Miguel Labordeta

Miguel Labordeta

En 1939 empezó a cursar la licenciatura de Historia, que terminó con Premio Extraordinario en 1942. Con la intención de recabar materiales para su tesis doctoral viajó por vez primera a Madrid en 1946, donde frecuentó las tertulias literarias y se relacionó con los postistas Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Chicharro y Francisco Nieva. Dos años después publicó su primer poemario, Sumido 25, que junto a Violento idílico (1949), Transeúnte central (1950) y Epilírica (1961, pero escrito a principios de la década de 1950), compone lo que se conoce como su primer ciclo poético. Dentro de la primera promoción de posguerra, la obra labordetiana se aleja tanto del preciosismo de los garcilasistas como de la bronca denuncia social de los espadañistas. Está impregnada por el desafío vanguardista y por una rebeldía que se traduce en un incisivo expresionismo. La herencia desoladora de la Guerra Civil, la rancia moral de las clases medias y la alienación social conviven con un existencialismo hondo. El sujeto lírico busca su identidad perdida en medio del caos y de la inminencia de la muerte. Esta conciencia trágica está empapada de una visión profética del arte enraizado en la poética romántica y modernista. Aunque sus versos están próximos al surrealismo en la técnica —imágenes herméticas, descoyuntamientos sintácticos y uso del collage—, palpita en ellos un fondo realista que abraza la circunstancia histórica. El segundo ciclo poético (la metalírica o lírica del yo) lo integran dos libros: Los soliloquios (1969) y Autopía (1972), editado póstumamente.

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