IGNORAR… (Mi poema)
Josefina de la Torre (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Sorbo del eco misterios,
del aire filosofía,
la brisa, melancolía,
del silencio, los criterios.

De los pensamientos serios
el juicio, la reflexión;
los males que al corazón
traen malos improperios,

esos son los cautiverios
que matan a la razón;
que sueños hay un montón
incluso de cementerios.

La ocurrencia es flor de un día,
la ingenuidad, otro tanto;
subir y besar al santo
es motivo de alegría.

Una tormenta es un llanto,
un fracaso, una traición,
de un idioma, confusión,
un reclamo al esperanto.

La muerte es al cielo un canto
y una triste despedida,
una patada a la vida,
correr un tupido manto.

Insípido el desencanto
de oportunidad perdida;
el miedo a la recaída
que hace ya morir de espanto.

Ignorar si eres, la duda
que hoy aquí te hace pensar,
descubrir que has de ignorar
tu existencia tan oscura.
©donaciano bueno

Francisco de Quevedo:

MI POETA SUGERIDOJosefina de la Torre

A la muerte de Galdós

Yo noté al levantarme
que el día era sombrío;
sentí una gran tristeza
dentro del pecho mío.
Presentí, entonces, algo,
Y mi hermana me dijo:
—¿Sabes, hermana, sabes?
Se ha muerto don Benito.
¡Don Benito! Aquel viejo
que estaba cieguito,
aquel que me gustaba
porque me daba el cariño.
—Hermana, hermana, hermana,
¿ha muerto don Benito?
Todos, todos, lloraban,
todos, todos, los míos.
Y hasta mi pluma ahora
al escribir, sin ruido,
es como si callara:
¡Ya murió don Benito!

Versos y estampas

Sobre la superficie
del mar encandilado
de las seis de la tarde,
saltan algunos peces
que dejan sobre el agua,
al caer, una onda.
Así, a trechos, bordado
el mar por esta aguja
parece que sonríe:
sonrisas que se ensanchan
y cierran lentamente;
sonreír de la orilla,
encaje de la falda
azul y transparente.

Poemas de la isla

Mi falda de tres volantes
y mi blusa desprendida,
qué bien me adornan andares
y brazos del aire libre.
¡Cómo se ondea mi falda
desde el volante primero
perseguida curva eléctrica
hasta la rodilla firme!
Y mi blusa desprendida
viento y calma, sol y sombra,
cómo juega y se persigue
desde el hombro a la cintura.
¡Ay qué me gusta mirarte
espejito biselado,
cristales de las esquinas,
gafas de los estudiantes!
¡Qué bien me veo pasar
remolino de las brisas
pequeña y grande, confusa
huella blanca en el asfalto!

Pero no me dejes sola.
Dime palabras y ritmos
y gestos para el alcance
y voces acompasadas.
Pero no me dejes sola.
No es presencia ni vaivén
ni caminito seguro
ni ruedecitas del aire
ni luz, ni sol, ni mañana.
Es un presente, constante,
aquí, cerca, más, despierto,
vivo, alerta, repetido,
único instinto posible.
Dime tu palabra intacta
de luz repetida y libre.
Pero no me dejes sola.

Marzo incompleto

Soñábamos un mundo fabuloso.
Juntos, hubiéramos sembrado campos,
construido fortalezas: vencedores,
porque oíamos ambos igual eco.
Hoy nuestros hijos ya serían hombres,
muchachas que sonrieran su esperanza.
Hijos de nuestro amor, árboles fuertes
a cuya sombra nos acogeríamos.
Jamás el mar hubiérase apartado
de mi contemplación, hija de la isla,
porque allá en su rincón, el mar antiguo
habríame esperado cada estío.
En las cuatro paredes de su cada
—aquella que en imagen yo habitara—,
hubiéramos vivido nuestras horas.
¡Qué jóvenes y fuertes los dos éramos!
Edad nueva, increíble, misteriosa,
que entonces parecíanos sencilla
y hoy la sueño, impalpable, ya perdida.

Tú en el alto balcón…

Tú en el alto balcón de tu silencio,
yo en la barca sin rumbo de mi daño,
los dos perdidos por igual camino,
tú esperando mi voz y yo esperando.
Esclavo tú del horizonte inútil,
encadenada yo de mi pasado.
Ni silueta de nave en tu pupila,
ni brújula y timón para mis brazos.
En pie en el alto barandal marino
tú aguardarías mi llegada en vano.
yo habría de llegar sobre la espuma
en el amanecer de un día blanco.
Pero el alto balcón de tu silencio
olvidó la señal para mi barco.
Y me perdí en la niebla de tu encuentro
–como un pájaro ciego– por los años.

Agua clara…

Agua clara del estanque.
Era un espejo del chopo
y alfombra verde del cielo
con reflejos de los árboles.
¡Oh si yo hubiera podido
entrar con los pies descalzos
y ser el viento en el agua
y hacer agitar el chopo!

Toda mi ilusión…

Toda mi ilusión la he puesto
en la espera de un mañana.
¿Cómo vendrás? ¿Adornado
de blanca flor de retama
o de flor de pensamiento
que de luto se engalana?
¿Vendrás con rojas miradas
o con pálidas miradas?
¿Tendrás voz, tendrás sonrisa,
o no me guardarás nada?
¡Mañana, horizonte en niebla,
fiel timón de mi fragata:
hace tiempo que me llegas
con las velas desplegadas!

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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