Yamandú Rodríguez

Yamandú Rodríguez

Yamandú Rodríguez nació en Montevideo el 25 de mayo de 1891, en el corazón de una nación todavía joven, donde el campo, la historia y la épica popular eran materia viva para la literatura. Poeta, narrador y dramaturgo, supo modelar una obra rica en ritmo, arraigo y dramatismo, combinando la emoción de lo rural con una conciencia artística aguda. Su nombre puede parecer hoy un eco, pero fue una voz resonante en la escena cultural del Río de la Plata, tanto en Uruguay como en Argentina.

Desde sus primeros versos reunidos en Aires de campo, publicados en 1913, ya se percibe una sensibilidad telúrica, una lírica que surge del paisaje y de las figuras humanas que lo habitan. Pero no se conformó con la poesía: en 1917 llevó al escenario su primer poema dramático, 1810, un homenaje vibrante a la gesta de la independencia argentina. Su representación en el Teatro Solís de Montevideo fue tan bien recibida que cruzó el río y se estrenó en el Teatro Nacional Cervantes de Buenos Aires, consagrando a Rodríguez como una figura destacada del teatro histórico.

Un año después presentó El matrero, otra pieza dramática que no solo conquistó al público, sino que fue llevada a la ópera por el maestro Felipe Boero. Con esa adaptación, El matrero se convirtió en la primera ópera argentina, estrenada en el majestuoso Teatro Colón. Así, Yamandú Rodríguez no solo escribía para ser leído o representado: sus textos convocaban otras artes, otras voces, otros escenarios.

Su teatro siguió creciendo con obras como La lanza rotaJuan Sin Tierra o El fraile Aldao, ampliando el repertorio dramático rioplatense con personajes profundamente enraizados en la historia y la leyenda. Pero también se dedicó con fervor a la narrativa, especialmente al cuento gauchesco. En 1925 publicó Bichitos de luz, volumen que reunió relatos publicados previamente en la revista El Suplemento. Luego llegaron títulos como CansadoCimarrones y Humo de marlos, donde el paisaje rural, las voces populares y la memoria oral se funden con un estilo narrativo vibrante.

Rodríguez no fue un escritor de salón. En 1932 recorrió el interior del Uruguay en una gira inolvidable junto a Felisberto Hernández: mientras uno recitaba sus poemas, el otro tocaba el piano. Esa extraña pero armoniosa dupla llevó su espectáculo hasta Buenos Aires, al Teatro París, donde cosecharon elogios y dejaron una marca difícil de borrar.

Durante los años treinta y cuarenta, su producción encontró nuevos cauces en la prensa y en la radio. Colaboró con la revista Leoplán, y sus textos alimentaron el ciclo El circo criollo, transmitido por radio, en una época en que la palabra oral ganaba terreno sobre la escrita. Su voz también se dejó oír en el cine, como guionista de películas como Águila BlancaEl matrero y Don Bildigerno en Pago Milagro, confirmando su versatilidad y compromiso con la cultura popular. Fuente

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