SI TE HE VISTO NO ME ACUERDO [Mi poema]
Roberto Bolaño [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

(2 Sonetillos)

Me encuentro con mi pasado,
le guiño y no me saluda,
presiento, no tengo duda,
que el muy tuno me ha olvidado.

No piensen que me ha enfadado,
¿que él me ignore? me la suda,
pues me he cambiado de muda
y del lastre liberado.

No me permuto por nada,
como soy yo estoy contento
con la vida parrandeando.

¿El remedio? una pomada,
le aplico un poco de ungüento
y al ayer le vayan dando.

Mas si a nacer yo volviera,
lo que no creo es probable,
mostraría más amable
a mi cara y mi cartera.

La cara, la puñetera,
-que ahora no es nada sociable-,
que el amor fuera palpable
si se observa desde fuera.

Y ¿qué decir del dinero
que a la fecha no hayan dicho?
Que fuera más generoso.

Mas, ya puestos, lo primero,
si he de darme algún capricho,
escribir algo gracioso.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Roberto Bolaño

(Premio Herralde en 1998 y Premio Rómulo Gallegos en 1999)

Godzilla en México

Atiende esto, hijo mío: las bombas caían
sobre la Ciudad de México
pero nadie se daba cuenta.
El aire llevó el veneno a través
de las calles y las ventanas abiertas.
Tú acababas de comer y veías en la tele
los dibujos animados.
Yo leía en la habitación de al lado
cuando supe que íbamos a morir.
Pese al mareo y las náuseas me arrastré
hasta el comedor y te encontré en el suelo.
Nos abrazamos. Me preguntaste qué pasaba
y yo no dije que estábamos en el programa de la muerte
sino que íbamos a iniciar un viaje,
uno más, juntos, y que no tuvieras miedo.
Al marcharse, la muerte ni siquiera
nos cerró los ojos.
¿Qué somos?, me preguntaste una semana o un año después,
¿hormigas, abejas, cifras equivocadas
en la gran sopa podrida del azar?
Somos seres humanos, hijo mío, casi pájaros,
héroes públicos y secretos.

Los detectives perdidos

Los detectives perdidos en la ciudad oscura.
Oí sus gemidos.
Oí sus pasos en el Teatro de la Juventud.
Una voz que avanza como una flecha.
Sombra de cafés y parques
Frecuentados en la adolescencia.
Los detectives que observan
Sus manos abiertas,
El destino manchado con la propia sangre.
Y tú no puedes ni siquiera recordar
En dónde estuvo la herida,
Los rostros que una vez amaste,
La mujer que te salvó la vida.

El mono exterior

¿Te acuerdas del Triunfo de Alejandro Magno, de Gustave Moreau?
La belleza y el terror, el instante de cristal en que se corta
la respiración. Pero tú no te detuviste bajo esa cúpula
en penumbras, bajo esa cúpula iluminada por los feroces
rayos de armonía. Ni se te cortó la respiración.
Caminaste como un mono infatigable entre los dioses
pues sabías -o tal vez no- que el Triunfo desplegaba
sus armas bajo la caverna de Platón: imágenes,
sombras sin sustancia, soberanía del vacío. Tú querías
alcanzar el árbol y el pájaro, los restos
de una pobre fiesta al aire libre, la tierra yerma
regada con sangre, el escenario del crimen donde pacen
las estatuas de los fotógrafos y de los policías, y la pugnaz vida
a la intemperie. ¡Ah, la pugnaz vida a la intemperie!

La griega

Vimos a una mujer morena construir el acantilado.
No más de un segundo, como alanceada por el sol. Como
Los párpados heridos del dios, el niño premeditado
De nuestra playa infinita. La griega, la griega,
Repetían las putas del Mediterráneo, la brisa
Magistral: la que se autodirige, como una falange
De estatuas de mármol, veteadas de sangre y voluntad,
Como un plan diabólico y risueño sostenido por el cielo
Y por tus ojos. Renegada de las ciudades y de la República,
Cuando crea que todo está perdido a tus ojos me fiaré.
Cuando la derrota compasiva nos convenza de lo inútil
Que es seguir luchando, a tus ojos me fiaré.

Lluvia

Llueve y tú dices es como si las nubes
lloraran. Luego te cubres la boca y apresuras
el paso. ¿Como si esas nubes escuálidas lloraran?
Imposible. Pero entonces, ¿de dónde esa rabia,
esa desesperación que nos ha de llevar a todos al diablo?
La Naturaleza oculta algunos de sus procedimientos
en el Misterio, su hermanastro. Así esta tarde
que consideras similar a una tarde del fin del mundo
más pronto de lo que crees te parecerá tan sólo
una tarde melancólica, una tarde de soledad perdida
en la memoria: el espejo de la Naturaleza. O bien
la olvidarás. Ni la lluvia, ni el llanto, ni tus pasos
que resuenan en el camino del acantilado importan;
Ahora puedes llorar y dejar que tu imagen se diluya
en los parabrisas de los coches estacionados a lo largo
del Paseo Marítimo. Pero no puedes perderte.

I

He soñado labios
(¿Solitarios y abiertos? ¿Partidos por el viento?)
Labios como corazón de ornitorrinco
Se mueven entre las ramas Nada se escucha
(¿Han quitado el sonido? ¿El sonido bajo los árboles?)
Labios húmedos que sonríen al final de mi sueño
Sobre un fondo de hojas El empapelado
de esta pieza de hotel Dibujo tenaz
Rumor del medievo

II

Los floreros disimulan
La puerta del Infierno
Con cierta clase de luz
Y a determinada hora
De repente te das cuenta
Ese objeto es el terror

III

Escribe el sexo rojo atravesado por palmeras grises.
Similar es este eclipse a tus lentes que caen al abismo.
En la sala de lecturas del Infierno.
Con los hombres concretos y los hombres subjetivos
y los buscados por la ley.
Poemas seleccionados de su poemario Poesía reunida.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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Cuando suenan de la iglesia las campanasme recuerdan…
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