EL GORRILLA DEL BARRIO [Mi poema]
Miguel García-Posada [Poeta sugerido]
Miguel García-Posada [Poeta sugerido]
¡Gracias por leer esta publicación, ¿deseas comentar? haz click en el botón de la izquierda!
MI POEMA… de medio pelo |
El gorrilla del barrio de Santa Engracia El pelo corto y negro, la piel morena No domina el lenguaje del castellano Nadie sabe su nombre ni le hace falta El gorrilla del barrio tiene salero Se muestra agradecido con las propinas Yo le saludo al verle todos los días El gorrilla del barrio, aparcacoches Que las noches dedica a sus menesteres El gorrilla del barrio es un bandido El gorrilla del barrio de Santa Engracia |
Un gorrilla, un franelero, o formalmente cuida-coches o aparca-coches callejero, es una persona que se dedica a vigilar los coches aparcados en determinadas calles de grandes ciudades a cambio de una propina.
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Miguel García-Posada
«De flores»
Una flor puede ser
El emblema de la felicidad.
Los poetas de oriente llevan siglos
repitiéndolo, sabios y sutiles;
yo he encontrado ese emblema
en una flor de los cielos abiertos:
la amapola, compacta en sangre generosa,
vecina buena, ubicua compañera,
fiel intrusa de todos los caminos,
musa alegre de todas las cunetas,
revisora segunda de los trenes.
Doncella de los labios carmesíes,
me ha traído mi infancia de la mano,
la niñez transparente, alondra tibia,
y ha voceado sus nombres más queridos
y ha repetido fraternal sus cantos
de cristal, sus sonidos
de sueño limpio y alto en los afanes.
Entonces –era entonces–, mayo
venía con su caballo blanco y puro
a llevarse en su lomo de jazmines
las pálidas cenizas del invierno.
Mundo de la promesa, los mitos y los ángeles.
Desdichado de aquel que nunca tuvo
o no retuvo, el triste,
una flor palpitante en su memoria,
pues empezamos a morirnos
el día que la dejamos
en los sucios desmontes del olvido.
«Homenaje a Marcel Proust»
Danzaban todos pero estaban muertos,
sus máscaras fingían las vidas clausuradas,
amortizadas en la nada umbría.
Máscaras –Arlequines, Pierrots, Polichinelas,
Colombinas–, disfraces, falsedades.
Adiós, adiós, hubiera habido que decirles,
adiós, adiós y para siempre.
Pero no había lugar a los engaños:
las calaveras se exhibían
en los engolados disfraces,
apenas si velaban
las dentaduras postizas,
sin rubor se asomaban
a las pelucas grises
y se insinuaban eficaces
en las manos de cera transparentes,
habitadas de azules abanicos
que surtían un aire amarillento
y helado.
……………La orquesta
decía el triunfo de los madrigales,
el rumor inconsútil de las faldas de seda
y el movimiento leve de rizos y de bucles.
Pero otra música sonaba,
rebotaba en los muros ya marchitos
y lloraba las llagas siempre abiertas
del perseguido amor, esa verdad
de los amantes descarriados.
Y muy pocos sabían escuchar
aquella música discreta.
Muy pocos, sí, mas es lo cierto,
las músicas sonaban duplicadas,
leves valses de luna, oscuros réquiem,
y ducados, condados, baronías
contemplaban la oscura ceremonia
del tiempo consumado,
como el aire cruel
de los azules abanicos.
Con el amanecer,
en nada concluidos los telones
y las sombras copando las butacas,
la luz restaurará la falsa historia
de los muertos aquellos
y el paisaje real que transitaban:
el cementerio, sí,
el salón genuino de cristales sin vaho,
donde la luna cumple con sus consumaciones,
y borra laboriosa,
las altas inscripciones de la piedra,
la piedra tan enfática y mentida,
la piedra, carne de los grandes ídolos,
decidida agonista de la muerte
con escudos, banderas y linajes.
Emblemas o ficciones de la historia,
mascarada de las suplantaciones,
pasto fértil de años y de siglos.
DE DOCTRINA
Descartados ya todos los afectos,
Abandonada toda cortesía,
No esperar comprensión ni tolerancia,
Ni clase alguna de misericordia;
Ventear bien despierto las insidias,
La deslealtad, la astucia, las traiciones;
Estar siempre dispuesto a abrirle al juez
De par en par las puertas de tu casa:
Observar en silencio, resignado
Cómo se lleva todos tus despojos.
‘De doctrina’, de Miguel García Posada (1944)
«Pausas de la noche»
La noche tiene pausas, ríos, fuentes,
que hasta la piel afluyen del despierto
y riegan eriales delincuentes
del que habitaba un mundo, oscuro, yerto.
Y con el agua vienen los jardines,
la gloria del jazmín y los azahares
el triunfo del dondiego y sus afines,
los claveles, los lirios, los cantares.
Cuando el alba irredenta se deslice
y a su vez se apodere de las cosas
nadie, habrá ya que garantice
la decadencia augusta de las rosas.
Todo será de nuevo una ruina
cenicienta, caduca y gris informe:
la luz resuelta en lumbre mortecina;
yo, insomne y diminuto; el mundo, enorme.
Publicado en: Cuadernos Hispanoamericanos. Núm. 688, octubre 2007
«Carcoma»
La carcoma es la reina de la noche,
la enviada del mundo de los muertos.
Es la diosa primera de un Olimpo
oscuro, subterráneo y subceleste.
Su falso y átono violín
parece modular
la presunta armonía de los astros,
la concertada euritmia
de la creación;
pero lo que en verdad proclama,
la obstinada,
es la ruina de todo cuanto existe,
las fraudulentas huellas del demonio
que labora insistente
en las entrañas mismas de la vida.