y 3,061 POETAS Sugeridos e Invitados
1.AL PUERTO MARÍTIMO DE AYAMONTE [Poema del Editor]
2.Margarita Michelena [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)
MI POEMA …de medio pelo
Es mi anhelo, es mi pasión
disfrutar yéndome al puerto
y en la playa a cielo abierto
embriagarme de emoción,
el vayven viendo en las olas,
con sus tonos claros, grises,
impregnadas de matices
como un campo de amapolas,
oteando el horizonte
cuando el sol pierde el sentío
con mi barco y el trapío
de tu risa, polizonte.
A los pies de ese Guadiana
que emergiera, un mes de abril,
cuando el cielo luce añil
la campiña es verde grana.
Ese puerto sin igual
que se muestra complaciente
y sembrando va simiente
tan cercano a Portugal.
Con la mente echando al monte
desbordada a su albedrío
amarrado a ti, amor mío,
bajo el cielo en Ayamonte.
©donaciano bueno
MI POETA SUGERIDO: Margarita Michelena
Una muestra de sus poemas:
A las puertas de Sión
J’attends une chose inconnue
Mallarmé
Ya sólo soy un poco de nostalgia que canta.
Y a tus puertas estoy como una piedra
gris en el lujo nítido de un prado.
No traje nada aquí ni dejo nada.
Tampoco sombra alguna ha descendido
de mis propias tinieblas y mis brazos.
Ninguna flor tomé sobre la tierra
para no encadenarme a su hermosura
ni por gracia mortal ser poseída.
Ni traigo ni el fantasma de un perfume
a tu jardín de límpidas esferas.
La soledad te traigo que me diste.
Óyeme aquí gemir, tu criatura
del exilio y del llanto.
Óyeme aquí, tu ciega enamorada
que su muerte muriendo sin morirse,
tu estrella ve temblando, suspendida,
desde el hundido túnel de su canto.
¿Cuándo enviarás mi sombra a devorarme?
¿Cuándo podré marchar hacia tus prados,
a tus puertas de oro,
cuándo por tus jardines apartados
iré ya sin mi muerte, ya robada
para el ancla vencida de mi polvo?
No más mi cuerpo ver, como un alcázar
de música ruinosa, ni la noche
circundando mi fiesta de amargura.
No más hablar de ti desde mi boca
que es sólo como muerte detenida,
no hablarte con mi voz, que se levanta
demorado desastre. Abre tus puertas
y ciega con la vista mis dos ojos.
Mátame de belleza, ya alcanzado
el gran callar hacia donde navega
la nave de nostalgia que es mi canto.
Deja que en este punto mi ceniza
se caiga desde mí, que me desnude
y me deje a tu orilla, consumada.
Qué con brazos de amor ?no los que tuve?
llegue por fin a la sortija de oro
con que al misterio ciñen tus murallas.
La tristeza terrestre
Como a un muerto de sed
La tristeza terrestre
El velo centellante
Hipótesis del vuelo
Sueño y rescate
Palabras del poeta a la criatura humana
Como a un muerto de sed
Hablo como quien habla
delante de sí mismo consumido.
Algo ya de mi muerte está aquí ahora.
Ya no me pertenece
la voz que está cantando a mis espaldas
y mi puro planeta está llegando
a ponerse debajo de mi planta
porque ande mi memoria entre su nieve.
Cierto es que llama fui, muy combatida
entre contrarios vientos
y no sé cuál de todos me ha apagado.
Mas desasida estoy. Y aunque me duele
el sitio en que moraba
tan dulce oscuridad, voy asomando
un paso ya del cerco de mi sombra,
Cuando me inclino a recoger mi nombre
nombre de soledad, cetro sombrío
y célibe corona,
sé que arrebato su laurel a un muerto
y me ciño la flor que no se mira,
que a otra le estoy hablando en estas voces.
Muerta la tengo en medio de mis brazos,
mi más honda, mi más amada víctima.
Me abandono a mí misma como a un muerto de sed.
Aquí me dejo. Y ya me estoy mirando sin ternura.
La casa donde amé.
La vista oscura y engañada de objeto.
Las guirnaldas de la fiesta extinguida.
Todo cuanto no era descendido
de mi más alto ramo,
de las aguas secretas y desnudas.
La tristeza terrestre
Vivo a veces mi muerte. Me recuerdo.
Adivino mi rostro y sé mi nombre.
Y la puerta se abre. Y yo penetro
en mi primera identidad y salgo
de la casa fugaz de mi esqueleto.
Qué difícil volver, con la memoria
de aquella viva muerte que se tuvo.
Qué mirarse a sí mismo,
ya ser desconocido e increíble,
después de ver las fuentes y los prados
de la morada quieta y misteriosa.
Ya se es criatura despojada,
ángel triste y vacío, helada estrella,
vagando por el dédalo sonoro
de una desconocida sangre, por la patria
extraña de unos ojos,
después de haber pisado un umbral de centellas.
Y las manos, que brotan
como súbitos seres impensados.
Y esta ciudad equívoca del cuerpo
donde somos viajeros extraviados.
Y este volverse a ciegas
a la oculta potencia, al signo visto
que de terrible amor ha enamorado.
Todo ya en la comarca desolada
de los torpes sentidos,
cruzando por acequias estancadas,
por extraños países moribundos
de cabellos y piel, huesos y sangre,
hacia el nombre y el rostro ya sabidos.
Ya no se vive, no, como los otros,
con esta muerte de fulgor probada,
ni es nuestro ya el cadáver que devora
la muerte igual, la muerte que es de todos.
Y no sé si Dios manda
esta dulce visita tenebrosa,
este veneno altísimo y terrible
o si se escucha el canto de un demonio
detrás de esta nostalgia,
de este volver de nuestra muerte propia
Pero sé que es morir. De eso se muere
de jubiloso atisbo fulminante,
de tremenda memoria recobrada.
Y aquel que haya caído
alguna vez desde su propio cuerpo,
como si despertando bruscamente
se despeñara de una torre sorda,
andará hasta la muerte como muerto.
Elegía
Imaginad un árbol con las ramas por dentro,
ahogado por su propia e imposible corona
y que cautivo lleva ?aniquilándole?
el fruto no vertido de su sombra.
Esto soy yo. La soledad sin brazos.
Un mar que, despertando, ya es arena,
muriendo solo bajo el mismo grito
que imaginó poner entre sus ondas.
Yo venía
de ser raíz para subir a sueño,
de ser oscuridad a dividirme
en el sereno reino de mis hojas.
Subiendo estaba y encontré esta muerte
de no ser sino el árbol que encerrada
lleva su irrealizable primavera,
su fuerza inútil de imposibles ramas
que no verán jamás a las estrellas.
Esto soy nada más. Raíz desnuda.
Un viaje que pensó que se movía
hacia el diáfano fuego de la rosa
y se quedó en su origen de ceniza,
más que nunca en la planta desde donde
creyó subir por la escalera angélica.
Y estoy sintiendo lo que siente un sueño
cuando va a florecer y es despeñado
desde los mismos ojos que lo sueñan.
Soy la que nada poseyó. La oscura
desesperada soledad terrible,
quien jamás conoció sus propios brazos
ni los colmó de llanto y de dulzura.
No se crea en la voz que se me escucha,
que no es ésta mi voz. Y este poema
no es siquiera una rama… No es siquiera
una sospecha de mi oculta sombra.
Tan sólo quedó aquí del mismo modo
que en la orilla del mar a veces queda
?testimonio de muerte y abandono?
el lúcido esqueleto de una perla.







