«Páginas con otros Poetas de prestigio a criterio de este editor»
Aún retumba en mis oídos de los soldados el canto,
de las mujeres el llanto por los hijos que han perdido,
a esos héroes convencidos que por ti lucharon tanto
no sufran el desencanto, a los dioses yo les pido.
Este humilde escribidor,
este aprendiz de poeta,
vino al mundo por error
a las orillas del duero.
Bebió en las aguas del río
su espíritu aventurero
Malditos sean los dioses,
malditos los idiomas,
maldito todo aquello que separa,
malditos los que nunca dan la cara,
si dices basta ya, ven que les toses,...
¡Phsshshs…! Silencio en el ambiente.
Observen como salta y se desliza lentamente
ese chorrito de agua cantarina,
-un milagro de dios, agua divina-
en los Picos de Urbión...
Que hoy preciso leer a Blas de Otero,
me gusta como escribe, su constancia,
me encanta lo que dice, que yo quiero
ornarle con sus versos a mi estancia.
Recuerdos de mi infancia: el estraperlo.
Quien no vivió esa etapa no conoce
que fuera lo normal un día hacerlo;
la vida allí era fruto de un desbroce
y todo sin comerlo ni beberlo.
Comprendo que yo soy un preguntón
cual niño, el que se hace mil preguntas,
obseso de la vista, otro mirón,
que observa aquí al pasar de refilón
aristas, las esquinas y las puntas.
Aquellos que un buen día os aupasteis al altar
de ese elitista gobierno de la Europa Unida,
que ahora acomodados gozáis su bienestar
sin pudor traicionando ese punto de partida,...
Ya sé ¡que vale ya, no me repitas!
que fuiste un soñador toda la vida,
tratando de ganarle la partida
al mundo que es el monstruo en que tú habitas,
debiendo de admitir que es una herida...
Cual hijo que denuncia la autoría,
que hoy se opone a admitir que soy su padre,
disgustado, no encuentra quien le ladre,
ser del mismo su engendro no querría.
Hoy sale el sol, mañana dios dirá,
posíblemente sea dios ni sabe
si acaso el que esto escribe aquí lo acabe,
que solo cuando pase se verá
lo que es mucho más grave.
Hoy he pasado ante ti
linda y lozana muchacha,
manto cubierto de escarcha
y labios rojo carmesí.
Ayer ha de ser hoy, menos un día,
perdida otra ocasión de conocerte,
de tenerte en mis brazos, de quererte,
disfrutar de tus besos, vida mía.
Cantar. Quiero cantar. Cantar no puedo
mirando fijamente frente al mar,
consciente que me debo de olvidar,
que un día fui más fuerte que un hayedo
y hoy puede ya la brisa derribar.
Es una pena pero... Ayer, creo fue ayer
cuando en la aldea se alzaban las persianas,
al alba, resoplaban las campanas
sin que nadie las pudiera ya mover.
Yo soy igual que aquel ni más ni menos,
el chico que te cruzas por la calle,
a cuestas con sus trinos, con sus truenos.
La variedad se encuentra en el detalle,
el modo de labrar nuestros terrenos.
Que mañana, quizás, ya haya gobierno,
o habremos de esperar a primavera,
a que el brote de maíz se halle tierno,
lista esté para urdir la sementera.
Hoy bajo al bar. Hace calor. Pido un refresco.
Mientras lo tomo voy al público observando.
En una mesa veo a chicos conversando,
y a otro más que el periódico lee. Y un fresco
