Es hora de que sientes la cabeza,
es hora de que empieces a pensar
que el tiempo se te tiene que acabar,
haciendo un lado aparte a la pereza,
poniendo a cada punto en su lugar.
Es hora de que pares un momento
que tomes aire, impulso y reflexiones,
poniendo a buen recaudo a las pasiones
que vienen a turbar tu sentimiento
llenándole de malas sensaciones.
Es hora de ponerse a trabajar
haciéndole al trabajo algún regate,
y a aquello que te enturbia darle el mate,
pequeñas, de esas cosas disfrutar
sacando a las inercias de un empate.
El que Es Sin defecto y Grande
me habló a mí, que soy pequeña y triste,
para que pueda formar en mi mente letras desconocidas,
para que de mi boca salga un verbo nuevo,
una expresión más leve, una palabra que atraviese
los mares y las islas,
que resuene en los últimos términos de la tierra.
El que escribe, Donaciano,
como el labriego en Castilla
va esparciendo la semilla
a voleo con la mano.
Lo mismo que hace el cristiano
que a Dios no ha visto y le reza
y espera de su grandeza
que llegado el mes de abril
le riegue con aguas mil
la madre naturaleza.