TRISTE LA VIDA PASA [Mi poema] Almudena Sánchez [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Triste la vida pasa como las olas, Tiene el alma gitana, tiene el embrujo Sueña con encontrar su nuevo destino, Aunque ya la distancia va siendo corta Cree estar preparado mas es incierto |
Comentario del autor sobre el poema: Así es la vida. Y aunque hay quien dice estar preparado para el final, la realidad es que es un trago difícil de digerir.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Almudena Sánchez
REGALOS DE COMUNIÓN
Cosas que poner en una percha,
por ejemplo, murciélagos dormidos.
Y un reloj
y otro reloj
y otro más, de naturaleza digital.
Y uno de pulsera
y el derretido de Dalí
y uno con un cuco verde
histérico y mordaz
y un sujetador
que no es de mi talla.
Tengo el pecho ametrallado.
Una calculadora
que registra mis pérdidas
incalculables
de amigas rubias,
perros mezclados,
libros leídos con aceleración,
peinados que se deshicieron
jugando al escondite.
Mi coleta nunca tendrá la poesía
que tuvo a los seis años.
Si enciendo y apago
aquella calculadora científica
water protect y resistente al polvo,
el resultado es siempre el mismo:
un maldito escalofrío
que me impide hablar.
¿Por qué no habla esta niña?
Miss Mutis me apodaron
en un campamento estival
a la luz de un farol
al que se acercaban insectos
que morían al instante.
Qué planeta tan heliocéntrico.
He visto alas quemadas,
he corrido por los pasillos resbaladizos
de la orfandad
con ellas en la mano
para enseñártelas, mamá.
Si las tocas, crujen,
si las masticas, se disuelven
y, si las tiras al contenedor,
arden voluptuosas.
Siento fiebre.
El termómetro se rompe en mis axilas.
En mis labios.
En mis sienes.
Soy hija del calor
y de una olla hirviendo.
Podemos reanudar el cóctel,
llevo cinco relojes en la muñeca:
cada uno marca una hora distinta.
Las seis, las doce, la hora del diablo,
the blue hour y the golden hour.
Solo hay una verdadera fiesta aquí.
Es la fiesta del crecimiento vertiginoso
mientras crepita el fuego.
ANIMALES RUMIANTES
Vivo con tu pellizco en la espalda.
A veces lo percibo más
cuando me rebelo
inhumana
y me pregunto
si un semáforo es también una madre.
Deseo despegarte de mis
omóplatos,
arrancarte de mis
vértebras,
olvidar tu beso eterno
en la nuca
y tus ojos de piedra
ante mi avance
desequilibrado y kamikaze
hacia los árboles del bosque.
Te comparo con esas figuras griegas
que me enseñaron en los libros de texto
a las que les llenaba la cabeza
de goma de borrar.
Luego soplaba fuerte.
Mi pupitre infantil fue un lugar
completamente nevado
de precipicios insondables
que maldigo
y echo, con frecuencia,
de menos.
Allí escribí mi primer poema.
con un lápiz mordido.
Un profesor me mandó al rincón:
a resarcirme
y a pensar.
Y a pensar mejor.
Y a pensar razonadamente.
El poema se borró solo de la mesa.
Una ráfaga tiene la misma duración que un lamento.
(Expresado en términos numéricos: x • y = 400 000).
Tras tantos castigos,
me volví filosófica y onírica
como un animal rumiante
pastando en llanuras estériles.
Una vaca, un ciervo o una cabra
solo se concentran
en el ruido que emiten
cuando mastican.
Y su única tarea consiste en digerir:
digerirlo todo.
POEMA TEXTIL
Estudio matemáticas.
Tú coses botones
de camisas a rayas.
Nos une, ahora, el ser fructíferas.
Geométricas.
Me revoluciono al comprender
que hay líneas paralelas
que nunca se tocan
ni se tocarán jamás,
ni siquiera en los confines del universo.
En ellas se inspiraron
los cables de alta tensión
que van por encima de nuestras cabezas.
Continúas cosiendo botones
que se pierden por los suelos.
Yo los recojo
con actitud contenida.
Hay actos
que requieren cierta delicadeza
de manantial.
Y luego beso sus cuatro agujeros:
una diminuta constelación.
Gramática de mi madre (La Uña Rota),
MI POETA INVITADO: Julio Mariscal Montes
¿Qué he sido yo hasta ahora?
¿Qué he sido yo hasta ahora?
Amor mío. ¿Qué ha sido
este erial sin ti por treinta inviernos rudos?
Un pedazo de arcilla -grosera, tosca arcilla-
como esta que pisamos, que elevaron auroras, que sostuvieron ansias,
que tenderán los años para que otos la pisen.
¿Qué he sido yo hasta ahora con mi corazón loco
de enramadas y estrellas puesto en cualquier esquina?
Qué he sido yo, amor mío, antes que me trajeras
en tu risa pequeña la angustia de perderte?
POr ti he sabido el hondo silencio de los sauces,
la dorada nostalgia de la rosa y el trino;
por ti la tarde es un estanque vivo
de canciones de rueda y árbol con iniciales.
Por ti, amor mío, tengo un enjambre en los labios
y hasta lo más terrible -lujuria, muerte sangre-
se me vuelve de mieles, se meedifica en altos
ventanales de gozo
para contar los días que te tengo soñando.
A veces me pregunto
A veces me pregunto: ¿Sabrá ella
hasta qué oscura meta caminamos?
¿habrá sentido entre mis besos altos
el áspid tenebroso del deseo?
¿Es que, acaso,
has soñado siquiera
que esas quince palomas de tus pechos
se van a hacer vilano entre mis dedos?
¿Pero, es que ignoras, dime,
amor mío, regato en mi costado,
que tus noches de holanda y azucena
van a ser yunque de mis treinta años?
Y entonces -ya la fuente con estrellas
o el Ángelus de miel entre los pinos-
y entonces me pregunta
este tan loco corazón que estalla:
¿Es que lo sabes tú? ¿Es que tú, acaso,
has pasado del abecé del beso,
de la palabta rosa, o de ese encaje
de citas y canciones, niños, parques
y luna sola, allá entre las adelfas?
Cuando estoy solo…
Cuando estoy solo digo: «de mañana no pasa»,
mañana entre mis brazos, como dos ríos locos.
Como dos corazones en llama viva. Como
dos pecados mortales en un alma encendida…
De mañana no pasa que una palabra oscura
tiña de rojo el blanco pañuelo de tu frente,
que un gesto haga cosecha la viña de tus senos
tan bobamente niños, agraces todavía…
Pero llega mañana -la rosa de la tarde
quenándose en el oro puro de tus cabellos-
y basta una sonrisa tuya, un esbozo apenas
de tu mirar de frente,
para que en un momento se ferrumbe en tus nardos
toda la arquitectura de mis noches de insomnio.
Pasan hombres oscuros…
Pasan hombres oscuros con su miseria a cuestas,
son los abandonado, los proscritos del sueño,
hombres con horizontes de monedas y olivos
que no alcanzan la tierna perfección de la rosa.
Es inútil gritarles: aquí tienes el oro,
en este cielo puro millonario de estrellas,
ven a vaciar tus manos en los lentos crepúsculos
a coronar tus ansias de brisas y recuerdos.
Es inútil gritarles porque seguirán siempre
disputándole céntimos al alba o a la nube,
calculando los acres de cada sementera
aunque el surco delire florecido de alondras.
Pero tú y yo sabemos, Soledad, de ese niño
cuyo llanto levísimo colma la madrugada
y que este andar soñando por caminos de luna
es algo más que el tópico de un siglo amortajado.
Deja que ellos prosigan con su lastre en el alma
cautivos en el debe y haber de las fanegas,
ligeros de equipaje, aquí estamos nosotros
bebiéndonos el mundo con nuestas ilusiones.
De Pasan hombres oscuros