QUÉ ME PASA DOCTOR? (Mi poema)
José Gregorio Vásquez (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo sé que no está bien, que es mi pecado.
Pudiera no admitirlo mas lo admito.
De vez en cuando salto y pego un grito
con esa voz tan fuerte Dios me ha dado,
e incluso que me irrito.

Y sé que me desmadro y desmeleno,
a formas voy perdiéndole el respeto,
y hay veces que no sé por qué me meto,
me siento cual si fuera un sarraceno
y a veces de un paleto.

Quizás sea bipolar. Hoy me analizo.
¿Pues quién me dio a mi vela en este entierro?
¿Soy víctima un conjuro o de un hechizo?
¿Un gafe? pienso aquí rizando el rizo,
que a todo yo me aferro.

Pues siento que me miro y no me encuentro
dejándome llevar por la pasión,
que es tanta que me explota el corazón,
y admito descontrolo y me descentro
y lloro de emoción.

No sé si es que sufriera de idiocitis
de donde viene a mi este desafuero,
o acaso esa inflación es prostatitis.
Admito que padezco futbolitis.
Doctor soy futbolero.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: José Gregorio Vásquez

1

El ciego exhibe sus ojos
y abre el ocaso con sus palabras
de donde ocultos los sonidos
vibran
y señalan con otras antorchas
las estrellas

Esta noche calla,
pero calla contra mí…
W.S.

Todo es tormenta en este cuerpo
precipitado ya
en el abandono
Los años venturosos
se han quedado atrás
lejos del atardecer.

Y quien persiste en el anhelo de seguir
no va solo
aunque limitada sea la hora
y final el juicio severo del tiempo.

No hay remedio que evite el largo y azaroso
suplicio de una pena.

No hay plegaria capaz de sostener
ya a un cuerpo débil y errante
que anda en su último desierto:
incapaz y sin fuerza para proseguir.

Abandonado no queda sino el adiós:
la amarga caída de golpe funesto
a esta tierra triste y reseca

Todo vuela por encima
y solo aquella palabra olvidada puede continuar
un inventario borrado ya por otros.

La señal profunda de la vida
estampa en el hondo papel
lejano de ese olvido
su última letra:

la más antigua conexión
con otra tierra prometida.

Del cuerpo no queda nada

Lo poco se vuelve refugio lejano
de otra noche
de otro silencio
de un último acomodo
antes de recostar la cara ante el viento
del abandono.

Ya son pocas las palabras
y se me atragantan.

Y en mi piel ya sedienta y maltratada
y en mis ojos sofocados
comienzan a aparecer otras marcas
otros sonidos:
lejanas señales e imprecisas.

Hago silencio
callo ante la noche.

Cierro los ojos para entrar
a la otra ciudad
la antigua
la verdadera
aún entre murallas y misterios:
es ella la que ilumina mi nuevo destino
permitiéndome decir un día
nuevamente.

Aquí ya no hay lugar
para una página desdibujada
donde intente refugiarme
antes de perecer.

Aquí no hay lugar
para volver atrás
y recorrer los años.

Son muchas las marcas y profundas
de otras desdichas que me acorralan
sometiéndome inclementemente.

Escribirlas aunque se decline la mano
y palidezca la tinta
empaña ya
lo que está en calma.

Quiero quemar
lo borroso.

Los restos
de otras ilusiones
ya ajenas y abandonadas.

Quiero cruzar de un día a otro
de una noche oscura
a una más distante de la intemperie
pero nada puedo.

El silencio sigue atado a mi piel
y a mi cuerpo agobiado.

Cruzo sin sueño
y sin nadie
el río antiguo.

Doy pasos lentamente
deshojando la nueva hora
llevando el luto a cuestas y callado
de cada aliento movedizo de mi mano.

Voy trayendo forzadamente el poema
a un cielo roto
en la miseria

con otro aire detenido
que se apaga.

Cuando vuelvo a él
es otro de verdad

otro el sonido misterioso
de sus noches


es otro el poema ya sin cuerpo
ya sin esta piel cansada
por los años

y sin embargo me quedo en él
contemplándome
desde lejos

mitigando la obscuridad
que se extingue

sabiendo desde allá que todo cambia
en el aire ya vencido que me atrapa
Todo aquí se apaga
y apenas puedo.

Queda el papel vacío
la tinta seca

y por debajo del líquido funesto
otro temblor mancha el papel
aún dudoso.

Al despertar vuelvo sin aliento
y sin mí y sin nadie
resistiendo la agonía.

Ahora sé en verdad
lo que es penoso
y entonces
me distancio
bajo un profundo silencio
uno nuevo.

Sé que todo quedará lejos
incluso
este papel
que palidece
ante la noche

ante el vano intento
que me trae hasta aquí
por decir un día
al menos uno más
sabiéndome
ya lejano
y desdichado.

2
Lo que queda del día es ya ceniza. Me corroe haciéndome
un daño irreparable. Detiene mi cuerpo vulnerado
y nada logro a pesar de los tropiezos. Mis pasos
son lentos e inseguros. En ellos me sostengo. La inútil
sentencia no me ayuda.
Cuando callo se enciende en mí todo para no morir.
Pero justo es callar con un último soplo.

3

La palabra no busca sólo un sonido. La palabra busca
en otras formas. La duda corroe ese afán. Quiere perderse
en otras formas. Intenta esconderse. Huir, dormir,
despertar. Seguir detrás del tiempo. Otras penas.
El ágil movimiento de otras horas. Busca el pequeño
agujero en otro relato. El lugar perdido. La fuerza de
una nueva ilusión. La prolongación de un silencio más
íntimo. Las escenas infinitas y repetidas de la vida.
Todos vamos ahí. Nos quedamos ahí, escondidos, ausentes,
infringiendo un destino otro.

4

Mi último aliento lo abandono en este lento escribir.
Arrastro mis silencios hasta el papel, sabiendo que sólo
puedo dejar jirones de piel en la palabra. Trasiegos de
otros instantes rotos cuando respiro. Sangre aciaga
como tinta manchando el pliego vencido por los años.
Voy dejándolos marcados con viejas palabras para esquivar
el destino incierto de un sombrío fi nal que se
acerca inminente.
Ya las palabras no me envenenan. Queda poco de mí.
Sólo ruinas. Algunas letras secretas del olvido que me
acompañan y me ayudan a morir calladamente.

5

Estos son mis ya lejanos dictámenes. Son los que ahora
me niegan, me abandonan, me hacen daño. Los que se
apoderan de mí cuando apenas puedo o nada valgo. Los
que me dejan en la noche oscura, desmembrado, inútil.
Aquí están. Ríen mientras quedo como un viejo harapo
arrastrado en la penumbra.

1
Se desprende de las hojas de un árbol
olvidado

y cae
a pedazos en la tierra.

Desperdigado
no tiene otro destino
sino el regreso.

Marcado por el olvido
busca a tientas la otra casa

anda a ciegas
lejos ya de los mayores

naciendo con el viento
de un callado y solitario mediodía.

Sus noches vienen de lejos
donde la soledad
también es condena.

El viejo abalorio salvaje
y duro
del silencio de su corteza.

La raíz intacta
de los nombres
heredados
que aún sigue tatuada en su frente.

La luz
esa luciérnaga inmóvil
que vigila las entrañas
y enciende las palabras
escondidas.

La heredad del antiguo sonido
del canto sigiloso
de los dioses.

El viejo acorde
en las entrañas de los otros árboles.

Un misterio
arrastrado de noche en noche
con sus antiguas ceremonias.

Sus manos ahora raíces
se acomodan para escribir
los signos más sublimes
de esta intemperie

en un papel lleno de tiempo

impregnado ya
por otros atardeceres.

Editorial Aricema

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Donaciano Bueno Diez
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