QUE NO ME GUARDEN RENCOR (Mi poema)
Gloria Dünkler (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo

 

Yo ayer lancé un sueño al viento
esperando volvería,
el viento se fue contento,
mientras yo lloré el momento
pues yo al sueño le quería.

Ayer yo busqué en la mar
a una gota cenicienta,
ella se puso a bailar
y al irla yo a acariciar
me miró y se dio la vuelta.

Ayer divisé a una rosa
presumida en mi jardín,
ella se puso mimosa,
me sonrió muy graciosa
se paró y besó a un jazmín.

Pensé que yo componía
una canción a mi amor,
una bella melodía,
y ese amor que yo tenía
me dejó por una flor.

Y por fin soñé que amaba
a una muchacha en su cielo,
que en mi regazo ella estaba
y el abrazo se apagaba
pues que solo era un señuelo.

Sentado paso los días
a que el sueño, a que la flor,
gota, rosa o melodía,
o la niña me diría
que no me guardan rencor.
©donaciano bueno

Qué difícil es encontrar el amor de tu vida, que quieras y que te quieran y sobretodo que no deje resentimientos!

MI POETA SUGERIDO: Gloria Dünkler

Las tierras de Llafenko

Las tierras de Llafenko jamás fueron un edén como se
nos dijo. Las huellas yacían pobladas de espinas; lluvias y
vientos resultaban devastadores, antojadizos y el páramo
cerraba sus entrañas a la siembra. Frutos silvestres y
ovejas ramoneando los prados se negaban a dejar su
cautiverio; el bosque no consentía derribarse y los ríos se
abrían paso con más furia. Las tierras de Llafenko fueron
un laberinto de secretos, un enjambre de preguntas sin
respuestas.

No fuimos descendientes de reyes

No fuimos descendientes de reyes ni licenciados
y mi abuelo recogía la nieve
amontonada en las calles de Hamburgo.
Lo único que trajimos fue coraje, el buche
y los sueños en las maletas.
Aferrados al mástil del buque
taconeado de niños enfermos
de vivir con la peste y el hambre,
de mujeres que parían en la cubierta
y otros que dormitaban en los pasillos
o de a tres en los camarotes.
La maldición de errar por los mares había terminado.

Tu trabajo es despejar los caminos

Tu trabajo es despejar los caminos,
inventarlos a machete y prender fuego a las campiñas.
No te conozco, indio, no te comprendo.
Vendido, rumorean los tuyos, apatronado,
¿y tú sólo guardas silencio?
Mientras fabricas la batea para salar nuestra carne
y junto al padre unes tu fuerza,
yo te observo y me pregunto:
¿quién te dejó esa cicatriz en la frente?

Mi oficio es construir

Mi oficio es construir, encender motores,
soltar amarras, no volver atrás.
La miseria se despidió de mí
agitando su pañuelo al viento
y comprendí entonces, mi destino era triunfar.
Era sostener las esperanzas amarradas al cinto,
remar en busca de tu orilla,
sembrar el poema y dejarlo brotar.

Reír con Chaplín es un agrado

Reír con Chaplín es un agrado, no así para el joven Karl
que de buena gana escupiría sobre el rostro del bufón,
aburrido, deseoso de partir a la guerra
ahora que la patria lo reclama en trincheras vikingas.
El Trankura se mofa de él
batiendo sus quijadas de agua sobre los remos.
Quizá una noche, tras los escombros,
sentado sobre los muertos de la jornada
aquel muchacho contemple la foto de su abuelo
y se pregunte quién fue ese loco.

En el muelle las mujeres cargan el bote con leña

En el muelle las mujeres cargan el bote con leña
y los perros escarban en la playa.
Para campear el fresco atizan el fuego,
se frotan las manos
y descargan las truchas pescadas a la mala.
Ellos se alejan en el Marichen con destino a Villarrica
y desde allí al puerto
que los llevará a la patria en llamas.
Nosotros nos quedamos aquí
anclados a esta tierra, a sus escamas,
a las espinas de un amor que nos atraviesa.

En las tardes nos montábamos en los techos

En las tardes nos montábamos en los techos para oír el
coclear de las gallinas atacadas por el puma, o las quejas
de una borrega extraviada. Embargados por el salvajismo
de esta tierra que se perpetuaba más allá de lo que
nuestros esfuerzos jamás alcanzarían. Saboreando el
espectáculo de la luna redonda y dulce, ese panqueque
como el seno de una madre, como un trago de cerveza,
como una buena pierna de mujer, cantábamos borrachos
y exhaustos, discutiendo las noticias que llegaban desde
la patria.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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