Este es Hugo, orondo y tan grandote, sin perilla, pendiente y sin bigote, fardando, dos, de alcores mofletudos a punto de explotar y dejar mudos al mismo don Quijote.
Yo tuve el corazón hecho unos zorros. Ocurría en abril. Una mañana. Subía desde el campo a mi ventana el olor a frescor de unos matorros de una huerta cercana.
Hablo hoy de ti, de mí, de lo que pasa, del día en que tú y yo nos conocimos, de aquellas experiencias que vivimos, del fuego que abrasó y que ya no abrasa, los besos que
Te espero, y aunque sé que no vendrás, no puedo soportar tu ausencia. Espero. Soy idiota, lo sé. Mi desespero me insiste en que vendrás y no te irás. Soy reo del cartero.
Yo quiero al ser humano Le quiero al sanitario que me atiende, al pobre que mendiga y doy la mano, a aquel que me desprecia o no me entiende, y al que huele tan mal que el odio extiende, carnívoro
Estás, madre, sentada ante el espejo el mismo en el que antaño te mirabas. Te veo aquí pintada en tu reflejo ahora igual que tú, que ya soy viejo, pensando en cuando niño me abrazabas.
Hoy te escribo esta carta, que no es mía, tampoco es para ti, seré sincero, la flor que un día fuiste en mi florero motivo de tristeza y de alegría que tanto yo regaba y florecía...
Hablemos con franqueza. Medias tintas solo para el amor son sucedáneos, se suben a la chepa en los amaños y engañan a los ojos con sus fintas huyendo la pasión por sucios caños.