No recuerdo mi primer poema, sólo sé que dentro de mí siempre ha habido una pulsión que me lleva a escribir. Escribir para ordenar, escribir para entender, escribir para encontrar paz, para empapar de belleza lo cotidiano, para jugar con las palabras y labrar caminos nuevos hacia dentro y hacia fuera. Para eso, para traducir la vida, para desatar nudos, para acariciar las cosas que existen como solo las letras pueden hacerlo. Para respirar, para construir, para sentirme menos sola a veces. Escribo para encontrar un lugar donde las emociones que me desbordan estén a salvo. Escribo porque siento mucho. Escribo para mantenerme a salvo de mí misma y del mundo. Escribo porque, desde muy niña, no puedo no hacerlo. Mis versos son mis alas, y también las raíces que guardan en el fondo del corazón cada partícula de mis recuerdos. Escribo, en definitiva, porque no me bastan los cinco sentidos para ser feliz aquí, para permanecer conectada. La poesía, la literatura, son el sexto. Es un extra en la mirada, un extra en el olfato, un extra en el oído, un extra en el paladar, y un extra en el tacto. Me permite vivir conectada a la vida y aferrarme a ella de la manera más auténtica y completa posible. Leer más...