1.HISTORIAS INVENTADAS [Poema del Editor]
2.Evaristo Carriego [Poeta sugerido]

Textos aquí: 1. del Editor, 2. del Poeta sugerido y 3. del Invitado (opcional)

MI POEMA… de medio pelo

 

Esta noche soñé. Que últimamente
no consigo dormir, que me desvelo.
Presiento me deslizo y caigo al suelo
como hace el que se lanza en parapente,
resbala sobre el hielo.

Me encuentro en un impasse, en sobresalto,
y es que él al trabajar no se fatiga,
ni piensa en los demás. Que a la deriva
me deja a mi tirado en el asfalto,
y eso a él le importa una higa.

Convierte a mi descanso en un suplicio
a base de inventarse mil historias.
cual vueltas cangilones dan las norias,
te lanzan sin pudor al precipicio
tirando las escorias.

Historias son que inventa mi cerebro,
me trae por la noche a mal traer.
Después, si me despierto, hasta más ver,
me dice si te he visto no me acuerdo,
que ¡ver para creer!
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDOEvaristo Carriego

Aquella vez que vino tu recuerdo

La mesa estaba alegre como nunca.
Bebíamos el té: mamá reía
recordando, entre otros,
no sé qué antiguo chisme de familia;
una de nuestras primas comentaba
-recordando con gracia los modales,
de un testigo irritado- el incidente
que presenció en la calle;
los niños se empeñaban, chacoteando,
en continuar el juego interrumpido,
y los demás hablábamos de todas
las cosas de que se habla con cariño.

Estábamos así, contentos, cuando
alguno te nombró, y el doloroso
silencio que de pronto ahogó las risas,
con pesadez de plomo,
persistió largo rato. Lo recuerdo
como si fuera ahora: nos quedamos
mudos, fríos. Pasaban los minutos,
pasaban y seguíamos callados.

Nadie decía nada, pero todos
pensábamos lo mismo. Como siempre
que la conmueve una emoción penosa,
mamá disimulaba ingenuamente
queriendo aparecer tranquila. ¡Pobre!

¡Bien que la conocemos!… Las muchachas
fingían ocuparse del vestido
que una de ellas llevaba:
los niños, asombrados de un silencio
tan extraño, salían de la pieza.
Y los demás seguíamos callados
sin mirarnos siquiera.

«Caperucita roja» que se nos fue

¡Ah, si volvieras!… ¡Cómo te extrañan mis hermanos!
La casa es un desquicio: ya no está la hacendosa
muchacha de otros tiempos. ¡Eras la habilidosa
que todo lo sabías hacer con esas manos…!

El menor de los chicos, ¡pobrecito!, te llama
recordándote siempre lo que le prometieras,
para que le des algo… Y a veces -¡si lo oyeras!-
para que como entonces le prepares la cama.

¡Como entonces! ¿Entiendes? ¡Ah, desde que te fuiste,
en la casita nuestra todo el mundo anda triste!
y temo que los viejos enfermen, ¡pobres viejos!

Mi madre disimula, pero a escondidas llora
con el supersticioso temor de verte lejos…
Caperucita roja, ¿dónde estarás ahora?

Como aquella otra

Sí, vecina: te puedes dar la mano,
esa mano que un día fuera hermosa,
con aquella otra eterna silenciosa
«que se cansara de aguardar en vano».

Tú también, como ella, acaso fuiste
la bondadosa amante, la primera,
de un estudiante pobre, aquel que era
un poco chacotón y un poco triste.

O no faltó el muchacho periodista
que allá en tus buenos tiempos de modista
en ocios melancólicos te amó

y que una fría noche ya lejana,
te dijo, como siempre: «Hasta mañana…»
pero que no volvió.

Como un deslumbramiento de rubias primaveras…

Como un deslumbramiento de rubias primaveras
irradian y perfuman las dichas prisioneras
de todos tus encantos ¡Oh, poemas paganos!
Heroína y señora de rondeles galanos:

Para que siempre puedas orquestar tus mañanas
calandrias y zorzales mis selvas entrerrianas
te ofrecen en mis trovas. Que en todos los momentos
te den las grandes liras sus más nobles acentos,

y revienten las yemas donde el placer anida,
en las exaltaciones gloriosas de la vida
que surgen en el cálido floreal de tus horas,
como un carmen de auroras, ¡eternamente auroras!

Conversando

El libro sin abrir y el vaso lleno.
-Con esto, para mí, nada hay ausente-.
Podemos conversar tranquilamente:
la excelencia del vino me hace bueno.

Hermano, ya lo ves, ni una exigencia
me reprocha la vida…, así me agrada;
de lo demás no quiero saber nada…
Practico una virtud: la indiferencia.

Me disgusta tener preocupaciones
que hayan de conmoverme. En mis rincones
vivo la vida a la manera eximia

del que es feliz, porque en verdad te digo:
la esposa del señor de la vendimia
se ha fugado conmigo…

Cuando llega el viejo

Todos están callados ahora. El desaliento
que repentinamente siguiera al comentario
de esa duda, persiste como un presentimiento.
El hermano recorre las noticias del diario

que está sobre la mesa. La abuela se ha dormido
los demás aguardan con el oído alerta
a los ruidos de afuera, y apenas se oye un ruido
las miradas ansiosas se clavan en la puerta.

El silencio se vuelve cada vez más molesto:
una frase que empieza se traduce en un gesto
de impaciencia. ¡La espina de esa preocupación…

Y cuando llega el viejo, que salió hace un instante,
en todas las miradas fijas en su semblante
hay una temerosa larga interrogación.

Después del olvido

Porque hoy has venido, lo mismo que antes,
con tus adorables gracias exquisitas,
alguien ha llenado de rosas mi cuarto
como en los instantes de pasadas citas.

¿Te acuerdas?… Recuerdo de noches lejanas,
aun guardo, entre otras, aquella novela
con la que soñabas imitar, a ratos,
no sé si a Lucía no sé si a Graziela.

Y aquel abanico, que sentir parece
la inquieta, la tibia presión de tu mano;
aquel abanico ¿te acuerdas? trasunto
de aquel apacible, distante verano…

Y aquellas memorias que escribiste un día!
-un libro risueño de celos y quejas-.
¡Rincón asoleado! Rincón pensativo
de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!…

Pero no hay los versos: ¡Qué quieres!… ¡Te fuiste!
-¡Visión de saudades, ya buenas, ya malas!-
La nieve incesante del bárbaro hastío
¿no ves? ha quemado mis líricas alas.

…¿Para qué añoranzas? Son filtros amargos
como las ausencias sus hoscos asedios…
Prefiero las rosas, prefiero tu risa
que pone un rayito de sol en mis tedios.

Y porque al fin vuelves, después del olvido,
en hora de angustias, en hora oportuna,
alegre como antes, es hoy mi cabeza
una pobre loca borracha de luna!

MI POETA INVITADO:  Joaquín Pablo Posada

El Burro

(Porque el hombre se alza en su soberbia,
y se cree tan libre
como el pollino del asno montés.
JOB, Cap. II, vers. 12.)

En los tiempos de Job el pacienzudo
era tenido el burro en gran valía;
para probarlo al mismo Job acudo,
que en esos tiempos criticar solía
al hombre presuntuoso, torpe y rudo
que libre como el burro se creía,
como si el burro nada menos fuera
que un ciudadano inglés de nuestra era.

Mas ‘témpora mutantur’ tu destino
¡Cuán diferente es hoy de lo que fue!
Cuando acaso te encuentro en un camino
cargado con dos tercios de café,
bailando al son de un palo el torbellino,
no pudiendo tenerte más en pie,
viene el recuerdo triste a mi memoria
de aquellos tiempos de tu antigua gloria.

Los hombres de este mundo son ingratos,
el hombre es de perverso natural;
esa invención que llaman ‘garabatos’
es invención infame, criminal;
¡Cuántos te proporciona malos ratos
el hombre vil con su invención fatal!
Por eso, aunque de horror me despeluzno,
disculpo tu fatídico rebuzno.

No puedo menos que fruncir las cejas,
llenándome de justa indignación,
cuando te veo sin rabo y sin orejas
tirando de un pesado carretón;
al ver que tú, infeliz, nunca te quejas
ni quieres sacudir tu humillación;
al mirarte sufrir, noble pollino,
con el digno valor de un granadino.

Hay veces que al mirar tu desventura,
al mirar esas tuertas angarillas
lastimar ¡oh, dolor! la matadura
que te hicieron sangrienta en las cosillas,
mil lágrimas yo siento de amargura
rodar quemantes por mis dos mejillas…
Sí, lloro al ver que hay hombre a quien se ocurra
tratar al burro así, y así a la burra.

¿Quien habrá que hondamente no se duela
al ver de Cartagena el cruel zambote
añadirse a la carga de panela
-de sobornal a guisa- echarle al trote,
entonando su torpe cantinela,
los pies cruzando, ¡oh burro! en tu cogote?
Semejante espectáculo, a Nerón
ablandara sin duda el corazón.

Dichosamente te dotó natura
de una noche cachaza, burro amigo;
con ella de tu suerte la amargura,
de tu destino bárbaro, enemigo,
sufres con tanta calma… mas, ¿qué digo?
Para los golpes: tu existencia dura…
¿Hallarte un parecido? ¡Intento vano!
¿Más sufrido que tú? ¡Ni un espartano!

Si ingrato el hombre y bárbaro no fuera,
premiar supiera ¡oh burro!, tus servicios:
si en mi mano tu suerte ¡ay! estuviera,
te colmara de honor y beneficios.
Y si un instante dictador me viera,
aun a costa de ingentes sacrificios
en cada plaza mandaría al momento
al burro levantar un monumento.

¡Pobre pollino! Si el americano
pensara que sin ti nada sería…
Si no hubieras pasado el oceano
para venir aquí, ¿quien serviría
en tu lugar al vil, rústico insano
que a palos, con crueldad, torpe te guía?
Si por el burro bienhechor no fuera,
¿tendríamos mulas para andar siquiera?

De paz emblema el burro – no de guerra-
¡El burro! ¡El burro! ¡Oh bella patria mía!
Si grandes almas hay en esta tierra,
si hay aquí quien aprecie la hidalguía
y las virtudes cívicas que encierra
en sí el noble animal, haced que un ida
se tribute homenaje a su virtud,
y una estatua le alzad en gratitud.

Bio de autores en esta página

"No están todos los que son pero son todos los que están."

  • : Autor invitado

    Joaquín Pablo Posada (1825-1880) fue un poeta satírico y periodista colombiano, conocido por su seudónimo "El Alacrán". Nació en Cartagena de Indias el 17 de agosto de 1825 y falleció en Barranquilla el 4 de abril de 1880.

    Fue un periodista combativo en tiempos de cambio. En 1849, fundó y dirigió en Bogotá el periódico satírico El Alacrán junto a Germán Gutiérrez de Píñeres. A pesar de declarar que no pertenecía a ningún partido político, el periódico criticaba la sociedad bogotana y a las élites, y apoyó la candidatura presidencial de José Hilario López. Por su carácter crítico, los directores enfrentaron un juicio por sedición y difamación. El periódico publicó siete números.

    Algunos de sus libros son: Versos (1857), Camafeos: bosquejos de notabilidades colombianas en política, milicia (1879), una obra que recopila bosquejos sobre figuras notables de la sociedad colombiana del siglo XIX.

    Aunque fue muy popular en su época, su obra poética cayó en el olvido en el siglo XX, y hoy se le asocia principalmente con su trabajo periodístico.

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  • Evaristo Carriego nació en Paraná, Argentina el 7 de mayo de 1883. Era hijo del abogado y periodista del mismo nombre que tuvo gran actuación después de Caseros. Durante su niñez la familia se trasladó al barrio porteño de Palermo. Se educó en Buenos Aires, y desde joven vivió el clima de las tertulias literarias porteñas, en las cuales gravitaban Rubén Darío y Almafuerte.
    Se vinculó a la revista anarquista La Protesta, y a otras publicaciones como Papel y tinta, Idea, Caras y caretas y otras. Allí dio a conocer también sus poesías y cuentos breves, que pintaban la vida del suburbio. Su único libro de versos editado en vida, Misas herejes, apareció en 1908. Adquirió cierta fama con los poemas pero no pudo disfrutarla ya que murió de tisis el 13 de octubre de 1912. Dejó una obra de teatro, Los que pasan, estrenada en el teatro Nacional poco después de su desaparición. Jorge Luis Borges, que fue su gran admirador, trazó un penetrante ensayo sobre su vida y obra.
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