(De “Lo que queda”)
No tristes, no. La mansedumbre
gozosa del que vuelve, en ellos.
Ese sosiego de navegante que regresa
sin urgentes afanes de ver
en sus ojos, desmesuradamente ciegos,
ni gestos ya de la melancolía.
La paciente esperanza de la rama
que atrás deja su última primavera,
en ellos. No tristes, no.
Estos versos son el resplandor
feroz, sí, de quien vivió
al borde de sí mismo,
rebelándose a ser sombra,
y en la hora del regreso calló manso,
sin más prisa que la del atardecer
que a su hora llega siempre
y no se envanece aún por ello.
No, tristes no. El entusiasmo
tímido del que vuelve, en ellos.
Estos versos son ya la promesa
que incumpliré y son el recuerdo
de un hombre que luchando
contra Dios, contra el Diablo,
las joyas del Diablo acarició,
la serenidad de Dios cosió a su sombra.
(De “Derrota de regreso”)
Mis piernas ya,
apenas para arrodillarme;
para que lo rompieran,
mi corazón.
Mis ojos,
para una ceguera
progresiva
e
instantánea.
Si acaso para toser,
mis pulmones;
para escupir,
mi lengua.
Soporte de artificiales dientes,
mis encías.
Para callar,
mi boca.
Para soltar el cabo,
mis manos.
Cansadas.
Y mi pensamiento,
para perseguir
sin dar alcance
al mí que de mí huye.
O para huir
del mí
que ni me quiere dar ya alcance.
(De «…y más allá de mi vida»)
Raíz que busca la oscuridad,
loco estuve.
Hoy soy el tallo
que crece hacia la luz,
y por tu luz crece.
Llegó el día en que dejé
de pedir en los hoteles
cuartos que tuvieran buenas vistas.
Todo cuanto un día quise ver
va siempre conmigo a todas horas;
ilumina el paisaje al que mis ojos
tienden buscando el infinito.
Tú mi panorama, mi horizonte,
el mar cuando atardece,
la imagen de todas las postales
del mundo. Tú mi mundo.
Llegó el día en que dejé
de buscar el mejor sitio
en el cine, en el teatro.
Ningún asiento ya podía
ser bueno siquiera
si tú no estás sentada aquí
a mi lado, que es el lado
del sueño de las cosas.
Que el ser humano lleva la crueldad en su ADN lo vuelve a confirmar la actual guerra de Ucrania, así como se confirma que el pueblo no pinta nada y solo es una decisión del macho alfa, o sea, el que manda