FANTASÍA DEL TIEMPO [Mi poema] Félix Franco Oppenheimer [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo
Fantasía de un día que se va
y nunca a retornar él ya se aviene,
-el tiempo ya se sabe es lo que tiene-
por mucho que se insista seguirá
no importa si conviene o no conviene.
El día, esa medida de la vida,
que cae cual las gotas de una fuente,
y lo hace suave, rauda y persistente
sin que haya nunca nadie que lo impida,
del río es ese el día un afluente.
El mes, una patada en el trasero
que acaba de empezar y ya se ha ido,
apenas contemplarse en lo vivido
lo mismo que si fuera un temporero,
el mes está arrugado y encogido.
El año es dar un salto en el vacío
impar, es a la vez un traicionero,
no sirve si le tratas con esmero
que él sigue sin parar a su albedrío,
el año puede ser de aquí te espero.
Un siglo, los cien años ¡quién los viera!
los mismos que vivió Matusalén,
y dicen durarán un santiamén
y hay otros que serán lo que Dios quiera
y yo que no sé nada, amén, amén.
©donaciano bueno
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Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Félix Franco Oppenheimer
GARFIOS
«Atado fatalmente a lo mediato,
miro el espacio en el milagro dulce
de la existencia y el pulido barro.
Frente, el ojo lila del horizonte
circundándome con sus lejanías
que sofocan con sus saudades grávidas…
Un buen día, mis ríos, con celeste
ímpetu crecieron, caí en sus aguas
y ahogué de eternidades, desde entonces,
mi voz se ha vuelto musical cascada.
La enorme ola de la vida nos viene
de sabias voces sordas en sus sombras;
morir para nacer en la inocencia;
y así siempre como el cantar primero.
Veleta de cuatro vientos mundanos
y uno único, por el cual es más
que veleta y se conducen los vientos:
una ola lleva luz, otra tinieblas,
aún el hombre en lo mudable lo tiene.
Una de sus olas es negra, la otra,
clara, entre ambas el ser, mientras sonríe
plácida la vida al misterio mudo.
En lo inalcanzable —telón sin parches
o asas ciclópeas—, clavada la estrella,
y creciendo en mi corazón brumoso,
como el ojo más tétrico de Dios…
Abismo a lo alto, abismo a lo hondo; abismo;
los astros, con sus miradas de piedras
venenosas, y el hombre, fiel hormiga,
indiferente a sus huellas suicidas…»
(El hombre y su angustia, 3.a ed.)
EL HOMBRE Y SU ANGUSTIA
Acaso sea yo un sueño desvelado,
absorto en duros cielos fugitivos,
tal vez, sabiéndome, en la trilogía
vital del recuerdo, tránsito herido;
de temprano, los vientos iracundos
me lanzaron al voraz torbellino,
y en la sombra que desea ser alba,
fábula fui de corazón transido,
pero dueño del fuego por la gracia
ganado, en agonía, al rojo vivo,
en la hoguera del dolor calentaba
mariposas, lleno de regocijo,
y una estrella distante, en mí nacida,
me atraía con su alado designio,
para dejarme atado a su sorpresa
en codicia de eternidad, cautivo;
-pájaro anhelante de lejanías
bebiendo sin cesar su propio vino.-
…Y he aquí que una fuente serena existe,
cerrada en suave turbación de lirio,
a la que hay que ir ebrio, sintiendo, un ala
ahondar y un sol quitarnos el latido.
Dios se mira más Dios en esta fuente
-poeta con plectro y con su olivo.-
Si el corazón en esta fuente no fuera
como un niño a mirarse, ¡cuánto hastío,
habría en este recuerdo que se hunde
en el tiempo para ser un olvido,
que con rutas y heridas en las manos
sueña hallarse en el sueño confundido!
YO SOY EL ESCULTOR
Yo soy el escultor de la mancha de lodo,
íntima ideación soñada en la distancia como una realidad sin realidad,
como un horizonte fantástico;
—era la bruma de la melancolía en el yermo de la desolación amarga,—
aunque estaba ardiendo en la primavera,
hecho angustia la muerte latía como único mundo,
mas por encima de la muerte, era la vida, serenamente triste,
clarísima en su realidad sin contornos,
por eso, al desatarse la furia de Dios creador
tomé el cincel para modelar mi propia estatua
que fuera fuego altivo en la espiga de mármol puro.
Empecé por infundirle un singular soplo,
disparado a la onda sin reposo,
y en su interior reducto, amasijo de Laconia;
después le puse en marcha un corazón, —círculos rojos de mieles redondas,—
lleno de rosas y hojas de laurel
donde se deslizara el tiempo y se llenara de eternidad la vida;
de los atónitos globos miradores,
-alba y crepúsculo,-
salió la dura estampa de los días iguales;
y de la mariposa fija de los labios
los pájaros ansiosos a rezar en meditación de cuatro vientos;
de las manos, -signos del yo y del no yo-,
el rayo rubricando mundos que cuentan la gloria del artista;
y así fue surgiendo la figura, de adentro hacia fuera.
Yo soy el escultor de la mancha de lodo
que se encontró en el páramo y no halló mármol,
ni cincel, ni modelo, ni sueños, ni mundos,
y todo lo creó para empezar la vida y seguirla como los pájaros…
Y comencé a existir a mediados de la muerte.
INTROSPECCIÓN
¿Adónde nos conduce la mirada?
¿Qué le impide su vuelo transparente?
¿Será acaso que ni llega ni ata
en su infinita claridad ahogada:
como cielo en elípticos cristales
donde palpita el rayo de la nada?
Si por ley natural pudiera verme
tal cual soy, sin reflejos y sin sueños,
me parecería a mí mismo extraño,
sin poder distinguirme; la mirada,
—globo de blanda luz y dura ley—,
no podría llegar a sus fronteras.
Acaso, en el uno indeterminado
podríamos mirarnos, pero nunca
en el uno total, que nos haría
volcán de confusiones la existencia.
SOLILOQUIO
Soy ignorante y no me explico el mundo,
no me explico el mundo;
Recia raíz del dolor en barro flaco,
en barro flaco,
que la brisa febril, me seca y pudre,
me seca y pudre;
sin embargo, la ceiba está en pie,
en pie…
Casi lo sé, Señor, mas no lo sé,
mas no lo sé;
el torbellino es ciego y todo arrasa,
y todo arrasa…
humano soy, y este dolor es de hombre,
que es de hombre.
Y miro en este espejo a Dios –su imagen-,
a Dios, su imagen,
que empaña a veces, ajena rizadura,
con Austro que no fija rosa alguna…
Ir a un país desconocido
y reconocerlo poco a poco,
saber que está ahí lo que nos pertenece
y que hemos tenido en letargo sombroso
pero que de repente lo tenemos
como en inocencia de recuerdo, absorto,
o tal vez de olvido,
y afirmarnos por estar ajenos al odio,
teniendo frente a frente la vida
lo que realmente somos,
pendón que nos invita
al solazado gozo…
Mas, viéndonos ya de vuelta, no queriéndolo
por amor natural al enojo
de realidades físicas,
viene otra vez a nosotros
el desengaño por no haber hecho nuestro
ese país desconocido, de antes propio.
El tiempo es un gran túnel que ciega cuanto existe,
que ciega cuanto existe y enmohece este bolígrafo
con que trazo estas sombras de mi muerte, y que deja
tras su correr, interminables laberintos;
y si no tiene prisa, es su marcha impertérrita,
—es ciprés en invierno, geranio en estío—,
dios más viejo que Dionisos que acaso muere
para seguir pintando de hermosura los lirios,
nadie le hable, que para nadie tendrá su flauta
músicas antes oídas; tiene él todos los signos
del cielo y de la tierra, mas, él es nada, a nadie,
pertenece, —¡y pensar que de todos es hijo!—,
con todos va a la fiesta, con todos va a la muerte,
pero todo ello, no es más que falso equilibrio,
porque él no va a ninguna parte, —ave o esfinge—;
dice él: “aquí estoy”, pero miente, sigue escondido;
de “conventos y flores”, o “flores y conventos”,
no es su juego, el de él, es de “llegaste y huido”,
que nunca lo veremos, para en todo burlarnos
por estar en el viento en diabólicos ritos…
En mediodía
sólo queda el conejo
de vigilantes ojos,
saltarín del enredo
sitiador que nos halla
en todos los trayectos
con la flor y el geranio
en su hocico de fuego…
Apenas me conozco,
no sé quien soy
que al ir de mí, al otro,
ya no soy yo,
y me extraño de todo
en mi interior
tal como si anduviera solo
por donde voy.
La luz se encuentra,
sola en su centro
iridiscente;
su fulgor neto
se halla a sí mismo
en azul fuego;
constancia diáfana
de lo sin término.
Y todo se ha quedado
en el soñar primero
en pájaros nostálgicos
cantándole al misterio.
El olvido
del olvido,
lo no vivido.
Lo no vivido,
el olvido
del olvido.
Eso ha sido
lo vivido…