HISTORIAS DE UNA GUERRA (Mi poema)
Juan Varela y Alcalá-Galiano (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Historias son terribles de una guerra
plagada de venganzas y traiciones,
viniendo a demostrar los corazones
capaces son de ver su amor se entierra
cavando el propio nicho bajo tierra
a fuerza de explosiones.

Recuerdo como un tío me contaba,
escenas que no hubiera imaginado,
de un tipo al que él a un río había echado
en tanto su fusil le remataba.
Y como el capitán felicitaba
su hazaña al desdichado.

Ocurre aquí que el pobre era el cuñado,
-pues nadie a su mandato rechistaba-,
sabiendo que si no lo ejecutaba
podría ser él mismo el fusilado.
En cambio al demostrar ser buen soldado,
la «causa» le premiaba.

Esta historia es real, no la he inventado,
así me la contó y así os la cuento,
aquel que era mi tío en el momento
que vio que ya su vida se apagaba,
presiento que del hecho renegaba
y fue su testamento.
©donaciano bueno

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La tristemente conocida guerra civil española convirtió a todos los ciudadanos de a pié en meros rehenes de dos bandos de mandamases descerebrados para los que los españoles dejaron de ser seres humanos pasando a convertirse en sujetos al servicio de sus intereses (ideologías vs obsesiones). La historia ocurrió tal cual se cuenta, lo único que cambia es que, debido a un error, su cuñado fue devuelto a casa y sustituido por otro buen hombre al que remataron a la orilla de un río mientras le invitaban a saciar su sed. Como la vida misma. ¿A qué bando pertenecía? ¡Qué importa!

MI POETA SUGERIDO:  Juan Varela y Alcalá-Galiano

Fantasía

Un campo es el corazón,
un campo que tiene flores,
que se engalana con ellas
porque son sus ilusiones,
con cuyo perfume alienta,
cuyo perfume es su goce,
cuyo perfume embalsama
del corazón las regiones;
porque en el aire perdidas
las esperanzas del hombre,
son de la flor la semilla
con la que el campo cubriose.
Pero esta flor se marchita,
que está del sepulcro al borde,
porque tan sólo un momento
nos duran las ilusiones,
y el jardín se cambia en páramo
y en hojas secas las flores,
porque yermo el corazón
para siempre ya quedose.
Porque hay un huracán en la llanura
que el viento del deseo lo formó,
que marchitó del campo la verdura
y la flor gaya de ilusión seco.
Y este huracán, que lo engendró el deseo,
es la pasión que vomitó Luzbel,
y en sus alas marchito y en trofeo
lleva el que fue del corazón vergel.
Y deja un tronco seco y deshojado
de espinas lleno, lleno de dolor,
y éste es el desengaño, que clavado
se nos queda cual dardo matador.

A María

Dulce me eres,
linda morena,
como me es dulce
de primavera
naciente aurora
de luces bellas.
Que son tus ojos
que mi alma queman,
soles nacientes:
y tus guedejas,
que al aire flotan
o en lindas trenzas
caen en tu espalda,
son por lo negras
como azabache,
y por lo luengas
como el cariño
que mi alma encierra
y que consagra
a tu belleza;
porque tu forma
toda es perfecta
toda es divina,
toda es aérea.
Es cual de un ángel
la tu voz tierna,
como un suspiro
que el aire lleva,
como el remate
de dulce endecha,
como el arrullo
de tierna queja
de la paloma
de amores llena.
Es lo que siente
tu alma bella,
que más encanta
que tu belleza,
puro y virgíneo
cual tu alma mesma,
cual el aliento
del Criador fuera
cual son dulcísimo
que exhala tierna
la lira armónica
del rey poeta.
Así, mi niña,
son las tus prendas
cual el perfume
de la flor bella
que el dulce céfiro
en alas lleva.
Por eso el pecho
mío se queja,
por eso siento
que mi alma incendias
en fuego vivo
de amor y penas,
un fuego eterno
que no remedian
mil y mil muertes
si mil me dieran,
que no consume
aunque quisiera
el agua toda
que, bravo, encierra
el mar ruidoso
que el mundo cerca,
ni el río de lágrimas
que lastimera
arroja mi alma
de amor deshecha.
Sólo tu labio,
tu mano bella
mi fuego ardiente
calmar pudieran.

En el álbum de María

En tu virgínea frente,
de olorosos jazmines coronada,
el pudor dulcemente
la mano delicada
puso, y dejola de ilusión colmada.
En tu mirada, pura
más que la luz de la naciente aurora,
la inocencia fulgura,
entre sus llamas mora,
y nítidos ensueños atesora.
El dedo colocado
sobre la dulce boca, adormeciendo
el velador cuidado
del mundanal estruendo,
mientras tu corazón está durmiendo.
Duerme, duerme, ángel mío,
en fresco lecho de encantadas flores;
el ave en el sombrío
te cante sus amores,
el céfiro te arrulle y vierta olores.

A Lucinda

T’ is sweet to be awaken’d by the. &
DON JUAN, C. I.

Dulce es el tierno canto
del ruiseñor amante,
que en la tranquila noche
resuena sin cesar.
Dulce junto a la fuente
límpida y susurrante
adormirse arrullado
del céfiro fugaz.
De la armoniosa música
los melodiosos sones,
que de amor estremecer,
el blando corazón.
La voz de las doncellas
mezclada en las canciones,
el son del arpa de oro
del tierno trovador.] Es dulce de las copas
el alegre estallido,
y dulce del banquete
el placer mundanal;
aspirar el aliento,
en el salón perdido,
de tanta enamorada
voluptuosa beldad.
Es dulce el giro rápido
del baile delicioso
de las cándidas vírgenes
que suspiran de amor;
de sus trémulos pechos
el deleite amoroso,
de sus miradas púdicas
el arrobado ardor.
Es dulce allá en los mares,
en la noche callada,
la canción ardorosa
del triste pescador;
por las tranquilas ondas
oírse modulada,
al compás de los remos
del ardiente amador.
Y es dulce el leve aroma
de las virgíneas flores,
que en su alas conduce
el céfiro gentil;
pero más es tu aliento
cuando me hablas de amores
con tus divinos labios
de nítido carmín.
Más dulces son tus ojos
o tu virgínea frente,
más dulce de tu pecho
el celestial ardor;
más dulce de tus labios
un beso tierno ardiente,
que todo lo más dulce
más dulce, más, tu amor.

A Laureta

¡Ay! Cuán hermosa, cándida y divina
brilla en su frente la inocencia pura,
más alba que la luz que el sol fulgura
al nacer entre mares de carmín.
Qué blondos sus cabellos aromados
que en mil rizos descienden por su espalda,
adornados tal vez de una guirnalda
de azucenas y cándido jazmín.
¡Qué pureza en sus labios sonrosados
y en sus mejillas de tempranas rosas!
¡Qué dulces sus palabras melodiosas!
¡Qué inocentes sus ósculos de amor!
Te alzas al cielo de placer radiante…
¿Qué deleite sus ojos embriaga
y qué secreta inspiración te halaga
que hace latir tu tierno corazón?
Porque esos ojos del azul del cielo,
brillantes cual la luz de la mañana,
sin una chispa de fulgor profana
buscan del cielo la suprema luz;
porque es un ángel desterrado al mundo
la celestial y púdica Laureta,
ángel que hiere el alma del poeta
y hace vibrar las cuerdas del laúd.
Santa inocencia te proteja siempre
cuando cesando tu dichosa infancia,
cual puro cáliz de eternal fragancia,
se abra al amor tu virgen corazón.
Pobre inocente púdica Laureta,
más pura que el amor de los querubes,
¿por qué sobre sus alas no te subes
a la celeste fúlgida mansión?

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Donaciano Bueno Diez
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