Ramón de Santiago

Ramón de Santiago

Ramón de Santiago fue una de esas figuras intensas y casi secretas de la literatura uruguaya del siglo XIX. Nacido en Montevideo el 29 de abril de 1831, su vida y su obra parecen tejidas con el hilo de la contradicción: entre la política y la poesía, entre el canto y el combate, entre la prensa y la penumbra. Aunque inició estudios en la Universidad Mayor de Montevideo, pronto abandonó el camino académico para integrarse al aparato gubernamental de su tiempo. Fue designado Ministro de Relaciones Exteriores y militó activamente en el Partido Nacional entre 1860 y 1865. Su paso por la política no fue superficial: participó en varias de las revoluciones que marcaron el fin de siglo, dejando una huella que no solo fue administrativa, sino también profundamente humana y lírica.

En paralelo, desplegó una intensa labor como periodista, colaborando con numerosos diarios efímeros que florecían y se extinguían al ritmo agitado de la época. En 1870 se incorporó a la redacción de El Telégrafo Marítimo, donde compartió mesa y tinta con su hermano Julián de Santiago. Bajo el seudónimo R. de S., firmó textos que alternaban la agudeza política con un lirismo cargado de imágenes melancólicas, casi visionarias. Fue también músico, y ese oído atento a los ritmos y silencios se siente en su poesía, donde la palabra parece siempre a punto de cantar.

Su obra más conocida, La loca del Bequeló, condensa la sensibilidad romántica de su tiempo con una mirada que se aventura hacia lo moderno. El título, de resonancias folclóricas y oníricas, evoca paisajes interiores y exteriores que rozan lo mítico. De Santiago escribe con un pie en la tierra y otro en el abismo, como quien conoce tanto la diplomacia del gobierno como el temblor íntimo de la locura y el deseo.

Ramón de Santiago es, aún hoy, una figura a redescubrir. Un poeta de fronteras difusas, un periodista con alma de músico, un político que hablaba en versos. Su legado es una invitación a escuchar entre líneas el rumor profundo de un país que también se escribió con fuego, tinta y silencio. Fuente

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