1.ALMA DE LABRADOR [Poema del Editor]
2.Virgilio Dávila [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA… de medio pelo

 

Se te nublan los ojos mientras miras
esos campos que antaño tú labrabas,
y en la boca deslizan hoy las babas
disfrutando del aire que respiras.

No quisieras pensar que se hacen jiras
esperanzas, los sueños de tu esfuerzo,
que en las charcas no queda ya un escuerzo
y ahora otros serán que hagan las piras.

Y aunque crean, tus lágrimas no lloran,
pues que de agua los surcos se han secado,
disimulas mirando a ningún lado,
y fingiendo evitar penas que afloran.

Mas bien sabes la vida reverdece,
que en tanto el mundo exista habrá semillas,
mirar atrás no sirve, que hace astillas
al corazón. Y goza al ver que crece.
©donaciano bueno

A mi hermano Juan José cuyo oficio ha sido el de sembrar semillas y hacerlas nacer y crecer, experimentando la evolución de los métodos de trabajo, desde el rudimentario arado romano hasta la más sofisticada maquinaria moderna y que, ahora, jubilado, pasa el tiempo oteando el horizonte desde su atalaya.

MI POETA SUGERIDO:  Virgilio Dávila

El maestro

Mi mentor era un viejo de ojos claros y vivos
que al llegar los exámenes a su terminación,
pronunciaba un discurso de muchos adjetivos,
y alcanzaba del pueblo una gran ovación.

Mientras cura y alcalde cobraban sin retrasos
y en duros relucientes la nómina mensual,
el maestro cambiaba sus haberes escasos
por viandas, en la tienda del cacique rural.

El sabía retórica, y sabía latines.
Si cualquiera moría por aquellos confines,
él era fatalmente el fúnebre orador.

A pesar de su celo y labor constante,
por mambí lo tuvieron y dejaron cesante
cuando vino Laureano Sanz de gobernador.

Nostalgia

¡Mamá! ¡Borinquen me llama!
¡Este país no es el mío!
Borinquen es pura flama,
¡y aquí me muero de frío’!

Tras un futuro mejor
el lar nativo dejé,
y mi tienda levanté
en medio de Nueva York.
Lo que miro en derredor
es un triste panorama,
y mi espíritu reclama
por honda nostalgia herido
el retorno al patrio nido.
¡Mamá! ¡Borinquen me llama!

¿En donde aquí encontraré
como en mi suelo criollo
el plato de arroz con pollo,
la taza de buen café?
¿En donde, en donde veré,
radiantes en su atavío,
las mozas, ricas en brío,
cuyas miradas deslumbran?
¡Aquí los ojos no alumbran
¡Este país no es el mío!

Si escucho aquí una canción
de las que aprendí en mis lares,
o una danza de Tavárez,
Campos, o Dueño Colón,
mi sensible corazón
de amor patrio más se inflama,
y heraldo que fiel proclama
este sentimiento santo,
viene a mis ojos el llanto…
¡Borinquen es pura flama!

En mi tierra, ¡qué primor!,
en el invierno más crudo
ni un árbol se ve desnudo,
ni una vega sin verdor.
Priva en el jardín la flor,
camina parlero el río,
el ave en el bosque umbrío
canta su canto arbitrario,
y aquí…¡La nieve es sudario!
¡Aquí me muero de frío!

El bohío

Al pie de la montaña, junto al río,
que le manda sus cantos en la brisa,
de un platanar en medio, se devisa
el muy humilde y rústico bohío.

Es como el nido del ramaje umbrío
por su estructura débil y pajiza;
la fe, la dulce paz, la sana risa
tienen allí su asiento y poderío.

Diome en un tiempo la visión galana
de tres mozas que al pie de la ventana
lucían con sus garbos y primores.

Y en la gloria del sol, que suave ardía,
el mísero casucho se veía
como una cesta rebosando flores.

El cafetal

En el monte riqueño de la base a la cumbre,
las eurítmicas copas de las guavas se ven,
y debajo de ellas, cual soldados en filas,
los preciosos arbustos del precioso café.

Los arbustos florecen, y las albas corolas
a los ojos simulan del que ve el cafetal,
mariposas enfermas, si en el suelo han caído,
estrellitas de nieve, si en las ramas están.

Se hacen frutos las flores, y las bayas jugosas
a los ojos simulan del felíz labrador,
esmeraldas joyantes, las que verdes se encuentran,
y joyantes rubíes, las que están en sazón.

En el monte riqueño, de la base a la cumbre,
las eurítmicas copas de las guavas se ven,
y debajo de ellas, cual soldados en filas,
los preciosos arbustos del precioso café.

Es la tropa bizarra que se apresta a la lucha
para dar a Borinquen bienestar y esplendor,
escalando los muros de la gran fortaleza
donde el oro domina con su brillo de sol.

Elegía de Reyes

Ahora es igual que los otros
el que fue nuestro gran día.
¡Ay! ¡Madre Melancolía!
¡Que ya no somos nosotros!

Tiempos atrás, al acento
del tiple y de la maraca,
saltaba yo de la hamaca
entusiasmado y contento.

Mas ahora salir no intento
ni en el mejor de mis potros;
que el reyar para nosotros
no es el que enantes solía.
¡Ay! ¡Nuestro clásico día
ahora es igual que los otros!

¡Llora! ¡Llora, corazón
que ves pasar al olvido
lo que en nosotros ha sido
encanto, dicha, ilusión!

¡Ya se fue la tradición
que más nuestros nos hacía!
¡Ay! ¡Madre Melancolía!
¡Que ya no somos nosotros!
¡Ahora es igual que los otros
el que fue nuestro gran día!

Ya en el batey no me espera
para ser mi cumarracha
la decidora muchacha
fresca, linda y sandunguera.

Ya la copla lisonjera
no bulle en la mente mía.
Ya no fulgura este día
como en los años que se fueron…
¡Ya los Reyes se murieron!
¡Ay! ¡Madre Melancolía!

Asoma ya el seis de enero
que antaño aguardé impaciente
para montar diligente
en mi chiringo jobero.

¿A qué salir al sendero
si en él no piafan los potros?
¿Si ahora, es igual que los otros
el que fue nuestro gran día?
¡Ay! ¡Madre Melancolía!
¡Que ya no somos nosotros!

Las comadres

Doña Paz, doña Luisa, doña Inés, doña Juana
y otras cuantas comadres que hay en la vecindad
van cotidianamente a la misa temprana,
ansiosas de indulgencias para la eternidad.

Pobres sexagenarias y míseras jamonas
que solo han obtenido desdenes del amor.
Las unas, costureras, las otras, comadronas,
y aquella, ama de llaves de algún viejo señor.

Al salir de la iglesia, yo, que fui monaguillo,
las he visto en el atrio departiendo en corrillo
sobre temas, algunos no muy santos a fe:

“Que si Fulana quiere que le cosan de balde… “
“Que si ya salió encinta la mujer del alcalde… “
“Que si del padre cura se dice no sé qué … “

Bio de autor en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • (Virgilio Dávila Cabrera; Toa Baja, 1869 - Bayamón, 1943) Poeta puertorriqueño. Hijo de un maestro, estudió primaria en el Colegio de los Jesuitas de Santurce y secundaria en el Instituto Civil de la misma localidad.En 1903 vio la luz su primer libro de poemas, llamado Patria, un conjunto de retratos líricos de destacadas personalidades del arte y la cultura puertorriqueña, como José de Diego, Federico Degetau o Lola Rodríguez de Tió, así como del paisaje de la isla y de exaltación romántica del amor. En 1904 fue uno de los escritores que puso letra a los Cantos Escolares de Braulio Dueño Colón. En su segunda obra, Viviendo y amando (1912), se advierte ya la influencia modernista ejercida por la poesía de Rubén Darío, en especial en cuanto a las formas, y la continuidad en la temática autóctona (La jibaritaAcuarela...). En 1916 publicó Aromas del terruño y al año siguiente Pueblito de antes, quizá sus dos obras más conocidas e impregnadas de costumbrismo local, pero al mismo tiempo plenamente modernistas en el lenguaje y el aspecto formal. En 1928 publicó Un libro para mis nietos, en el que puso de manifiesto su capacidad para escribir poesía dirigida al lector infantil. Más información

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