mástil del amor, la arboladura
con la triste verdad de tu locura,
cosmética, veneno, miel, divanes
y el perfume letal de la lectura.
la brisa del instante, el terciopelo
remoto como el torso de una diosa.
de Cintia envuelta en luminoso velo,
y, al fin, la presencia de la rosa.UN AMOR IMPOSIBLE
y, luego, hemos cenado juntos.
Te lo he dicho otra vez:
mi vida quiere ser lo que llamaba Bowra
«the pursuit of honour through risk».
Y tu sonrisa se transforma
en una mueca obscena,
y sigues sin saber qué es el pudor.
Antes de medianoche
estabas muerta ya, amor mío.EVOCACIÓN DE FRANCISCO SALAS, COSMÓGRAFO
Llovía y navegaban hacia el Sur los navíos con algo de tristeza en las miradas:
las cariátides de proa, suaves y melancólicas como una antigua canción,
y las vinosas llanuras del recuerdo en la voz áspera del contramaestre.
como espectros surgidos de la más ambiciosa ghost story;
alineados delfines, disciplinadas orcas en el pulcro despacho de Levasseur,
y un viejo cielo añil entreverado de ángeles vudú.
revolvías en tu cabeza la idea del suicidio,
y el deseado cargamento de mujeres francesas no llegaba a alcanzar las costas de tu isla.
pensabas un acantilado de esquirlas azuladas y de secretos.
Rumbo a Jamaica todos los hombres son iguales:
arabescos de encaje en las camisas de lino puro,
desnudo el pecho selvático, risueño el corazón;
la furia de los vientos apresada en el istmo por argonautas holandeses,
sobre lujosos alambiques marinos destilando la Historia.
ensenadas umbrías, altivos promontorios de silencio.
Era triste el lamento de tus pinceles en la bahía,
como una expedición a Maracaibo (sable desnudo, pólvora,
ese antiguo clamor resucitando la belleza del instante
con la fatalidad de los oráculos imprevistos).
No hay patente de corso que permanezca siempre.
El timón acelera los pulsos de tus sienes:
sólo queda morir de fiebre o de alegría en las heladas playas del misterio.LA CHICA DE LAS MIL CARAS
pero las aves siguen comiendo en tus manos
y cantan en el bosque como si nada.
Por las noches me enseñas el universo:
hoy han sido las costas de Islandia,
la Edda de Snorri y la promesa de Winland.
Como tu cuerpo está erizado de agujas,
necesito almohadones para amarte;
luego despierto enganchado a tus labios,
cuando el sol es un punto negro en el cielo.
Si hablas, tu voz es una cascada
que arrastra cadáveres y policías de uniforme.
Hablas en verso, como Ovidio y Lope,
como el precoz escaldo Egil Skallagrimsson.
A veces te interrumpo. Tus besos llevan oro,
como las Noches de Stevenson o de Mardrus.
Son algo tan brillante. Como una nueva infancia.
No sé si tu destino es catalogar manuscritos,
si has sido bibliotecaria en Alejandría.
Un día vi cómo perseguías a un jabalí en Dordoña
(esa noche soñé con el Monarca Oscuro).
Podría hacerte un lecho de lirios o de rosas,
aunque preferiría cubrirte de alacranes.
Luego descifraríamos papiros mágicos y emblemas.
No sé cómo decirte lo mucho que te amo.
Hace siglos que desaparecieron los torneos.
Jesús sigue muriendo cada día. Hasta cuándo.
Pero Clodoveo decía que el Gólgota no sería famoso
si él hubiese estado allí, en Jerusalén, con sus francos…
no encendías jamás la luz en el desván.
Me parecía haber vivido dos veces los momentos
y bebía del suave terminarse de tus ojos.
Algunos dioses se nos antojaban ridículos:
Júpiter, por ejemplo, todos los que mandaban.
Pero las ninfas de las fuentes, los elfos, los dragones,
Mae West y Miriam Hopkins compensaban la perdida.
Hacer versos, nadar, dar de comer a un pájaro,
ejercer de sportwoman como Diana Palmer.
Buscábamos tesoros en el jardín de tus abuelos,
bajo ese sol de Heráclito que sigue sin ponerse,
con una Jolly Roger ceñida a la cintura,
saqueando glorietas y naufragando en la piscina.
tú que eres todas las mujeres,
no sé si voy a ser capaz
de recordarte y recordarme.
Todos vivimos, a la postre,
en una especie de prisión
de la que no podemos salir,
en la que nadie puede entrar.
Pero consta en el Libro Único
que, a pesar de espinas y agujas,
nos amamos alguna vez
y nos amaremos tú y yo.EL CAMPESINO Y LA PRINCESA
En un estanque,
desnuda,
te recojo.
Me parece que tengo entre los brazos
otro jardín.IDILIO
Llega una primavera que no funde la nieve
ni licúa los ríos. Primavera de brazos
y músculos y sables y dentelladas dulces.
Bajo un cálido sueño masculino me olvido.
Y en mi olvido se olvidan mis doncellas y el mundo,
lo que fui y lo que soy, mi nombre y sus aristas.»
Vencida, eres el fuego. Victoriosa, la llama.
Nunca el crimen sagrado me pareció tan bello.»PITONISA FLORAL
-dominaba el perfecto sopor del mediodía-
si tus cabellos eran sierpes
o sílabas de fuego adormecido.TUS OJOS
aquellos ojos que resumían el estío,
vasijas de pureza,
agonizan de sombra en su prisión de nieve
y de silencio.
El mundo es una catedral helada.CÓMO TE DEFIENDES DE MÍ
Cómo resistes,
desde la torre de la ausencia,
agitando el pañuelo para siempre,
sin forma ni color,
humo tan sólo,
aérea y rígida en tu nube,
diciendo adiós al mundo y a mis brazos,
muerta y levísima.
Cómo te defiendes de mí.
Cómo, al fin, me derrotas
y me sepultas, también a mí,
en la tumba sin flores del olvido,
donde mis huesos no conozcan
la senda de tu cobardía.EL FANTASMA
hazte mucho más grande
o infinitamente más pequeña.
Envuélveme en tu pecho.
Bésame.
Pero nunca me digas la verdad.
Nunca me digas: «Estoy muerta.
no abrazas más que un sueño»LA VELA
Está encendida. Ilumina
la habitación. En los muros
hay desgarraduras viejas.
La vela baila. Se cierne
sobre el espacio. Divide
la sombra en dos. El deseo
tiene pulmones de cera.
Y es el ahogo. Las cosas
bajo llave. Las palabras
no dichas. Burbujas. Brillos.
Alas rotas. Labios muertos.
O tu pecho: todo es cera.
Siempre en luz. Sobre el silencio
extiende su brasa el ojo.
Las paredes tienen grietas,
salpicaduras recientes.
Y ellos se alejan. Ignoran.
No saben qué hacer. No saben
dónde esconderse. Son otros.
Sombras de la misma vela.AMOUR FOU
Lo deciden un día, mientras los cortesanos
discuten sobre el rito de alguna ceremonia
que se olvidó y que debe regresar del olvido.
Los reyes se enamoran de sus hijas, las aman
con látigos de hielo, posesivos, feroces,
obscenos y terribles, agonizantes, locos.
Para que nadie pueda desposarlas, plantean
enigmas insolubles a cuantos pretendientes
aspiran a la mano de las princesas. Nunca
se vieron tantos príncipes degollados en vano.
se rompen, se destrozan cada noche en la cama.
De día, ellas se alejan en las naves del sueño
y ellos dictan las leyes, solemnes y sombríos.CASADA
como un segundo corazón. Si a ella
le dolía también, no me lo dijo.
La puerta se cerró. Por un momento
nos abrazamos, y eso era la vida.
Pero volvió el dolor, volvió la niebla
sobre mis ojos y frente a mis labios.
Y volverían dudas y reproches,
y la herida del hombro, y su marido.CUANDO VIVÍAS EN LA CASTELLANA
usabas un perfume tan amargo
que mis manos sufrían al rozarte
y se me ahogaban de melancolía.
Si íbamos a cenar, o si las gordas
daban alguna fiesta, tu perfume
lo echaba a perder todo. No sé dónde
compraste aquel extracto de tragedia,
aquel ácido aroma de martirio.
Lo que sé es que lo huelo todavía
cuando paseo por la Castellana
muerto de amor, junto al antiguo hipódromo,
y me sigue matando su veneno.CONVERSACIÓN
escapan de mi boca, otras palabras.
No son mías. Proceden de otro sitio.
Me muerden en la lengua. Me hacen daño.
Tienen, como las lanzas de los héroes,
doble filo, y los labios se me rompen
a su contacto, y cada vez que surgen
de dentro -0 de muy lejos, o de nunca-,
me fluye de la boca un hilo tibio
de sangre que resbala por mi cuerpo.
Cada vez que te hablo, otras palabras
hablan por mí, como si ya no hubiese
nada mío en el mundo, nada mío
en el agotamiento interminable
de amarte y de sentirme desamado.DEDICATORIA
No había ríos ni fuentes.
Y brotó de tus ojos
el agua, toda el agua.DESEADA
dobló la gabardina sobre el brazo.
Se echó el pelo hacia atrás, y su mirada
se cruzó con la mía. Con los ojos
le devolví la calma. Se marchaba,
pero regresaría, y todo aquello
terminaría bien. Cerró la puerta.
Yo me quedé sentado, acariciando,
tembloroso, su ropa interior verde.NOCTURNO
Cerraste las ventanas y abriste tu vestido.
Olía a flor mojada. Desde un país sin límites
me miraban tus ojos en la sombra infinita.
y de agua limpia y pura brotaba de tus párpados?
¿Que invisible temblor de cristales de fuego
agitaba la seda lunar de tus pupilas?
Tejiste sobre el sueño un velo de blancura.
Eras la rosa pálida tiñéndose de rojo,
la rosa del veneno que devuelve la vida.
el broche con la perla y el diamante en el pecho.
Todo abierto y en paz, transparente y oscuro,
sin dolor, navegando rumbo a tus manos frías.SONETO
Humprey Bogart, tranquiliza al poeta en un
momento de ansiedad, recordándole un pasaje
de Píndaro, Pípticas VIII 96
loco por una loca bailarina,
me encontraba yo anoche en una esquina
que se dobla y conduce al matadero.
de la calle, testigo de mi ruina,
y de un coche surgió una gabardina
y los ojos de un tipo con sombrero.
Mi aburrido dolor le interesaba.
Con tal de que no fuese un policía…
me dijo. y era bogart, y me amaba;
y era Paco Arellano, y me quería.ESTE AROMA NO ES TUYO
No es el olor tan suave de tus manos,
ni el perfume que anuncia tu llegada.
Tampoco viene de la infancia,
ni trae consigo imágenes de jardines remotos.
Tan sólo es el aroma de la sangre vertida
entre las páginas de un libro
sobre la guerra en la Edad Media.
Llevo toda la tarde sumergido
en ese olor de fiesta y de coraje.LA NOCHE BLANCA
se hincha tu pecho joven y tiemblan las aletas
de tu nariz, mordidas por el dulce veneno,
y, terrible y alegre, tu alma se despereza.
a cambiar estas manos por garras de pantera
y dibujar con ellas en tu cuerpo desnudo
corazones partidos por delicadas flechas.
y la nieve eterniza el festín de tus labios.
Todo es furia y sonido de amor en esta hora
que beatifica besos y canoniza abrazos.
me baña en su luz pálida y tú ya te has marchado.
Por ti, cuando el rocío bautiza las ciudades,
tomo la pluma, lleno de tu recuerdo, y ardo.LOS DEDOS DE LA AURORA
deshojando en el aire la flor de su perfume.
Los oía arrastrarse, leves, hasta la alfombra.
Trepaban a la cama y luego, entre las sábanas,
me anunciaban el día con sutiles caricias.LOS GIGANTES DE HIELO
No en sueños. A la luz del día. Con los yelmos
relucientes y el rostro selvático y maligno.
Tenía tanto miedo que no supe decirles
que te habías marchado. Lo registraron todo,
maldiciendo la hora en que Dios creó el mundo,
jurando por los dientes del Lobo y por las fauces
del Dragón, escupiendo terribles amenazas,
blasfemando y rompiendo los libros y los discos.
Al ver que tú no estabas se fueron, no sin antes
anunciar que darían con tu nuevo escondite
y serías su esclava hasta el fin de los tiempos.
Donde estés, amor mío, no les abras la puerta.
Aunque se hagan pasar por hombres de mi guardia
y afirmen que soy yo quien los envía.MAL DE AUSENCIA
pasa el tiempo en Madrid. He visto una película
que ha terminado apenas hace un siglo. No sabes
qué lento corre el mundo sin ti, novia lejana.
que pudre el corazón tanta melancolía,
que tu ausencia no vale tanta ansiedad inútil,
que parezco un ejemplo de subliteratura.
los hilos del teléfono, la calle en la que vivo.
Tú has mandado a mi casa tropas ecologistas
a saquear mi alma contaminada y triste.
y contigo, desnuda, besándoles las manos.
Con dioses a caballo que destruyen Europa
y cautiva te guardan hasta que yo esté muerto.BIENVENIDA
a la casa del miedo.
Cómo echaban de menos tus pisadas
las baldosas del barrio.EL DESAYUNO
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.
Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.
Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».EL ESPEJISMO
fuera de la ciudad. Y volví a verla
cuando no estaba ya. Volví a entregarme
al dolor de sentir su lejanía
y a la añoranza de sus movimientos.
Volvió a decirme en sueños que me amaba
y a protagonizar mis pesadillas.
Volví a verla denuda entre mis brazos.
Volví a verme desnudo entre los suyos.EL OLVIDO
(o eso creía entonces). Me cruzaba
con ella por la calle y no era ella
quien se paraba ante un escaparate
de ropa deportiva, no era ella
quien compraba el periódico en un quiosco
y se perdía entre la muchedumbre.
Como si hubiera muerto. No era ella.
Su nombre era el de todas las mujeres.LA FLOR BLANCA
la mujer de su amigo y la flor blanca.
Estaban en silencio. Y el espacio
de su amor era blanco y silencioso,
como la flor que lo representaba.
Y aquel silencio era deseo y culpa,
traición amarga, dulce desafío,
y había en él angustia y esperanza,
y era la plenitud, y el desengaño.LA LLAMADA
Quería oír tu voz. Que tus dulces palabras
me trajeran un poco de calma. Que el cariño
que sentías por mí viajara por teléfono
hacia mi corazón maltrecho y derrotado.
Quería oír tu voz y oí la de tu amante.UN AMOR IMPOSIBLE
y, luego, hemos cenado juntos.
Te lo he dicho otra vez:
mi vida quiere ser lo que llamaba Bowra
«the pursuit of honour through risk».
Y tu sonrisa se transforma
en una mueca obscena,
y sigues sin saber qué es el pudor.
Antes de medianoche
estabas muerta ya, amor mío.
«El hacha y la rosa» 1993COLLIGE, VIRGO, ROSAS
Córtalas a destajo, desaforadamente,
sin pararte a pensar si son malas o buenas.
Que no quede ni una. Púlele los rosales
que encuentres a tu paso y deja las espinas
para tus compañeras de colegio. Disfruta
de la luz y del oro mientras puedas y rinde
tu belleza a ese dios rechoncho y melancólico
que va por los jardines instilando veneno.
Goza labios y lengua, machácate de gusto
con quien se deje y no permitas que el otoño
te pille con la piel reseca y sin un hombre
(por lo menos) comiéndote las hechuras del alma.
Y que la negra muerte te quite lo bailado.DE TANTO AMARTE Y TANTO QUERERTE
te has cansado de mí y de mis locuras
y le has prendido fuego a nuestra historia.
Tu ropa no perfuma ya la casa.
No queda una palabra de cariño
suspendida en el aire, ni una hebra
de azabache en la almohada. Sólo flores
secas entre las páginas del libro
de nuestro amor, y cálices de angustia,
y un delirio de sombras en la calle.EL RESPLANDOR
sobre la pendiente de tus senos,
apenas contenidos en la escasa
pechera de tu vestido. Un rtesplandor
que viene de otro tiempo y de otro sitio
y que sigue brillando todavía.MIENTRAS DUERMO
y cubierta de un manto de luz, flor de la sangre
que todavía fluye por mi cuerpo, te siento
viva en todos los actos de mi triste existencia.
Eres tiempo y espacio, historia y geografía
de los restos de vida que me queden. De noche,
mientras duermo, descansas en el bosque sagrado
de los mitos, y sueñas que el dolor de este mundo
desaparecerá, fundido en tu crisol
de bruja buena y sabia. Y cuando me despierto,
herido por los lentos puñales de la angustia,
tú sigues en el reino de Morfeo, y te alejas
en busca de ese mar que tanto ansías ver
de nuevo este verano. Y viertes claridades
desde la nebulosa de tu sueño, y recitas
en silencio poemas contra la oscuridad,
y vives tu quimérica realidad paralela
sin pedir nada a cambio. Por eso, y por el pan
que los dos compartimos desde hace tantos años,
te celebro y te canto en esta madrugada
con ataque de pánico incluido, y te ofrezco
la región devastada de mi alma, el jardín
marchito de mi espíritu, y este corazón mío
que aún late en honor tuyo.
Madrid, 27 de abril de 2020PÁNICO
Hasta en el orden íntimo se impone
la cuantificación. ¿Estamos locos
o solo lo fingimos? Una injusta
y odiosa filiación etimológica
hace que el nombre ‘pánico’ derive
del adjetivo ‘pánico’ y que este
venga a su vez del Pan de la leyenda
antigua, tan simpático y travieso
que le cedió sus cuernos y pezuñas
al Diablo de la iconografía
cristiana medieval (y así hasta hoy).
Rubén motejó a Pan de «padre ambiguo
de milagros eternos» y Arthur Machen
escribió una novela sobre él.
No se merece Pan que se adjetive
su nombre para dar nombre al ataque
de ansiedad y terror que cada vez
me atormenta con más y más frecuencia,
especialmente ahora, con un virus
señoreando el mundo y condenándonos
a no salir de casa. Y lo peor
es que, si analizamos este trance
con realismo, vemos que es absurdo
que venga a fastidiarme tanto pánico:
tengo sesenta y nueve florecientes
años que se rebozan en el lodo
pandémico y terrestre, sin que me haya
contagiado (por suerte y de momento);
los míos —mi familia, mis amigos—
están bien; no me duele la columna;
los males que me aquejan van despacio,
sin demasiada prisa por matarme;
y para subrayar tan buena estrella,
he encontrado hace poco a muy buen precio
los tres volúmenes de Le Parnasse
contemporain —los tres, el opus magnum
con que se inicia en Francia el movimiento
que se ha dado en llamar Parnasianismo—.
que se acumulan a mi alrededor,
sigo sintiendo un pánico cerval
más a menudo cada vez, un pánico
que no tiene que ver con el dios Pan
y sí con el siniestro laberinto
sin puertas ni ventanas que es el mundo
para mí en cada ataque; una cisterna
bizantina infestada de bichejos
dignos de Brian Froud, pero en malvado;
un pozo en el que caigo y no consigo
llegar nunca hasta el fondo; un comecome
que inunda de picores mi trastienda
mental; un cementerio en que los muertos
abandonan sus tumbas y me dicen:
«Ven con nosotros. Vamos a ensayar
contigo la versión dramatizada
de un famoso relato de Edgar Poe.
Se titula El entierro prematuro».
Madrid, 24 de mayo de 2020