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Breve Biografía de José Bergamín

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José Bergamín fue un escritor oriundo de Madrid (España) el 30 de diciembre del año 1897 y fallecido en Guipúzcoa el 28 de agosto de 1983. Recibió una crianza religiosa y con una fuerte inclinación por el comunismo, lo cual marcó las bases de su ideología. Se relacionó estrechamente con Juan Ramón Jiménez, director de la revista donde José comenzó a cultivar su faceta periodística, y con Miguel de Unamuno, cuya inspiración resultó fundamental en su carrera literaria. Entre sus aportaciones culturales se encuentra la fundación de una escuela en la ciudad andaluza de Málaga, que gozó de un gran prestigio durante años. El franquismo lo llevó a exiliarse; en su viaje, pasó por algunos países de Latinoamérica y acabó en Francia. Más tarde, sus ideas políticas le costarían más de un puesto de trabajo, irónicamente, en el área de la comunicación.
Su obra es muy vasta y variada; dentro de sus creaciones en prosa, encontramos los títulos «El cohete y la estrella», «Fronteras infernales de la poesía» y «Al fin y al cabo». Entre su producción dramática, destacan «La risa en los huesos» y «Don Lindo de Almería». Finalmente, algunos de sus poemarios son «La claridad desierta» y «Canto rodado»; a continuación, es posible disfrutar de su poema «A Cristo crucificado».

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Autor

LOS POEMAS

 

AGUA sólo es el mar; agua es el río

AGUA sólo es el mar; agua es el río,
Agua el torrente, y agua el arroyuelo.
Pero la voz que en ellos habla y canta
No es del agua, es del viento.
Agua es la blanda nieve silenciosa
Y el mundo bloque de cristal de hielo.
Pero no es agua, es luz la voz que calla
Maravillosamente en su silencio.
Agua es la nube oscura y silenciosa,
Errante prisionera de los cielos.
Pero su sombra, andando por la tierra
Y el mar; no es agua, es sueño.

Otros sonetos

(A Rafael Alberti)

EUROPA no habla griego, que habla gringo
Creyendo que está hablando el europeo:
Babélico balido y balbuceo
Que se americaniza de vikingo.
Nunca soñó un imperio Carolingo
Tan incontinental cocacoleo.
Ni encontró un Bonaparte a su deseo
Tal respuesta, responso, ni respiro.
Respuesta que es apuesta y desatina.
Responso a la difunta Gran Bretaña.
Respingo que lo da quien más se empina.
Y mientras se la ignora o se la extraña
A una Europa, que, al serlo, fue latina,
Ya no se habla en cristiano ni en España.

LA COPLA CLARA Y SENCILLA…

La copla clara y sencilla
es la que vale la pena
de escucharla y repetirla.

Porque es la sola poesía
que le dice al corazón
lo que es verdad o es mentira.

Hora última, 1984.

‘Ombre de mon amour’

Apollinaire SOY una sombra que no siembra huida,
Porque engendrada de una llama incierta
Deja en el surco la semilla muerta
Para que vuelva a renacer la vida.
Por la tierra y el agua convertida
En limo, en barro humano, me despierta
La luz del sol de par en par abierta
Como se abren los labios de una herida.
Para poder seguirte pareciendo,
Si quieres escaparme, te persigo,
Si me persigues, te acompaño huyendo.
Como amigo fugaz soy tu enemigo
Que no parece ser que lo está siendo.
No estoy nunca sin ti, ni estoy contigo.

LA vida es nuestra pasión.

La verdad, nuestra razón.
(Cuando de verdad queremos

¿lo que de vida soñamos—
La verdad, la padecemos,

¿la vida, la razonamos.)
La vida es nuestra razón.
La verdad, nuestra pasión.

LA vejez es una máscara:
Si te la quitas, descubres
El rostro infantil del alma.
La niñez te va siguiendo
Durante toda la vida.
Pero ella va más despacio
Y tú andas siempre de prisa.
Cuando la vejez te llega,
No es que vuelves a la infancia,
Es que moderas el paso
Y al fin la niñez te alcanza.

SUENA tu voz lo mismo que un lamento

O que un grito perdido en lejanía;
Como una luz que hiere el horizonte
Y lo abre a soledades infinitas.
Es penumbrosa claridad el sosiego
De la tarde. La lumbre mortecina
De tu alma, pelea con las sombras
Del tiempo, que la cubren de ceniza.
Los ecos del silencio hasta tu oído
Unos pasos lejanos aproximan.
Y es otra muda voz la de la sangre
Que en tu cansado corazón palpita.

La sombra y la muerte (II)

En todo hay cierta, inevitable muerte
Cervantes Siento que paso a paso se adelanta
al doloroso paso de mi vida
el ansia de morir que siento asida
como un nudo de llanto a la garganta.

Fue soledad, fue daño y pena, tanta
pasión que en sangre, en sombra detenida,
me hizo sentir la muerte como herida
por el vivo dolor que la quebranta.

Siento que paso a paso, poco a poco,
con un querer que quiero, y que no quiero,
se adentra en mí su decisión más fuerte:

sintiendo en cuanto miro, en cuanto toco,
con tan clara razón su afán postrero,
que en todo es cierta, inevitable muerte.

La sombra y la muerte (I)

Ya con la sombra me asombra
Lope de Vega Pienso que sigue al eco prolongado
del mar, en su sonora voz oscura,
«aquella voluntad honesta y pura»,
lumbre que enciende mi ámbito callado.

De luz y no de sombra estoy cercado,
como la noche; mi pasión apura
la tiniebla sutil que me procura
vivir de claridades rodeado.

Padezco por anhelo de ese fuego
que, invisible, me abrasa y no me prende,
volviéndome esqueleto, espectro, escombro.

Ni sombra soy cuando a mirarme llego;
pues cuando en tal figura me trasciende
mi sombra no es mi sombra que es mi asombro.

OTRA vez esta noche,

Cuando estaba esperándote,
Me dormí, y en mi sueño
Oí una voz llamándome.
Una voz larga y triste,
Apenas susurrante,
Como un sollozo roto
En los dedos del aire.
Una voz melodiosa
Que no oyó nunca nadie;
Que cuando más se acerca,
Más parece alejarse.
Una voz melodiosa
Que no oyó nunca nadie;
Que cuando más se acerca,
Más parece alejarse.
La voz de un viento oscuro
Que se esconde en los árboles
Y hace temblar sus copas
En la luz de la tarde.
Una voz que me llama
Y no quiere llamarme.
Una voz que parece.

MI POESÍA ES REZAGADA…

Mi poesía es rezagada
porque se ha quedado en mí
como un remanso de agua.

Como una corriente clara
que transparenta hasta el fondo
del cauce que la remansa.

Se me ha quedado en el alma
posando la turbulencia
sonora de mis palabras.

Como una voz que se apaga
y va abriéndole al silencio
su música más callada.

Apartada orilla, 1976.

UN SONETO ME PIDE QUE LE HAGA…

Un soneto me manda hacer Violante…
LOPE

Un soneto me pide que le haga,
ignorando las reglas del soneto,
otra nueva Violante, a quien, discreto,
pedirá mi soneto dulce paga.

Como en el eco de la voz se apaga
de la ripiosa consonancia el veto,
prisión será el soneto de un secreto
que ni su eco ni su voz propaga.

Secreto a voces que el silencio apura,
sonoramente, con el crepitante
temblor del verso como el de la llama.

Secreto que a sí mismo se asegura
por su sonoro son soneteante
cuando enmascara un corazón que ama.

La claridad desierta, 1983.

EL MULO MOLA

El hijo de la gran Mula
por Mola vino a las malas.
Como no tuvo soldados,
los hizo con las sotanas.
De lejos, el traidor Franco
solo promesas le manda,
y tomándolo por Muño
le anuncia tropas mulatas.
Ya están pidiendo madrinas
las tropas de las mejalas.
La media Luna ya tiene
protección de las beatas.
¡Cómo curan sus heridos,
cómo el moro les regala
sangrientos ramos de flores
llenos de orejas cortadas!
En mulas van hacia Mola
pidiendo e gritos la paga.
Mola los mueles con marcos,
ya caducos, de Alemania.
¡Fiero moro, te engañaron,
te van a engañar, te engañan!
De todas partes por radio
llegan las voces cascadas
de generales borrachos
diciendo botaratadas.
Mientras que contra los cuentos
que los fascistas levantan,
las hoces y los martillos
chocan sus verdades claras.
Las Milicias van cantando
su alegría en la batalla,
victoriosas de la muerte
que acecha a sus milicianas;
siempre poniendo los ojos
en donde ponen las balas.
Asoma la luz del día
enfrente de Guadarrama,
ensangrentando de albores
las luces de la esperanza.
Al otro lado del monte
está la muerte de España.

EUROPA Y EL CARACOL

Huyendo de la paz marchóse Europa.
Quien, por no darnos crédito a los ojos,
no quiso compartir nuestros enojos
ni con nadar ni con guardar la ropa.

No se movilizará tanta tropa
sino como muestrario de despojos;
para enseñarnos negros, luego rojos,
entre dientes serricas de galorpa.

Hoy fue la paz; mañana será la guerra
yace inerte la más desbaratada
voluntad de vencer que hombre tuviera.

Paz sepulcral enlutará la tierra,
muerta de miedo, de morir matada;
quien no la vio venir no lo creyera.

COMO QUIEN OYE LLOVER

Como quien oye llover
Te pido que oigas mis versos:
Con atención tan profunda
Como se escucha el silencio.
Como se escucha a los árboles
Cuando los menea el viento,
Y caer, como hojas secas,
Las horas muertas del tiempo.
Como el crepitar sonoro
De las llamas en el fuego,
Y en los cielos el callado
Arder de los astros muertos.

EUROPA

Europa no habla griego, que habla gringo
Creyendo que está hablando el europeo:
Babélico balido y balbuceo
Que se americaniza de vikingo.

Nunca soñó un imperio Carolingio
Tan incontinental caracoleo.
Ni encontró un Bonaparte a su deseo
Tal respuesta, responso, ni respiro.

Respuesta que es apuesta y desatina.
Responso a la difunta Gran Bretaña.
Respingo que lo da quien más se empina.

Y mientras se la ignora o se la extraña
A una Europa, que, al serlo, fue latina,
Ya no se habla en cristiano ni en España.

‘ECCE ESPAÑA’

Dicen que España está españolizada,
mejor diría, si yo español no fuera,
que, lo mismo por dentro que por fuera,
lo que está España es como amortajada.
Por tan raro disfraz equivocada,
viva y muerta a la vez de esa manera,
se encuentra de sí misma prisionera
y furiosa de estar ensimismada.
Ni grande ni pequeña, sin medida,
enorme en el afán de su entereza,
única siempre pero nunca unida;
de quijotesca en quijotesca empresa,
por tan entera como tan partida,
se sueña libre y se despierta presa.

COMO quien oye llover

Te pido que oigas mis versos:
Con atención tan profunda
Como se escucha el silencio.
Como se escucha a los árboles
Cuando los menea el viento,
Y caer, como hojas secas,
Las horas muertas del tiempo.
Como el crepitar sonoro
De las llamas en el fuego,
Y en los cielos el callado
Arder de los astros muertos.

La noche y el día (II)

(A Carmela, bailarina clara)

Carmela, más que nubes, más que nieves,
más que plumas, que espumas, más que albores,
tejen dorados hilos zurcidores
la aurora de tu frente en copos leves.

No separes tus ojos, no te lleves,
gacela huida a tantos resplandores,
sus dardos encendidos, heridores,
hebras de sol en cárceles tan breves.

Detén la catarata fugitiva,
el vuelo de tus pies, el de tus oros,
la risa de esas mágicas deidades.

Asómbrate de ser floresta viva,
incendio de sus ámbitos sonoros:
siembra luces, cosecha claridades.

Epílogo de doble estío

(Madrid. El Retiro. Verano, 1963.)
(Montevideo. Carrasco. Verano, 1963.)
I
Este callado arder de oculto fuego
En que, soñando, el alma se ensimisma,
Es cenicienta, remansada lumbre,
O llama que me punza y me lastima.
Siento que se separan mis recuerdos
De un solo recordar que los olvida:
Que una sola esperanza me separa
De tantas esperanzas ya perdidas.
Y el punzante dolor me va clavando,
Como un latido, su aguzada espina,
Que, al encontrar mi llaga más secreta,
Por el herido corazón respira.

PÓNME tus manos en los ojos

Para guiarme como a un ciego
Por el fantasmal laberinto
De mi oscuridad y mi silencio.
Igual que cuando éramos niños
Y jugábamos a perdernos
Por largos pasillos y alcobas
De un enorme caserón viejo.
Tú apoyabas contra mi espalda
El blando empuje de tu cuerpo
Mientras me cegaban los ojos
La suave prisión de tus dedos.
Me guiabas para perderme
En el tenebroso misterio,
Sintiendo nuestros corazones
Que latían al mismo tiempo.
Por los ilusorios caminos
Que inventabas, me ibas perdiendo,
Paso a paso, gozosamente,
En la noche de nuestro juego.
Desde entonces viví soñando
Con aquel infantil infierno
Por el que tus manos de niña
Me guiaban para perdernos.

TÚ que sabes tantas cosas,
Dime por qué vuela el pájaro;
Por qué crecen las espigas;
Por qué reverdece el árbol.
Por qué se alumbran de flores
En primavera los prados.
Por qué no se calla el mar.
Por qué se apagan los astros.
Por qué es sonoro el silencio
En la soledad del campo:
Y el agua corre a esconderse
Entre su risa y su llanto.
Por qué el viento aviva el fuego
Cuando no puede apagarlo.
Por qué el corazón se duerme
Si el alma sigue soñando.

La noche y el día (I)

A Delia, bailarina oscura

La música traiciona el sentimiento,
Delia, en tus ojos, tan divinamente
que hacen su noche oscura transparente
de sobrenatural entendimiento.

Los astros, que armonioso movimiento
rige, mintiendo amor, calladamente,
buscan en tu mirada el aparente
reflejo a su encendido pensamiento.

Nocturno afán no pudo a ti engañarte;
la luz que fue en tus pies, bailando, estrellas,
tus pasos, no tus ojos, la mintieron.

Te fuiste con la música a otra parte,
hurtando tus pisadas a sus huellas
con sombras que a la noche te volvieron.

A Cristo crucificado

Tú me ofreces la vida con tu muerte
y esa vida sin Ti yo no la quiero;
porque lo que yo espero, y desespero,
es otra vida en la que pueda verte.

Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte,
tendría que morirme lo primero;
morir en Ti, porque si en Ti no muero
no podría encontrarme sin perderte.

Que de tanto temer que te he perdido,
al cabo, ya no sé qué estoy temiendo:
porque de Ti y de mí me siento huido.

Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo,
por ese amor con el que me has herido,
que vivo en Ti cuando me estoy muriendo.

POETA, TU RAZÓN DE SER…

Poeta, tu razón de ser
no es ser de razón engendro;
Dios no inventó un diccionario
cuando creó el universo;
ni para nombrar las cosas
utilizó un alfabeto;
ni consultó la gramática
cuando empezó por el Verbo.

Duendecitos y coplas, 1963.

ARTE POÉTICA

No dejes de escuchar el canto oscuro
que es cadencioso eco
de la palabra, dilatada sombra
que cobija al silencio.

Porque el “decir de amor” de la poesía,
antes de “trasmutar el pensamiento
en sueño”, es una música que lleva
otra música dentro.

Toda forma es la forma de otra forma
que escapa de sí misma para serlo
y acompasa su paso con el paso
huidero del tiempo.

Por eso el corazón, con el latido
de la sangre, a tu verso
le da el ritmo sonoro y luminoso
de su estremecimiento.

Apartada orilla, 1976.

POR SU CAUCE OSCURO…

Por su cauce oscuro
la corriente clara
más que decir, cuenta,
más que contar, canta.

Que tu voz aprenda
de la voz del agua
a cantar bajito
cuando todo calla.

La claridad desierta, 1983.

TUS PALABRAS, POETA…

Tus palabras, poeta,
no son más que palabras:
pero tiene el oído
que aprender a escucharlas,

para oír esa música
tan sonora y tan clara
como la voz del viento,
como la voz del agua;

son las palabras tan hondas
que le llegan al alma
tal vez para decirle
lo que el corazón calla.

La claridad desierta, 1983.

EL TRAIDOR FRANCO

¡Traidor Franco, traidor Franco,
tu hora será sonada!
Si tu nombre fuera Franco,
se te saldría a la cara,
encendiéndola de sangre,
si tu sangre fuera franca.
Tu nombre fuera vergüenza
si a tu rostro se asomara,
proclamando por la sangre
la traición que la engendraba:
que la sangre has traicionado
desmintiéndola de clara.
¡Traidor Franco, traidor Franco,
tu hora será sonada!
Como una máscara el pueblo
te tira el nombre a la cara,
descubriendo la traición
que en tu nombre se amparaba.
Traicionándote de franco
traidor a tu misma causa,
fuiste dos veces traidor:
a tu sangre y a tu patria,
que a España no se defiende
con la traición emboscada,
asesinando a su pueblo,
que es el alma de su alma.
¡Traidor Franco, traidor Franco,
tu hora será sonada!
Tu nombre es como bandera
que tu derrota proclama.
Si la traición criminal
en ti franqueza se llama,
tu nombre es hoy la vergüenza
mayor que ha tenido España.
Que ni tu nombre es ya nombre,
ni en tu sangre se espejeaba;
traidor, hijo de traidores,
mal nacido de tu casta:
no eres Franco, no eres hombre,
no eres hombre, no eres nada.

…Todo pasó. Todo quedó lo mismo:
como si en este otoño floreciera,
ardiendo en el fulgor de su espejismo…’

Recordando al poeta madrileño de la Generación del 27′, en el aniversario de su nacimiento.

‘A Unamuno’

la mar, de la que soy
cada vez, más íntimo amigo
M.de Unamuno

A esta soledad a solas
(acantilado en que rompen
los sueños como las olas)
he vuelto para soñar,
como Unamuno soñaba:
la «íntima amistad del mar».

Soledad de soledades
de la mar, siembra en el viento
de futuras tempestades.
De los vientos que sembraba
nunca pudo cosechar
la tempestad que esperaba.

Y esta mar brava o en calma
acompañó el solitario
diálogo con su alma.

Como si la mar no fuera
más que el soliloqueante
soñar de su vida entera.

Mar cántabra unamuniana,
vuelvo a ti para encontrar
su íntima amistad lejana.

Para volverla a soñar.

Soneto a Cristo crucificado ante el mar

No te entiendo, Señor, cuando te miro
frente al mar, ante el mar crucificado.
Solos el mar y tú. Tú en cruz anclado,
dando a la mar el último suspiro.

No sé si entiendo lo que más admiro:
que cante el mar estando Dios callado;
que brote el agua, muda, a su costado,
tras el morir, de herida sin respiro.

O el mar o tú me engañan, al mirarte
entre dos soledades, a la espera
de un mar de sed, que es sed de mar perdido.

¿Me engañas tú o el mar, al contemplarte
ancla celeste en tierra marinera,
mortal memoria ante inmortal olvido?

Autor

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