1.ES AHORA QUE NADA HE DE ESPERAR [Poema del Editor]
2.Eduardo Molina Ventura [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA… de medio pelo

 

Es ahora que nada he de esperar,
justo ahora que acaba mi camino,
que no encuentro ni espacio ni lugar,
ya no existe maceta que regar,
que la bota vacía anda de vino
y así quiera no puedo emborrachar.

Es ahora que no hallo un adivino
ni algún santo me acerque hasta su altar,
en que todo me importa ya un comino,
y no hay lápiz que pueda dibujar
pues que él mismo se ha vuelto un asesino,
la garganta atraganta si ha de hablar

La nostalgia no puede ya añorar,
la saliva se va por donde vino,
y los ojos no pueden observar,
que hasta el suelo se ha vuelto muy cansino,
y lo andado ya es más que por andar
y hasta dudas, no más, si eres cretino.

Que los sueños dejaron de soñar,
y te sientes cual fueras jarrón chino,
y te sientas frecuente al fatigar,
renunciando a lo humano y lo divino,
pues si opinas te dejan de escuchar,
y hasta el tiempo se fue por donde vino.

Solo es ahora que sé cual es mi sino,
que me cuesta ya incluso respirar,
en que el aire en la playa es sibilino,
que las piernas flaquean al andar
pues que al paso al andar le falta el tino
y la mente no encuentra en qué pensar,
o le asusta pensar en su destino,
la memoria no puede recordar,
los sentidos dejaron de vibrar
los deseos se echaron a la mar,
aquí sigo hasta acabe mi camino.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Eduardo Molina Ventura

Los Amantes Eternos

Un viejo y su vieja
Yacen por fin tendidos bajo la tierra
La podrida mano de él en la podrida mano de ella
A través de sus labios ya desaparecidos
Se comprenden sin decir palabras
Y mientras escuchan
El lento y grave canto de la tierra
Que de ellos se alimenta
Se preguntan en su vacío corazón
Si han de morir algún día

Se nos ha pasado la vida

Se nos ha pasado la vida
como en una gran casa triste
que todos los vientos atraviesan
corrientes de aire golpean las puertas
y sin embargo ninguna pieza está cerrada
Allí pasan polvos desconocidos y cansados
de no se sabe qué

Es casi la calma

Es casi la calma
El viento debe cantar más allá de las nubes
Es el momento en que las manzanas
caen sin saber por qué.

Poema

Una chinita
cruza mi página en blanco.

I

Yo soy el chico Molina,
el escritor sin obra.
Soy nadie en la poesía chilena,
ya lo dijo Marchant
yendo al encuentro de desolación.
Soy el que marca la ruta a sus compañeros
que me reconocen
y toman conmigo en la Unión Chica
pero que me dan la espalda al primer cobro de un premio.
Soy el que siempre está
aunque nadie sabe por qué
y no se extrañan.
Entonces sé que mi labor tiene algún sentido.

La virtud se demuestra en los actos
y mi acto es estar parado en todas las esquinas
por donde deambula la literatura chilena.
A veces pienso que, también,
soy un cafiche
pero rápidamente me doy cuenta
que ni yo sé bien de qué vivo.
Eso se disuelve tras mis refinados ademanes
y la vida me conversa con cenas y halagos
de mis obras que tienen nombre,
pero que no podrían estar escritas en ninguna parte.
Descubrí hace tiempo que la mejor obra
es la que no se escribe.

II

Yo soy el chico Molina
creador del cielo y de la tierra,
del cielo y de la tierra en la literatura chilena,
y del mar, también.
Yo le indiqué a Huidobro los puntos cardinales
y se me afrancesó,
pero yo también me afranceso,
la literatura chilena se afrancesa.
No ven que la ciudad luz está en otra parte
y se hace imperiosa para escribir,
para no andar a tropezones con los bultos.
Porque son bultos los que arrastramos,
y se hace necesario que se hagan visibles de modo celeste.

Vicentito tenía que caer mecido por el aire en París.

Los fantasmas-bultos se convirtieron en aire
y su traductor fue Huidobro.
He de confesar que yo le hablé al oído
como un hermano le habla a su hermano.

III

Yo soy Eduardo Molina
el liliputiense de la literatura chilena,
nunca Eduardo Anguita ni Gonzalo Rojas me miraron hacia abajo.
Soy el espejo roto en que se miran las letras nacionales,
fragmentos pequeños astillados
en las manos de la burguesía.
Ruptura de bocas en la academia
que se alimenta de mentiras
parecidas a las mías.
Pero las mías tienen estilo.
Estilos siempre novedosos
en los cuales se eclipsan Pezoa Véliz
y su descendencia.
Yo los reúno a todos
para que nadie quede fuera de mi fiesta literaria
¡no iba a ser de otro modo la cosa!,
desde chico aprendí a ver bajo el agua.

VII

Yo soy Eduardo Molina Ventura,
algunos creen que soy el hombre imaginario de Parra
y puede que alguna vez yo también lo haya creído.
Más bien soy el amigo imaginario de todos los niños y niñas chilenas
que, sabiéndolo o no,
se encaminan por el rumbo literario.
¿Que cómo puedo demostrar esto?
Escuchen mis historias
más reales que la caída del imperio romano
y más visionarias que las profecías de San Juan.
En mí confluyen cinco de los siete dones del espíritu santo:
don de sabiduría, don de inteligencia, don de consejo, don de fortaleza y
don de ciencia.
El don de piedad y el don de temor de Dios
se los dejo al cura Valente
para no dejarlo sin nada.

VIII

Yo soy el chico Molina y siempre he querido ser el chico Molina,
ser aquel que sepultó definitivamente al surrealismo.
Algunos no entienden el heroísmo de ese acto,
no entienden la destrucción que posibilitará la construcción de nuestra literatura
cuyo eje será la diferencia, la aporía
que dejará su huella, su impronta como una marca en la biblioteca universal.
Mis discursos son visiones apegadas a la tierra,
caminos que salen de mi boca conectados con el cosmos.
Soy una especie de espía portátil
con la mirada y el ojo del experto.
Miento, es verdad, miento,
pero en nombre de un destino mayor.
El sacrificio en mi boca tiene sentido,
tiene futuro, porque sépanlo en este momento u otro,
volverán a mí, volverán a la pregunta que yo realicé
cuando tuve conciencia de nuestro mundo.

XIII

Io sono il piccolo Molina
Se non è vero è ben trovato.
Así la literatura chilena ha encontrado a su paladín,
su arquetipo inusual, su sentido de ser,
su azar, que es un juego de necesidad
al cual responderé con mi vida
que se extenderá junto al horizonte de la literatura nacional,
trascendiendo mi muerte y trascendiendo los tiempos
en pos de la eternidad.

XIV

Je suis le petit Molina
Je suis de mon coeur le vampire.
Al igual que Baudelaire,
me alimento de mí mismo.
Pensarán que me conformo con poco,
pero yo en escasos centímetros
encarno el nexo entre la literatura universal
y la literatura chilena.
La densidad de mi sangre es de tal dimensión
que alimentará a los escritores nacidos en esta tierra hasta
el fin de los tiempos,
y será la válvula que nos ligue más allá de la galaxia
con el destino del universo.

XXV

Quisiera hacer una confesión:
yo encarno la unificación de la literatura chilena,
la hago realidad en este devenir de escrituras
más allá del intento de Lastarrias.
Ocupo los nombres simbolizados de los elementos
y no solo el espejo manoseado
de una mala apropiación, que sigue y suma:
D’halmar el Zola chileno
Huidobro el Reverdy chileno,
Juan Emar el Kafka chileno,
Pablo Neruda el Tagore chileno,
Óscar Castro el García Lorca chileno
Carlos de Rokha el Rimbaud chileno,
Jorge Teillier el Esenin chileno,
Raúl Zurita el Dylan chileno,
José Memet el Dalton chileno.
No por lejanía se es mejor,
no por la medida se es mejor,
esa tonalidad no cuenta en el destino
que debemos asumirnos
¿o la literatura es la única copia feliz del edén
a la cual podemos acceder?
Todo es retórica, pero no como mentira,
sino como engaño que nos permite ser y permanecer un rato
en el respiro de esta tierra.
De Molina, la literatura chilena soy yo (2020).

Bio de autor en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • Poeta chileno nacido en Santiago. Jamás escribió un verso según relatan sus amigos de juerga, entre ellos Teófilo Cid, Jorge Teillier, Rolando Cárdenas y otros, ya que este personaje era habitual en la bohemia santiaguina ligada al campo de la poesía y la literatura en general. A él se le atribuye una de las anécdotas más jocosas de la literatura chilena. Se cuenta que un día llegó al bar Unión Chica, para contarles a sus contertulios que ya había terminado su gran trabajo literario y que se llamaba "El Lobo Estepario", luego comenzó a leerles capítulo por capítulo dicho trabajo, dejando a todos boquiabiertos por tan magna obra y recibiendo a su vez, una gran cantidad de halagos. No paso el tiempo cuando se dieron cuenta que dicho trabajo pertenecía al escritor alemán Herman Hesse, y que Molina solamente lo había traducido antes de que en Chile se editara dicha obra. Esto causó un revuelo especial en torno a su figura y al contrario de lo que todos podrían pensar, Molina siempre tuvo el respeto de sus pares. Siempre estuvo en el ambiente literario, prologó libros de escritores tan importantes como Efraín Barquero y su opinión siempre buscada por todos, ya que tenía un ojo especial para dilucidar la poesía en su estado más profundo. Un ejemplo de ello es parte del prólogo que escribió para el libro Arte de Vida del poeta Efraín Barquero y que representa la certera visión que Molina tenía por la poesía. En este texto lleno de respuestas, Molina nos asegura su talento y sus virtudes literarias que, si bien jamás publicó un libro en vida, dejó de manifiesto su alto vuelo poético y su verdad estampada en las letras nacionales. Vivió gran parte de su vida en Lo Gallardo, refugio de poetas y escritores bajo el alero de la mecenas y escritora Inés Balmaceda del Río, que tenía una gran propiedad en los alrededores del río Maipo y de la cual hoy no queda más que el recuerdo. Allí se refugiaban poetas como Efraín Barquero, Luis Oyarzún y el pintor Roberto Humeres. En este lugar el poeta escribió gran parte de sus textos que fueron compilados después de su muerte por Miguel Ruiz, quien dice haber escuchado gran parte de ellos y que eran prácticamente aprendidos de memoria por todos los que frecuentaban el grupo de poetas de las riberas del Maipo. Molina tenía sus versos clásicos como "Una muchacha debe ser fresca como un huevo del día" o cuando parafrasea a Rimbaud: "Senté a la fealdad en mis rodillas, y no la hallé amarga, y no la injurié". Un poeta de virtud y de hermandad con sus pares, así fue definido Eduardo Molina Ventura, que murió en Lo Gallardo en 1986 rodeado de las mujeres del lugar, que llevaban flores a su querido poeta, que despedían a un grande de la poesía chilena sin saberlo, pero que admiraban su sensibilidad y apego a la poesía más pura y eterna.  © Cristián Cruz

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