LA HORA DE LA SIESTA [Mi poema]
Claudia González Caparrós [Mi poeta sugerido]

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MI POEMA …de medio pelo

 

Esa unidad de tiempo que es el día
que viene a completar veinticuatro horas
exactas, sin retrasos ni demoras,
que llenan de dolor o de alegría.

Doce de insomnio, doce para soñar,
para en vigilia estar o estar en vela,
pendientes siempre allí de una candela
y brújula que te ayude a navegar.

Si tuviera que elegir tan sólo una
partiría en dos mi alma del disgusto
¿si es con todas que yo me encuentro a gusto

por qué he de renunciar a mi fortuna?
Como buen padre, debo de ser justo
que la siesta me causa más regusto.
©donaciano bueno.

Los #países en los que no existe la #siesta no saben lo que se pierden? Share on X

Comentario del autor sobre el poema: Para los que tienen la suerte de vivir en países como España, la hora de la siesta es…indescriptible, tanto es así que es imposible hacerlo incluso en el mejor de los poemas.

MI POETA SUGERIDO:  Claudia González Caparrós

en los bordes de algo que termina, uno ya no sabe si saltar

o quedarse a mirar co´mo las ruinas crecen
Y si ya nunca dejo la puerta abierta no es porque no tenga esperanza

sino porque no creo en las puertas
– – –
no sé si es posible salvar el abismo entre dos mundos,
entre dos cuerpos

entre dos bocas que se mueven sin emitir ningún sonido, no sé
si es posible hacerle frente al frío de los pies descalzos sobre las baldosas

al frío que sube como un insecto por el cuerpo

(el cuerpo
se mueve
sin emitir ningún sonido)

la piel contra la piel como si hubiese guerra

como si te mirara y en mi mirada ya te estuviera deformando

y no sé si es posible salvar el abismo
entre dos ojos que se oponen

(tocándote, tocándome, el cuerpo era lo único recíproco)
– – –
la luz es la continuidad de la luz, el recorrido de la luz a lo largo de mi pasillo,
como una mano que avanza tanteando la superficie uniforme de la pared

como un cuerpo
que se mueve a tientas
recordando los pasos que todavía faltan hasta el final del corredor

la mano acaricia la pared como si acariciara un cuerpo

líquido
homogéneo

la luz interrumpida
en una casa que conozco de memoria
es también un ejercicio de renuncia
– – –
dispongo de esta casa,
de sus interferencias, de las interrupciones
que sus paredes generan en la luz

dispongo de esta casa

vacía
vaciada

como si en ella nunca hubieras habitado, como si en ella nunca
te hubiera permitido entrar
– – –
(en esta desprotección
está la intimidad)
me abro camino a través de tu imagen, igual
que un reguero de agua crea su caudal entre la arena blanda:

con la violencia suave que supone sesgar
aquello que no opone resistencia.

STILL LIFE, LA VIDA quieta como tú y yo pasando

la mañana en la cama,
eres
como una naturaleza muerta, la quietud
de la vida palpitando y, mientras te duermes
te conviertes para mí en un objeto

no haré de ti retrato sino bodegón,
disposición ordenada de cosas en pausa, la
quietud
de la vida mientras intento
retenerte
en un gesto

(amaba
tu manera de sentirte solo)
(en esta desprotección está la intimidad)

YO ESTABA ALLÍ, AMOR, estaba allí como la lluvia detrás de las ventanas un lunes por la tarde

desnuda
discreta
mirándote

estaba allí sentada, erguida, estirada
con mi cuerpo que palpitaba, mi cuerpo que latía como un viejo árbol que decía tu nombre
un viejo campo que ha visto muchos cielos pasarle por

encima,
que conoce tu nombre y todos los demás nombres

yo estaba allí, amor, como lo está la luz horizontal sobre los ríos

todo mi cuerpo, amor, estaba siendo un río mientras te miraba,
un río que decía y conocía tu nombre,
tu forma de estirarte por las mañanas, de dormirte
agotado en el sofá

estaba allí cuando te me rompiste entre las manos como
de las montañas se desprenden las rocas
mirándote, amor, escuchando mi voz decir tu nombre
escuchando tu voz decir el suyo
como una letanía
con esa voz de río medio seco
con esta voluntad de ser paisaje,
cuerpo tendido al sol,
palabra matutina

buenos días, amor, me gusta tanto
despertar contigo).

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MI POETA INVITADO:  Federico Díaz Granados

Jazz del solitario

La moneda cayó por el lado de la soledad
Andrés Calamaro

El día de la creación
tendré semillas tuyas entre mis manos
y te dispersaré en el fértil territorio de cielos abolidos
o en la voz que persigue otras luces, otros fulgores.
Busca entonces la dirección de la guerra
no importa que tu ausencia sea del tamaño de la muerte
te buscaré al otro lado de la noche
cuando regresemos de esta estación de adioses que es la vida.

Princesa Leia, vestida de novia

Y sé que a la princesa
Leia irán dirigidas mis últimas palabras
cuando la luz se apague, y que repetiré
su nombre en mi agonía, como si ella tuviese
un nombre, antes de hundirme en la noche total.
Luis Alberto de Cuenca

Te conocí en las noches de mi infancia.
Tenías 18 años y eras una sola mujer:
Leia Organa,
Senadora y Princesa de este corazón más roto y fragmentado
que tu soberana Alderaán.

Te perseguí por los viejos cines de barrio,
tuve tus posters en los muros de mi cuarto stickers en mi ventana
y repetí de memoria cada una de tus palabras.
Tú eras mía y desde entonces siempre lo has sido
Eras la primera, la única y la última de mis mujeres.

Algo de ti tiene hoy mi soledad.
Algo de tu belleza este rencor y cobardía
frente a postales de planetas con dos soles
y naves que huyen con aprendices, piratas mercenarios y viejos guerreros.

Princesa Leia, regresas vestida de novia.
Por qué ese ademán de tristeza cuando oyes la suite de la Batalla de Yavín
Por qué esos gestos si a este amor lo pronuncia un idioma que no nos pertenece
Cuántos siglos, cuántas millas y a qué velocidad viajaron tus lágrimas
para llegar a este cuerpo.
Ante cuál religión te persignas cada día,
ante qué rituales inclinas tu cabeza, pequeña princesa.

Ahora que la vejez llega con sus finos deterioros,
a esta edad que es más lenta que la tuya.
Ahora que llega con sus polvos en las estanterías
yo deseo cantar, pequeña princesa
del mismo modo que te amo:
igual que una gota de aceite extraviada en el universo
más y más lejos de mi muerte.

Si de niño
jugaba a encontrar tesoros en el centro de la tierra
o gigantes criaturas y grandes minerales en el espacio
y pintaba mapas en cuadernos cuadriculados
Qué diré de este amor de lápices de colores y papel mantequilla
Que nunca tuvo horóscopos, canciones ni peluches.
Qué diré de ese amor que pronuncia tu nombre y dibuja tu rostro
mientras me recoges una vez más,
como ayer, como en el cine matinal,
como en los sueños que nunca pude atrapar,
como la primera navidad o el último halloween.
Me recoges como antes y como hoy,
Leia Organa de Alderaán,
la primera, la única y la última de mis mujeres

y siempre vestida de novia.

Suenan timbres

Homenaje a Luis Vidales

Golpean, llaman.
Suenan timbres en la casa.
Alguien busca algo a horas imprevistas.
Serán de la oficina postal
o los mormones ofreciendo Biblias.
Algún extranjero despistado
o el mendigo que viene por su ración de pan.
Será la vecina que quiere hablar sobre la carestía
o su esposo el prestamista a cobrar los intereses.
Quizá el plomero
o la gitana a pronosticar malos días,
extrañas pestes y fuertes infecciones.
Quién golpeará a esta hora inoportuna.
No es el amor,
no es el hijo, ni mi padre.
Seguro será la muerte y el ropavejero
que vienen por mi cuerpo con su derrota
o el casero a desalojar,
que es lo mismo.
Todostuslibros

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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