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»JORGE MANRIQUE
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se passa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;

Y es así como se asoma a la vida lentamente
desde esa grieta que aparece al pié de las montañas
hasta abrir a la luz todo ese surtidor ardiente
que brota desde lo más profundo en las entrañas.

¡Oh patios amplios y orondos!
patios limpios, recoletos,
repletos de cantes hondos,
de mil misterios repletos.
Patios de añil perfumados,

Yo amo a mi tierra igual que el bien nacido
le mima a su camino al que agradece,
a esa planta estimula cuando crece,
ase al pecho del ser que le ha parido
y ensalza cuando mece.

Los dioses, esos dioses, nuestros dioses,
aquellos a quien siempre recurrimos,
si están o si no están nada supimos,
pues nunca se mostraron con sus poses.

Que antaño ser promiscuo se decía
de aquel que ascos no hacía del color
y hoy llaman poliamor,
la fuente de placer y de alegría
que ignora si ella es cardo o es una flor.

Decido no escuchar más las noticias,
no puedo soportar tanto dislate,
publican que hoy le han dado el jaque mate
a alguno más, presumen de primicias,
parece un disparate.

¡Quito es chiquito!
Quito es un pueblito
muy coqueto y pequeñito,
en sus calles se desliza despacito
o se sube directo al infinito.
¡Quito es un rinconcito rebonito!...

El cántaro fue a la fuente
tanto que ya se rompió,
mas no crean que fui yo
quien causó tal accidente,
que fue un viento de relente
quien con sed y alevosía
tiró, y al ver que moría...

Quisiera ser la pluma en tu almohada
rozando suavemente tu mejilla,
en tu cara de nácar la espinilla,
a tu piel de algodón siempre pegada.

Pasó el tiempo dudando que pasaba,
mirando siempre al frente y no veía,
contaba horas fisgando y no paraba,
mi mente al horizonte se perdía.

Yo vivía feliz,
era un lugar de ensueños,
volaban las rapaces,
las aves montaraces,
a través de mis sueños.

Era de abril un día muy lluvioso,
triste, en aquella tarde gris, tarde plomiza,
-amenazantes las nubes de ceniza,
en el momento justo en que el cielo se oscurece,
todo el ambiente se transforma en luctuoso-
atisbo, el haz de luz desaparece.

Hospitales de dios, donde la muerte
echando va un envite con la vida;
actuando de fiscal está la suerte
quien puede decidir en la partida.

Y así encogido de hombros estoy en el paraje
repasando el camino, ya harto de caminar,
el andén solitario, yo ausente de equipaje,
¡para qué las alforjas para tan corto viaje!
el que es hombre de paso, como vino se va.

Era tanta la obsesión
que tenía por hacer crecer su panza
que con fruicción engullía la matanza
de un magnífico lechón.
Pensaba así el muy ladrón
mientras gustaba con gula de aquel chancho...

Mientras trabajando estás,
quitando yerbas a mano,
con los machos de la yunta
los surcos rectos trazando,
en la faena tú vas,
el agua baja soñando
y la tarde gris despunta.

Por la corriente abajo
de un riachuelo
voy sembrando chinitas
graciosas y chiquitas,
muero de celos....

Para pensar y soñar
y para escribir, poeta,
hay que subirse al altar
y en el mismo profesar
la soledad del asceta....

¡Quién conoce mejor lo que es amor, quién lo ha vivido,
que sor Juana Inés de la Cruz, poeta en el convento!
¡Quién mejor ha conseguido expresar el sentimiento
que se tiene por la ausencia y penar del ser querido!

Egregio, insigne, real, omnipresente,
cresta blanca, gallito de pelea
que escondes mil vivencias en tu vientre,
erguida la mirada siempre al frente
en que el mundo se mira y se recrea.

Al puente de ese río que, sin agua,
haciendo va de tripas corazón,
no alcanza a comprender por qué razón,
lo mismo que sucede con la fragua,
hoy todo va bailando en otro son.