Fernando Calderón

Fernando Calderón

Frente a los tradicionalistas de la poesía, Fernando Calderón e Ignacio Rodríguez Galván representan el romanticismo, un romanticismo muy cercano aún a sus modelos y no de muy intenso vigor. Calderón, hijo de buena cuna, descuella más bien como dramaturgo. Rodríguez Galván, de humilde origen, es un perseguido de la desgracia. En Calderón se notan los resabios de Cienfuegos, Espronceda, Lamartine; Rodríguez Galván, por su parte, frecuenta y traduce a Delavigne, a Lamartine, a Manzoni, a Monti. Sus temas, tratados con algo de furor, son el amor, la gloria, la patria, la fe, el hado adverso. Menéndez y Pelayo llegó a decir que su Profecía de Guatimoc es la obra maestra del romanticismo mexicano. No pudo acertar en el teatro, aunque tuvo el mérito de tratar asuntos mexicanos, al revés de su émulo Calderón, quien sin duda poseía mejores virtudes para el manejo escénico y que descuella en obras de tono caballeresco o histórico, tipo García Gutiérrez, Schiller, Hugo, Vigny (El torneoHernán o la vuelta del cruzadoAna Bolena) y la comedia A ninguna de las tres, que pertenece a la familia de Bretón de los Herreros o al modelo moratiniano transformado por Gorostiza. El reloj de Calderón, en todo caso, marcaba exactamente la hora de Europa. El autor de esta breve reseña lamenta singularmente que, entre las varias obras perdidas de Calderón, figure una Ifigenia. Fuente

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