Carlos Brandy

Carlos Brandy

Carlos Brandy, nacido en Montevideo el 10 de agosto de 1923, fue un poeta uruguayo de espíritu singular, uno de esos creadores que eluden etiquetas y prefieren transitar por los márgenes de las generaciones literarias. Aunque cronológicamente perteneciente a la célebre generación del 45, Brandy se reconocía como un outsider, reacio a las clasificaciones y distante de las convenciones literarias que imperaban en su tiempo. Aun así, mantuvo amistades profundas y resonancias estéticas con escritores de su época como Humberto Megget, Armonía Somers y Felisberto Hernández, figuras clave de la literatura uruguaya.

Su poesía, de un lirismo oscuro y evocador, muestra una afinidad con el surrealismo francés, influencia que le reconocía el poeta y crítico Alfredo Fressia. Incluso rindió homenaje a André Bretón, uno de los padres del movimiento, con un poema que exalta esa conexión transnacional del espíritu creativo. Sin embargo, lo que hace única su obra es la introspección filosófica que subyace en sus versos. Para Brandy, más allá de los sistemas político-sociales, el verdadero conflicto humano residía en la decadencia de una moral envejecida, incapaz de ofrecer un horizonte de sentido auténtico para la vida moderna. Esta reflexión sobre la ausencia de una filosofía humana que renueve al ser fue uno de los ejes centrales de su pensamiento poético.

La obra de Brandy, aunque nunca alcanzó la masividad de otros contemporáneos, es una de las más profundas y misteriosas de la poesía uruguaya del siglo XX. Libros como Los viejos muros (1954), elogiado por Mario Benedetti como su obra cumbre, o Rey Humo (1948), muestran su capacidad para ahondar en los paisajes emocionales más sombríos del ser humano. Otros títulos como Alguien entre los sueños (1959) o Con la violencia de la luz (1978) refuerzan su estilo cargado de imágenes sugerentes y su interés por los laberintos del subconsciente.

La trayectoria de Carlos Brandy es, en muchos sentidos, una exploración constante de las sombras del alma. Poemas como los de Pescador de sombras (2008) o Océano (2004) son claros ejemplos de su capacidad para evocar mundos oníricos y distantes. Su producción final, marcada por libros como El invierno del ángel (1995) y El país de las mujeres (2005), firmado bajo el seudónimo Karmar Dibrán, demuestra una inquietud creativa que nunca se agotó. Fuente

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