NADA ES VERDAD NI ES MENTIRA [Mi poema]
José Joaquín de Mora [Poeta sugerido]
José Joaquín de Mora [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Nada es cierto ni es mentira, me da igual, Los valores esenciales de la infancia Casi todos, compañeros, mis amigos Mi refugio, el manicomio, en él me escondo, Que pensar, bien sabe dios, no trae a cuenta |
En este mundo traidor
nada es verdad ni es mentira,
todo es según el color
del cristal con que se mira.
Ramón de Campoamor
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: José Joaquín de Mora
El desterrado
En abandono sumido
mis pesares entretengo
con este refrán sentido:
Tuve hogar y lo he perdido,
tuve patria y no la tengo.
Miro en redor y no encuentro
quien me halague y me sonría:
vivo fuera de mi centro,
y el alma me dice adentro
que esta no es la patria mía.
Al bosque voy aburrido,
y cuando del bosque vengo
canto mi refrán sabido:
Tuve hogar y lo he perdido,
tuve patria y no la tengo.
Con tenacidad extraña
me aqueja esta pesadumbre;
y la ilusión no me engaña,
que en desventura tamaña
no hace mella la costumbre.
Meditando en lo que he sido,
mi triste vida mantengo,
y nunca esta letra olvido:
Tuve hogar y lo he perdido,
tuve patria y no la tengo.
Epigrama
Trajes de moda y muy finos
tiene Juana la elegante,
pero nada es semejante,
al pañolón de merinos.
Gil, que celebrarlo oyó,
dijo con tono sincero:
pues, señores, el carnero
que da la lana, soy yo.
Imitación de Lord Byron
Plus mme une vaine ombre.
Victor Hugo.
Nadie sonríe en torno; nadie enjuga
si trabajo, el sudor; si gimo, el llanto;
si el enojo la frente acaso arruga,
nadie tiembla de espanto.
Ni muelle brazo que mi sien apoyo.
Tras las faenas del penoso día;
nadie los ecos de mis rimas oye
con blanda simpatía.
Nadie a la puerta, exánime, si tardo,
cuenta las horas, implorando al cielo;
y yo de nadie la venida aguardo
para calmar mi anhelo.
No hay ser viviente, si el dolor me abruma,
que vigorice el abatido pecho.
Una huella no más dobla la pluma
del solitario lecho.
Pues ora, huelgue el corazón, ya rotos
los vínculos están; y ya pareces,
Fortuna, blanda a los ardientes votos,
frustrados tantas veces.
Sepa quien puso en la turbada frente,
mezclada con el mirto la amapola,
cuanto placer sin ella el alma siente;
y sépalo ella sola.
Gocemos ambos; ella en el tumulto
de pasiones que excita su belleza;
yo, consagrado al misterioso culto
de la Naturaleza.
El tiempo y la amistad
Al Tiempo dijo Amistad:
hazme un lugarcito, hermano.
Alargándole la mano,
el Tiempo responde: entrad.
Al Dios ciego dije, no;
porque fijarlo no sé.
A vos digo, sí; porque
duráis tanto como yo.
Convite para ir al campo
Lisi ¿por qué no bajas a la aldea?
¿Qué hechizo tiene el tráfago anheloso
de la ciudad potente
para el alma inocente?
¿Por qué condenas al pesado yugo,
y a la escena de míseras pasiones,
y de acechanzas viles
tus años juveniles?
¿Por qué sumir en ese abismo oscuro
de rumoroso aturdimiento al alma,
para gozar nacida,
y en hierros oprimida?
¿Puede aspirar, en la pesada niebla
que a la opulencia y al poder circunda
los perfumes del aura
que sus fuerzas restaura?
¿Ni de Natura el cándido lenguaje
oír entre la turba vagarosa
que al audaz que la guía
ciega y dócil se fía?
¿Ni conservar el natural instinto
que a la virtud y a la bondad la lleva,
do verdad se estremece,
y tímida enmudece?
Ven, Lisi, al campo, ven; del almo cielo
la inmensidad verás, no interrumpida
por altos torreones
de lóbregas prisiones.
Y el blando césped hollarás, cubierto
de rocío oloroso, no teñido
con sangre del humano,
que vertiera su hermano.
Ecos oirás confusos de balidos
y lejanos cencerros, y de arroyos;
y el viento que murmura
por la verde espesura.
Gratos muy más que el atambor guerrero,
y que el himno sacrílego que entona
al Dios del universo,
hipócrita perverso.
Mansión de holgura y perenal deleite
los campos son. En ellos sin estorbo,
la libertad divina,
triunfa, goza y domina.
La irresolución
Wether’tis better.
Shakespeare
En la soledad umbrosa
de un bosque, al anochecer,
pensativa y afanosa,
batallando está una hermosa
entre el amor y el deber.
Si va donde amor la llama,
sus pasos deber reprime;
el deseo que la inflama
con acerba voz comprime
temor de perder la fama.
Sabe que ansioso la espera
quien fe eterna le ha jurado;
mas la obligación severa,
de su pecho atormentado
la inclinación exaspera.
Venció amor, no hay más temer
lo que diga la opinión.
Echa a andar…; mas sin querer
deja hablar a la razón
y cede amor al deber.
Otra vez amor insiste,
y otra deber reconviene.
Turbada, anhelosa, triste,
se adelanta, y se detiene,
y ora cede, ora resiste.
En pensar lo que ha de hacer
pasa el tiempo sin sentir,
aunque es sentir padecer:
ya es tarde para acudir,
y tarde para volver.
Después, de amargo rigor
entre esperar y temer,
reflexiona con dolor
que está ofendido el deber,
y descontento el amor.