1.NO SABE O NO SE ENTERA [Poema del Editor]
2.Rafael Heliodoro Valle [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA …de medio pelo

Pues más allá del cielo nada existe,
debajo de la mar no se halla nada,
la tierra es un volcán que se resiste,
la luna con el sol juega al despiste
y el hombre va cual ave despistada.

El cielo por las nubes tiene el agua,
la mar ruge y disfruta con sus olas,
la luna y las estrellas bailan solas,
la tierra si se inunda al mar desagua
y el hombre siempre atento a decir trolas.

El cielo está contento con ser cielo
y el agua hace en la mar sus carantoñas,
el sol muestra a la luna sus vergoñas,
la tierra está pendiente del deshielo
y el hombre aquí, normal, haciendo coñas.

Que el hombre siempre igual, atolondrado,
preguntas y no sabe o no se entera,
sacando esa manía puñetera
fingiendo que no sabe qué ha pasado,
llorando pues no encuentra quien le quiera.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:  Rafael Heliodoro Valle

Amanecer de mar

Al lápiz rosa
Llueve la aurora miel sobre el aliño
de las cimas en flor, —dulces de bruma—,
y con seda de luz limpia el armiño
de los cándidos lirios de la espuma.
Vuelca el amanecer en la lejana
blancura su florón de resplandores,
y de ópalos y lises. ¡La mañana
es un rosal azul que rompe en flores!
Prende a las aguas mágica guirnalda
de oro y nieve solar la dulce bruma.
¡Sobre la primavera de esmeralda
canta la primavera de la espuma!
Rubia de amanecer es la gloriosa
deshojación del mar, que en sus temblores
hace que todo, —al sol—, se anegue en rosa:
¡armiño, azul, espuma, aguas y flores!
Mar Pacífico, 1908

Tropical

Tiende su palio rosa Primavera
sobre el campo de abril, verde y joyante;
el cielo es como un trozo de diamante
y es un búcaro de oro la pradera.
Luce un verde festón la enredadera
en su limpio follaje deslumbrante,
y en el árbol añoso y susurrante
labra la abeja su panal de cera.
Cantan en la cañada los zorzales
florecen los sonoros cafetales
bajo el dombo de un cielo de violeta.
Y mientras en la selva de capayas
vuela un coro de verdes guacamayas
va rodando en el campo una carreta.
México, D. F., 2 de septiembre de 1909

Surtidor de luna

Surtidor de leche, surtidor de nieve,
surtidor de plata, milagroso y leve
como el cáliz fino de una inmensa flor;
cúpula de espuma, misteriosa y suave,
claro como lirio, gorjeador como ave,
floreciente copo, vaso de frescor!
Es de azur tu encaje limpio y rutilante,
pájaro de nácar, lúcido y brillante
que se esponja alado como pavo-real;
tienes los tesoros del aurifabrista,
eres milagroso como el joyerista
que hace de las aguas plumas de cristal!
Surtidor sonoro, límpida colmena
más maravilloso que la luna llena
cuando va regando cálido fulgor;
llevas por riqueza tu caudal de gotas,
trinos y matices, que derraman notas
en tu pentagrama, claro surtidor!
Surtidor de leche, surtidor de plata,
en tus muselinas lento desbarata
este plenilunio nieve sideral;
hermano sonoro, que en tu pedrería
llevas empapada mi melancolía
con las transparencias de tu azul cristal!
México, otoño de 1909

Plenilunio

Una benevolencia de frescura
pasa por el silencio, amada mía,
cual si pasarán por la perla pura
de la noche, los ópalos del día.
El plenilunio en su joyel abierto
acicala los tumbos de sus gemas:
es paréntesis de oro en su desierto,
oasis de milagrosas crisantemas.
Sobre el estanque azul, el cisne es una
camelia que se aloja en un zafiro:
dispone de lo blanco de la luna
y de las inconstancias del suspiro…
Y tornasol de buche de paloma
sucede a la esmeralda vespertina:
nos da el viento su música y su aroma,
y el agua su paciencia cristalina…
Junto a la soledad de los senderos
brilla lo que se esmalta y que perfuma:
toda blancura hostial de jazmineros
y victorioso escándalo de espuma…
Todo lo que se embriaga y se deshoja,
hace evocar los júbilos del nido.
Cuando veo al estanque se me antoja
que un pedazo de cielo se ha caído…
Y se prestigia en luna cada trino,
cada fulguración y cada broche;
y el silencio es magnánimo y divino
en la benevolencia de la noche…
Dices que te hallas sola en tu tristeza,
pero en una verdad respuesta fundo:
¡cuando tu boca pálida me besa
pasa la eternidad en un segundo!
Y que te gusta más la noche bruma
porque sus tules cándidos enflora…
¡Cambias por una dádiva la luna
todos los rosedales de la aurora!
Entre la luna y tú, secreto existe.
Ignoro en mi inquietud piadosa y franca,
si por ella al pasar te haces más triste,
o ella al pasar por ti se hace más blanca.
Octubre, 1910

Música fúnebre

Como chorro de luna que se vuelca en un trino,
como seda de trino que diluye la luna,
va temblando el nocturno tristemente divino
en el suave silencio de la noche oportuna…
Y tus fúnebres manos se prestigian en una
soledad de mortaja, cuando exhuman del fino
marfil prócer, las notas. Finge ser tapa bruma
de ataúd la del piano, tristemente divino…
Es Chopin el que pasa con su mal… y adivino
que se acoge al silencio de su azul torre bruna,
como pájaro negro en la sombra de un pino…
Mi tristeza presiente que en la noche oportuna,
se diluye su pena, cual perfume en un trino,
como chorro de trino que se vuelca en la luna!
México, octubre de 1910.

Elogio del maestro

(Versos leídos por su autor en
la inauguración de la Escuela Normal
de Profesores de México el 12 de
septiembre de 1910.)

¡Y bien! Me llego a la radiosa pira,
ebrio de azur y libre la sandalia
acaso de ilusión o de mentira.
¡Traigo en las manos trémulas la lira,
Hércules joven a los pies de Onfalia!
Echo la zarza en el brasero exhausto
mientras del horizonte aurora sube,
y del leño triunfal del holocausto,
la llama parabólica, hasta el fausto
empíreo, asciende en forma de una nube!
Vuelca la luz espumas y joyeles
sobre el amanecer —¡liras y rosas!—
con todas sus fragancias y sus mieles,
como una epifanía de claveles
tras una incubación de mariposas…
Blanca de mármol y oro resplandece
la zarca lejanía encristalada:
¡ilusorio jardín que desvanece
un rosal de fulgor, donde florece
el cándido botón de la alborada!
Pálidos lises de enjoyado armiño
luce el azur en su crespón celeste…
¡Oh Juventud, como el Poeta ciño
roble a tu sien, y por urgir tu aliño
beso las blancas fimbrias de tu veste!
¿Y ese de barba nívea y resonante
báculo de ilusión, a quien admiras?
¡Peregrino de lengua fulgurante
que merece viajar entre vibrante
mágico són de alondras y de liras!
¡Ese pastor de júbilos, que aduna
sacro laurel y diamantina palma,
copia en su frente palidez de luna,
en su conciencia sol; y tiene una
santa resignación dentro del alma!
¡Oh fogueado viandante nazareno
que sale del Dolor, como va al limbo
pródigo brote de dulzores lleno!…
¡Lleva el cielo en el alma porque es bueno
y en la pálida sien le tiembla un nimbo!
* * *
¡Eres tú, ¡oh Señor! el de tranquila
unción y transparencia de lucero:
guardas amanecer en la pupila,
helicones de miel en la mochila
y en tu faz la tristeza del sendero!
Y pues derramas mieses milagrosas
en los ávidos surcos florecidos,
tienes para tus ansias armoniosas,
un temblor matinal, como las rosas,
y un corazón de miel, como los nidos!
¡Amor! Fresco panal, de matutino
y selecto dulzor. ¡La vida es eso!
Todo lo que perfuma y es divino…
¡Se unen los buches y se enjoya el trino,
se unen los labios y se enflora el beso!
¡Alma! Tú eres de amor; tú das la gloria
al que sube al Azul o va al abismo.
Es igual para ti gema o escoria…
Para el que lucha y sueña en la victoria,
nido y tumba, ¡oh Amor! ¡todo es lo mismo!
No te canses, Señor, cuando tu mano
riegue mucha semilla melodiosa,
que la gracia del lirio fue gusano.
¡Haz que reviente sobre el surco el grano,
y en el botón de luz rompa la rosa!
Tu mano herida arroje la simiente,
que es más hermosa al verse mutilada
en su mármol la Venus transparente,
y el agua jubilosa del torrente
da más espumas cuanto más golpeada!
* * *
¡Oh cándida ilusión, místico anhelo
que subes al Azul por lo divino!
¡Das a las ondas, claridad de cielo,
a los boscajes, el temblor del vuelo,
y a las auroras, la piedad del trino!
¡Oh sembrador! Que buscas en la rama
la flor de fuego que la savia atiza,
haz de tu ensueño, lírico oriflama:
¡como secreta floración de llama
bajo el albo crespón de la ceniza!
¡Jardinero que ves en la florida
pascua del polen, al plumaje leve
de Florëal! Tú pasas por la vida
como beso de amor sobre una herida,
como lucero blanco por la nieve!
Tú corazón con su perfume sella
todo lo que refulge como el astro
que en el plumón de luz rompe y destella,
y en mediodía es sol y en noche estrella…
¡Tu corazón es dalia de alabastro!
¡Canta al Amor! Ya están los marfileños
copos de escarcha desplegando galas
y pájaros los nidos abrileños…
¡Tu labor es idea: cuidar ensueños,
abrir los lirios y dorar las alas!…
* * *
¡Y bien! Quisiera darte en mis anhelos
todas mis esperanzas y mis rimas.
En el Azur, los dos somos gemelos:
¡Tú naciste, Señor, para los vuelos,
Yo como tú, nací para las cimas!
México, septiembre de 1910

Bio de autor en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • Rafael Heliodoro Valle fue un escritor, periodista, historiador, diplomático y político hondureño. Nacimiento: 3 de julio de 1891 en Tegucigalpa, Honduras. Fallecimiento: 29 de julio de 1959 en Ciudad de México, México, donde vivió la mayor parte de su vida (más de 50 años).

    Estudios: Se trasladó a México en 1907. Estudió en la Escuela Normal de Maestros de México, graduándose de normalista. Continuó sus estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde obtuvo los títulos de maestro y doctor en Ciencias Históricas.

    Cargos y Ocupaciones: Escritor, poeta, narrador, ensayista, historiador, bibliógrafo y periodista. Profesor de estado.

    Jefe de Departamento de Bibliotecas y director de publicaciones del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía (1922). Redactor del Diario Excelsior de México. Delegado de Honduras al Congreso Científico Panamericano de Lima. Embajador de Honduras en los Estados Unidos de América (1949 a 1956). Fundador del Ateneo Americano en Estados Unidos. Colaboró en numerosos periódicos, llegando a colaborar en setenta periódicos al mismo tiempo en algunas ocasiones.

    Distinciones y Reconocimientos: Premio Cabott (también mencionado como Premio Marie Moors Cabot) como periodista continental de América (1940). Doctor honoris causa de la Universidad Michoacana (1953) y de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). La Cruz del Sur, otorgado por la Sociedad de Geografía de Lisboa. La Orden del Sol de Perú (otorgada por su invitación al Centenario de la Batalla de Ayacucho). Corresponsal de la Academia Española de la Lengua.

    Obras Destacadas (selección): El rosal del ermitaño (1911), Como la luz del día (1913), El perfume de la tierra natal (1917), Ánfora sedienta (1922), México imponderable (1936), El espejo historial (1937), Tierras de pan llevar (1939), Contigo (1943), Iturbide varón de Dios (1944), Bolívar en México 1799-1832 (1946), La rosa intemporal: antología poética 1908-1957

    Fue reconocido por su infatigable exploración de múltiples aspectos del pasado cultural y por su labor humanista y bibliográfica. Alfonso Reyes lo consideraba un hombre de letras continental.

    Ver entradas Bueno Diez

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