Francisco de Rioja

Francisco de Rioja

A Francisco de Rioja, la posteridad le ha deparado una memoria poco acorde con su auténtica realidad vital. En vida fue un hombre de enorme influencia en los ámbitos del poder de la Corte de Felipe IV como mano derecha y valido del gran valido, el conde-duque de Olivares. Una sucesión de importantes cargos (cronista de Su majestad, bibliotecario real, inquisidor de la Suprema y General) le acreditan como persona imprescindible en palacio, con el que se contaba incluso como asesor iconográfico del Buen Retiro. Porque a su talante de severo moralista (sobre su condición de eclesiástico) y a su mérito de intelectual solvente y hombre cultivado, se añadían sus dotes artísticas. Precisamente a su creación poética se debe hoy su mayor fama. Ello a pesar de que Rioja, intelectual de vocación, alto consejero de oficio, nunca hizo ostentación pública de poeta, convencido sin duda de que ésta era una actividad menor, recreos de juventud sólo comunicables a los más íntimos. No deja, pues, de ser una pequeña ironía histórica que su memoria perdure hoy especialmente por sus versos y que la posteridad haya prodigado elogios sobre el poeta en la misma medida que los contemporáneos lo hicieran sobre el intelectual y el hombre sabio. Ése es el perfil fundamental de un hombre que supo hacerse de una tan sólida posición en medio de la complicada burocracia civil y eclesiástica de la España de la primera mitad del siglo xvii como para convertirse en imprescindible en los medios del poder; tan sólida posición que ni siquiera le arrastró la caída del mismísimo conde-duque, su protector y responsable del inicio de su carrera en palacio, allá por el año de 1621, coincidiendo con la subida al trono de Felipe IV. [Fuente...]

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