LLEVANDO LA CONTRARIA (Mi poema)
Rafael María Baralt (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Estaba Dios sentado en su tronera
pensando y vigilante,
si el hombre nunca andaba hacia adelante
buscando una razón a esa manera,
la forma de cambiarlo en ese instante.

Veremos qué he de hacer, qué se me ocurre
a fin de esto evitar,
aquello que debiera de cambiar.
Pues tanto es lo que insisto que me aburre
y sufro al su torpeza contemplar.

Acaso esté en las marchas el problema,
que yo me equivoqué,
o acaso de mecánica no sé,
por qué me habré metido en tal dilema
a ver cómo descubro yo el por qué.

Y oyó una voz sacando de esa duda
que no es la maquinaria,
y está en la inconsistencia solidaria
que al hombre lo que digas se la suda
y tiende a ti a llevarte la contraria.
©donaciano bueno.

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MI POETA SUGERIDO: <strong>Rafael María Baralt</strong>

Rafael María Baralt

A Dios

Perlas son de tu manto las estrellas;
tu corona los soles que al vacío
prendió tu mano, y de tu imperio pío
espada y cetro al par son las centellas.

Por el éter y el mar andas sin huellas;
y cuando el huracán suelta bravío
sus mil voces de un polo al otro frío,
con tu voz inmortal sus labios sellas.

Doquiera estás; doquier llevan tu nombre
mares, desiertos, bosques y palacios,
cielos y abismos, el animal, el hombre.

Aunque estrechos la mente y los espacios
te llevan, ¡oh Señor!, sin contenerte;
te adoran, ¡oh Señor!, sin conocerte.

El mar

Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
besas rendida al pie de tu muralla,
o si bramas furioso cuando estalla
la ronca tempestad que al mundo atruena.

¡Cuán majestuosa y grande si serena!
¡Cuán terrible si agitas en batalla,
pugnando por romper la eterna valla,
con cólera de esclavo tu cadena!

Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
de mundos escogidos, prodigiosa 10
suma infinita que tu mole oprime.

Y son tu abismo y vastas soledades,
como imagen de Dios, la más grandiosa;
como hechura de Dios, la más sublime.

A la señorita venezolana Teresa G.

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso, 5
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado, 10
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.

Imprecación al sol

¡Rey de los astros, eternal lumbrera,
del vasto mundo, fecundante llama
que al hombre, al bruto, al vegetal inflama,
y luz, vida, y amor vierte do quiera!

Por ti se rige la anchurosa esfera; 5
el jilguero feliz trina en su rama;
brilla el rocío, y su caudal derrama,
de flores coronada, primavera.

¿Por qué, cual barro vil, inerte y ciego,
al malvado y al justo igual concedes 10
tus rayos de oro, tu esplendor, tu fuego?

¡Oh! La luz celestial, al bien propicia,
si severa castiga, da mercedes;
pues Dios no es la Igualdad: es la Justicia.

A Alberto Lista

¡Bien haya la piedad que augusta ofrenda
de oliva y lauro a tu inmortal memoria
justiciera dedica y tu alma gloria
a las celestiales musas encomienda!

¡Que en la patria infeliz acaso encienda 5
espíritu vital tu clara historia
y trueque en oro nuestra vil escoria,
llama de honor, que de virtud sea prenda!

Mas no será; que envejecida España
varones como tú ya no concibe, 10
ni en fecunda labor produce un hombre.

Murió la ínclita edad, ni héroe, ni hazaña
la presente enaltece, y triste vive
sin amor y sin fe, sin Dios, sin nombre.

Contestando a una invitación

No niego la costumbre: menos niego
su fin estomacal, su origen santo,
ni el alto rito que con dulce encanto
nos convida de Pascua el grato juego.

Entre pavo y jamón; al vivo fuego 5
que enciende el vino, repitiendo el canto
del vate alegre, y de una hermosa en tanto
cumpliendo el gusto, adivinando el ruego.

Mas sin que pueda el que con fiebre yace,
dado al demonio, en maldecida cama 10
oler siquiera la exquisita cena.

Al Parnaso con ella. Cristo nace:
adoradle y comed. la mesa os llama:
sois cristiano de pro, y es Nochebuena.

A Dios

Cielos, orbes y abismos reverentes
narran tu gloria, ¡oh Dios!, y tu grandeza;
y ante el sol inmortal de tu belleza
postran los santos las radiosas frentes.

Materia y forma, especies y vivientes 5
sacaste a luz con próvida largueza;
y bebe, sin cesar, naturaleza
copiosa vida en tus eternas fuentes.

Diste al hombre tu imagen, y un destello
es su razón de tu razón sublime, 10
con que pusiste al gran prodigio el sello;

pues sólo aquel es digno de adorarte
que en libre estadio el pensamiento esgrime,
y libre puedo, aunque en error, negarte.

A la Santa Cruz

Fuiste suplicio en que a morir de horrenda
muerte de oprobio y de dolor profundo
el hombre a sus esclavos, iracundo,
en su justicia condenó tremenda.

Y ora, contrito, religiosa ofrenda 5
de amores rinde ante tus pies el mundo
y de ti brota en manantial fecundo
consuelo al justo, al pecador enmienda.

¿Por qué trocado tu baldón en gloria,
y en júbilo por qué tu pesadumbre, 10
y en santo libro tu infernal historia?

Porque el Venido de la excelsa cumbre
dejó en tus brazos su feliz memoria,
y de su amor inextinguible lumbre.

Otra versión del mismo

Suplicio fuiste en que a morir de horrenda
muerte afrentosa y con valor profundo
el hombre a sus esclavos, iracundo,
en su justicia condenó tremenda.

Purificada por Jesús, ofrenda 5
de amor y cultos te consagra el mundo;
y hallan en ti consuelo el moribundo,
el justo premio, el pecador enmienda.

¿Por qué trocados tu baldón en gloria,
en dulce libertad tu servidumbre, 10
en santo libro tu infernal historia?

Porque el Venido de la excelsa cumbre
dejó en tus brazos su feliz memoria,
y de su empírea majestad vislumbre.

Al mismo asunto

Alto Portento del amor divino
tus oprobios, ¡oh Cruz!, torna en blasones
y el suplicio de esclavos y ladrones
de Dios a la mansión abre el camino.

Lábaro fuiste al magno Constantino 5
y por ti victoriosas sus legiones
anunciaron a pueblos y a naciones
nueva luz, nuevo altar, nuevo destino.

Entre cielo y tierra lazo fuerte,
del orbe antorcha, de la historia guía 10
en quien eterna la verdad reposa;

cuando vive y respira vendrá a muerte;
Tú con Jesús en el postrero día
asistirás triunfante y gloriosa.

Luzbel en la redención

I
Muere Jesús y al punto estremecida
siente crujir la esfera su cimiento;
enmudece la mar, párase el viento;
viste de luto el sol su luz querida.

Los muertos en sus tumbas por la vida 5
asaltados se ven, y hondo lamento
mustia levanta al alto firmamento
la tierra toda en su Hacedor herida.

Del redentor la sangre gota a gota
se derrama en Luzbel, y su tortura 10
descubre y su terror así el precito.

Nunca, ¡oh Dios!, el hombre agota
tan sólo mi dolor por siempre dura
inmortal como tú, cual tu infinito.

II
Y una voz le responde: «En medio al coro
de los benditos ángeles un día,
tu belleza sin par resplandecía
como en lóbrega noche ígneo meteoro.

Fugaz como él, riquísimo tesoro 5
perdió de gracia y luz tu rebeldía;
y el que al trono de Dios cortejo hacía
bajo al abismo en sin igual desdoro.

Allí tu reino; allí de tu delito,
y del antiguo honor cruda memoria: 10
allí eterno dolor, eterno llanto.

De tu rabia feroz vano es el grito:
venció la cruz, y su inmortal victoria
para el hombre es salud, para ti espanto.

III
Ni de sangre siquiera horrible llanto
en los ávidos ojos embargada
yace la lengua, y al feroz mirada
fija y sin luz, rebela su quebranto.

Así en presencia del Madero Santo, 5
su primera sentencia renovada
oye Luzbel, y con la faz velada
lloran los justos infortunios tanto.

Blasfemando de Dios alzan empero
«Derribaré la Cruz, dice, y triunfante 10
en trozos mil la arrojaré al profundo…»

Mas, ¿cómo ¡ay me!, sin arrancar primero
de sus eternos quicios de diamante
al alto cielo, el anchuroso mundo?

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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