«El perdón es la acción por la que una persona disculpa a otra por una desafección cometida y el que perdona estima haber sufrido o ser objeto de una ofensa».
Él era feliz hasta que un día
se quiso atravesar en su camino
un bicho que, apropiando de su sino,
torció sin compasión la travesía
causándole un tropiezo repentino.
¿Quién hizo el corazón, quién hace alarde
aireando sus más nobles sentimientos,
quién tiene en su poder los condimentos
que no haga que parezca que es cobarde?
Ya no puedo vivir ni respirar,
no me sirven las letras de consuelo,
la pasión ya no encuentra en mi el anhelo
pues no tengo a ninguno a quien amar
y en la noche me angustio y me desvelo.
Hay quien piensa que en el mundo las cadenas
solo están para atrapar en las prisiones
donde dicen que se enjugan las condenas,
los pecados se condonan con las penas
olvidando que han de andar con condiciones.
Que la vida se acaba, ya se acaba la vida,
no hay sutura en la herida, ya no sirve llorar.
Concluyó el caminar la mirada perdida
con el miedo en la huída y el final a esperar.
Ignoro, la verdad, qué es ser poeta,
si Dios con su varita me ha tocado,
si un día he de escribir como Machado
quien supo transmitirnos su alma inquieta
y todo lo que dijo lo ha bordado.
Los toros no me gustan, lo confieso,
¿matar para comer? me causa pena,
la flor cuando marchita es mi condena
e incluso cuando miro y veo a un preso
el alma se me encoge, a mi me apena.
Supuse que aquel cura no era tal
el día en que me quiso meter mano,
decía que el amor no era malsano
y quiso convencerme el carcamal
que así era un buen cristiano.
Pintar, pintar..., yo ya no pinto nada,
que soy como el pintor que está acabado,
la brocha de no usar se le ha secado,
del bote la pintura en desbandada
en busca de otra novia le ha dejado.
Recuerdo aún con temor, yo era un miedoso,
después le fui robando el miedo al miedo,
defiendo aquí mi honor, que era un mocoso
plantado frente a un hecho misterioso
viviendo en un enredo.
El alma se ha partido en mil pedazos,
-perdona si han llegado allí cascotes-
no puedo controlar ya los rebotes
que suelen provocarme los pelmazos
que dicen ser muy cultos y son zotes.
Retire usted su ofensa, no consiento
que nadie a mi me llame calavera,
se suba sin permiso en mi pechera
y envíe a mi persona a tomar viento
cual fuera una cualquiera.
Yo soy de los que piensa que la vida
un día llega aquí y nos sobrepasa,
-algunos hay, de entrada les abrasa-
al resto ya nos da la despedida,
gozando con su guasa.
(¡Viva la libertad de expresión!)
Un tiempo hubo en que el hombre, los humanos
soltaban salivazos sin barreras,
no existían ni formas ni maneras,
los pedos se cogían con las manos.
Salir por peteneras,
Escribo donde escriben los poetas
en tanto a tal palabra me resisto,
escribo mientras vivo, que me visto,
tornando la memoria a las pesetas,...
Juguemos a matarnos. Yo te mato
Después diré que estaba algo bebido.
¡Comprendan que no sepa por qué ha sido,
posible fue un despiste, un arrebato,
que estuve antes de juerga y me he dormido!.
Si el hombre al fin cayera ya en la cuenta
que el lloro no remedia sus problemas
le haría un buen vacío a tantas flemas
buscando un comprador para su venta.
Yo quise ser inocente
pero a mi no me dejaron
los que dicen que me amaron
y en mi entorno mucha gente.
Los que alababan de frente
criticándome a escondidas
con sus miradas perdidas
y su gesto intransigente.
