EL DESVÁN [Mi poema]
Pedro Jesús de la Peña [Poeta sugerido]

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MI POEMA… de medio pelo

 

Hoy, después de más de cuarenta años de ausencia
he retornado al viejo pueblito donde feliz pasé los primeros años de mi infancia.
He rememorado en sus angostas calles mi presencia,
esperando que la realidad se sobrepusiera a la nostalgia.

¡Parece que fue ayer. Oh, aquel tiempo, qué rápido ha pasado!
La que antaño fue testigo de mi vida,
mi viejo lar –otrora antiguo y hoy remodelado-
-muros antes de adobe y ahora lucidos y enfoscados-
siguen enhiestos desafiando a la deriva,
presente en la fachada la estatua de mi abuelo Carlos* siempre viva,
picapedrero presumido, con el martillo y el puntero siempre en mano.

Con mucho sigilo he accedido de la casa a mi portal
mirando a todos rincones de soslayo,
al bies, de refilón,
¡cuantos recuerdos! ¡cómo me embarga la emoción!
Con cuidado he apoyado mi pié en el primer peldaño,
mientras recordando voy de mi niñez la percepción,
-los temblores, las lágrimas, los llantos-.
Hoy he querido, por fin, de una vez subir
para ahuyentar mis miedos,
escalón tras escalón,
de puntillas hasta el último rellaño
¡cómo en mi mente se acumulan los recuerdos!

¡Aún no me lo puedo creer, aún no me lo creo!
Ahí estaba, sumisa ella, postrada ante mí,
la misma puerta que antaño tantas veces refunfuñando abrí
con miedo, con suspense y con recelo.
¡Oh la tan odiada entrada a mi desván!
el lúgubre lugar donde entonces yo sólo veía brujas
-tan querida mi familia y tan granujas-.
El miedo que yo siempre presentí,
lo mucho que sufrí,
no tiene parangón y clama al cielo.

Allí donde mi imaginación
veía negros fantasmas,
¡que suplicio, qué terror!
-duendes, sacamantecas, ¡pavor!,
el hombre del saco y los ladrones de ánimas-.
Siempre al anochecer,
en las crudas noches de invierno,
a oscuras, sin ver lo que no quería ver,
temblando hasta hacerme creer
que era el mismísimo infierno.

Una mirada exhaustiva,
un barrido y ahí están
inmóviles, en actitud compasiva,
mirándome fijamente,
impávidas, inertes, como de cuerpo presente,
aquellos mismos actores en mi olvidado desván,
que yo guardo en la retina,
-cual reloj que en un momento
hubiera parado el tiempo-.

Los aperos de labranza,
-hachas, hoces. horcas, azuelas y zoquetas,
armatostes, chismes, enseres, y una vieja palangana-,
¡y las mismas telarañas!
Y, allí, al fondo, la colmena
-siempre activa, siempre quieta-.
Y muchos más cachivaches
-bártulos, avíos, muebles viejos, cambalaches-
y otros trastos
que dejaron ”los de abastos”**
pues no servían de nada.

Ahora ya más relajado, millones de secuencias se agolpan en mi mente.
He pretendido emular mi otrora retirada huidiza saltando de tres en tres los escalones
con los ojos cerrados, los dientes apretados, miedo en el cuerpo, siempre mirando al frente.
He tenido que desistir pues de repente
he estado a punto de dar con mis huesos en el suelo después de varios tropezones.

-Padre, deme usted el candil
-Padre, que yo subir no quiero
-hijo, te enciendes un dedo,
-que yo me quiero morir,
-hijo, tienes que subir
-que yo, padre, tengo miedo.”
©donaciano bueno

* La estatua de mi abuelo sigue permanente en bajorrelieve pegada a la pared de la casa en que pasé mi infancia y que él construyó.  **Para los que no lo conozcan, cuando cito a los de abastos hago referencia a los policías que tras la contienda civil se presentaban en los pueblos con sus ruidosas motocicletas con sidecar para requisar todas las pertenencias de valor de los ciudadanos.

MI POETA SUGERIDO:  Pedro Jesús de la Peña

Dikt La zarza de moisés (champagne)

Sube la espuma del champagne : con ella sube
el ansia del amor ya turbia y desbocada.

Una mano azarosa derriba la botella
y los regueros del champagne, fundidos,
son burbujas que alfombran nuestros cuerpos
rendidos y anhelantes, en donde mecemos
la persuasión de vida que alivie nuestra nada.

Sueño sin ser son estos brazos que ciñen
tu cintura, que acarician tus altos pechos
y desembocan en el insomnio del placer.
Vida inconsciente, pero al cabo vida
que se anega en alcohol y en desengaño.

Toulouse-Lautrec pintaba monstruos
en el Moulin : nos pintaba a nosotros.
(Poema inédito proporcionado por el autor).

La Zarza de Moisés (Contra Jaime Gil de Biedma)

En un viejo país….acaso emocionante,
algo así como Rusia entre dos revoluciones
un grito de vida aflora en este instante
al recordar los días de las ejecuciones.

La hilera de indecisos se acrecienta
y se amplía el dolor de la melancolía
como una imagen vil y cenicienta
que se vendió con humos de utopía.

Hacen sombra los altos abedules
sobre el helado lago del pasado
y llega un resplandor rojo de azules
como en los sueños del doctor Zhivago.

Y sé que este dolor sobrevive a su ausencia
entre las ruinas de nuestra inteligencia.
Los Iconos Perfectos ( Premio ‘Alfonso El Magnánimo’2002).

La Zarza de Moisés (Homenaje sencillo a la belleza)

A nada se parece la belleza:
su mundo es raro y propio.
Es la escama de un pez sobre la piedra,
es la sedienta ortiga:
un despertar de párpados hinchados.

Deja siempre los dedos en la niebla,
marca hondamente el barro.
Es única y desnuda.
Nunca se queda donde estoy.
La reconozco cada vez que pasa.

La zarza de Moisés

Aquí tuve la fiebre.
Grandes selvas se extienden ante mí:
eran zarzas y ardían,
eran ardiente espino, pero no se quemaban.

Yo conocí estos templos en toda su pujanza,
conocí el santuario con doscientas vestales,
las ofrendas magníficas y las túnicas blancas
que daban un sonido de timbal y trompetas
a todo el escenario.
Hoy no creo en los templos triunfadores y firmes,
ni en el pulso arrogante o en la mirada altiva.

Por eso hice mi ley de beleño y mandrágora,
mi ley que quema y arde pero no se consume,
que sojuzgan los reyes y canta en los grilletes
que ahoga el poderoso en la bañera férrea…
y escapa con la espuma del jabón adherida.

No creáis nunca más en los altos principios.
Esta es mi única ley: El sueño es libertad.
Arder en él, es vida.

La Zarza de Moisés (A tientas)

En las tinieblas de la Humanidad
algunas luces encendidas:
La luz de Buda, la de Cristo,
el soñador Platón y el místico Averroes,
San Francisco de Asís, nuestro San Juan,
el sublime Quijote, el príncipe Bolkonski,
San Oppenheimer y San Bertrand Russell
y algunos pocos más.

Son claros en el bosque,
son dioses derrotados, aunque vivos,
son rayos de fulgor en los días de niebla,
son la esperanza incierta
que nos sostiene aún.
Pero el mundo se encierra tras tristes nubarrones.
A tientas va la vida evitando caerse
a un abismo más hondo que la incredulidad.

Cuando ya hemos perdido todas las esperanzas
y de nada nos sirven ni Bakunin ni Trostki
¿En qué creer entonces en las horas difíciles?
¿Qué profeta esperamos?
¿Qué Mesías vendrá a redimir las culpas?
Los Dioses Derrotados (Ed. Visor, 2000)

La Zarza de Moisés (Mapamundi)

Recorro con el dedo los parajes lejanos,
los glaciares del norte, las pampas argentinas,
las soberbias montañas y las arenas finas
donde tienden su sueño los cansados humanos
en busca del sosiego de las playas marinas;
y de pronto me veo tocando con las manos
el paraíso entero con sus frutos paganos:
las manzanas de Tántalo y las murallas chinas.

Ese dedo que roza las costas caribeñas,
los altos de Txapala, las selvas intrincadas
y las taigas inmensas del bosque siberiano.
Ese dedo que cruza las montañas rifeñas,
el curso del Danúbio y las cumbres nevadas…
y hace del mapamundi la sombra de mi mano.

La Zarza de Moisés (Normas novísimas)

La fiel caballería fue invitada,
casi en bloque, al gran baile de la duquesa rusa.

Al repicar del alba, los húsares y ulanos
se armaron confiados para la cruenta lucha.
Coraceros y dragones les envolvieron por sorpresa
en una escaramuza sagaz como la niebla.

Relinchaban los potros, y en la extensa llanura
retumbaba el zumbido de cascos y metralla.

Entrechocaban los aceros, los sables relucían,
y el cornetín, sangrante, llamó a la retirada
cuando murió el alférez portando el necio trapo.

Un montón de gusanos quedó sobre el terreno
de uniformes raídos y empapados de barro.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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