MI DIOS AHORA ES MI DIOSA (Mi poema)
Eduardo Mosches (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo
 

Dedicado a la IA

Por fin ya creo en Dios, su inteligencia,
así que se apostille artificial,
demuestra es superior a lo normal
y vino a confirmarme su existencia
tan sobrenatural.

Capaz de hacer la tesis doctoral
en tanto canta un gallo, en un suspiro,
y ver, poder leer mientras lo admiro;
no existe parangón, no hay nada igual,
que es propio de un vampiro.

Mas pienso hoy en el diablo, y el mal uso,
pues sirve para hacer el bien y el mal,
espero que no encuentre un carcamal,
que el hombre lo propuso y Dios dispuso,
y el hombre es animal.

Las redes, bendición de los poetas,
han hecho de papiro y de cincel,
dejando a un buen recaudo al anaquel,
al que hoy han de mandar a hacer puñetas,
la guinda del pastel.

Lamento, me sincero, lo lamento,
no quiero ni pensarlo, que mendaz
se acerque aquí algún tipo lenguaraz
y haciendo así un mal uso de este invento
destruya al fin la paz.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: Eduardo Mosches

Eduardo Mosches

LA BORRACHERA DEL CONEJO

Sobre el techo negro del cielo
cuelga una luna circular con sonrisa de complicidad
ilumina murallas de piedra corroída
hemos dado varias vueltas a su alrededor como gato en celo
algo ha cambiado
ha crecido poca hierba entre las rendijas.

Un poco más abajo algunos humanos
Siguen
en su rara tarea de destrozar cuerpos
por esa cosa tan absurda
como la propiedad sobre la tierra
giran las ruedas del planeta
la bola amarillenta continúa cargando su conejo
borracho por el sol casi inmóvil
al ritmo lento de mi respiración
acaban su tarea parte de mis células
siguen creciendo las uñas
prosigo enamorado

Los candados cierran las puertas
detrás de las imágenes saltan los ojos
un espejo cae desde su refugio.

Buscar mi mejor perfil
Me lleva a mirar de frente.

En la ciudad donde nació mi ombligo
el verano licuaba en el aire
todos los duraznos y el azúcar
que todavía no había comido,
se deslizaba la humedad enmelazada
sobre mi cuerpo como pesada cobija ardiente,
era un calor impaciente y molesto
como el eco en un ataúd.

Las ventanas abiertas del cuarto
creaban la ilusión de encontrarse con brisa,
más bien era el deseo de toparse con el hálito
fresco de un río que no llegaba al aire.

La luna con su sonrisa de rebanada de sandía,
se mecía en ese oleaje pesado pegajoso,
salir a tomar el fresco era sólo una palabra,
juguetona e irónica que bailaba con lentitud
este tango camino al paraíso que era senda
a un infierno de juguete
al horno de la panadería de mi infancia.

Caminar algunos minutos bajo el sol,
pisando el entramado geométrico
de las baldosas de las calles conocidas,
hacía posible sentir ese fuego invisible en la piel
que quería guiarnos hacia el encuentro
de un deseado oasis sin palmeras
transformado en la fresca heladería de una esquina.

La viscosidad calenturienta de la detenida brisa
permitía desear ir hacia la extensión verdosa de la pampa,
donde el aire soplaba de verdad y se podían remontar
todos los barriletes de la vida.

En esos días de verano
ninguna ventana permanecía cerrada,
los sueños deseaban convertirse
en marejada fresca de deseos.

Años más tarde hacía el amor
con plena conciencia
de mantener las ventanas abiertas.

Los calendarios remontaron vuelos algo añejos
y mi viaje de nómada
se dirigió a las ventanas cerradas
de la ciudad del altiplano.

Seguiremos narrando.

DEJANDO ATRÁS

La ciudad se cubre los ojos
respirar agitado entre el temor y la angustia.
Las nubes se llenan de pájaros oscuros,
revolotean sobre los cadáveres que van a existir.
La letanía de los mensajes penetra por las uñas,
se deslizan a través de las venas,
surcan el cuerpo afiebrando al miedo.

Huir de los otros cuerpos,
no acariciarse,los ojos esquivos,

mirar ese otro cuerpo, los otros cuerpos,
las manos y sus pies,
con las náuseas del posible sufrimiento

Las lajas de los cementerios
cubren con pesadez.
el espíritu de los vecinos.
Las bocas respiran a través del tejido
No hablar no comer no besarse.

Los caballos atraviesan el horizonte a trote cansino,
pisan pesadamente en las osamentas de los deseos,
el cerrojo de las prohibiciones abre su boca ávida,
hundir los dientes revolotean los vampiros,
las alas se llenan de tabúes,
mientras las sotanas marchan y marchan
al sonido de los tambores del pasado.

La ciudad y su gente se revuelve
arrullada por las hojas de los árboles afiebrados
una nube abre su ojo y la lluvia humedece
los hombros las cabelleras los huesos los tejidos,
todo flota sobre ese río de las nubes.

El sol entibia los cuerpos,
el mío y el de ella
y jugamos al no me importa
mientras las pieles se sonríen,
se rebelan pintando nuevas pecas gozosas,
componen la música de los susurros y quejidos,
dejan atrás las letanías de las prohibiciones.

SE HAN SEPARADO LOS CUERPOS

Intensa reminiscencia de la tibieza
los muslos envían oleadas de calor piel
murmuran el aroma
cuerpos extravían sus sonrisas
el recuerdo se hace nube
deambula por todo un territorio conocido.

Granos de Arena se pierden del reloj
para dispersarse en los montes con relámpagos
sobre un portón negro que se abría para recibir sensualidad
imágenes en tanto río de hechos que tatuaron las risas
vagan algunos muertos por las hendiduras de nuestras frentes
musicales caderas crean sonidos en las manos
se mueven arremolinadas
las manos buscan aprisionan el vacío
el tiempo se volatiza
transcurrido queda pegado
en la entraña más profunda de nuestros huesos.
Los dedos se convierten en pañuelos de despedida
Zarpa el barco
deja un puerto rumbo al deseo a realizar
amorosa extrañeza
la tierra conocida transmite las tonalidades
que en el espejo de los recuerdos
presenta las venas que arden
abiertas
El color azul oscuro de la tristeza
Se diluye con el aroma de la lluvia caída.

Memoria y ausencia

A mi madre
13.12.1918-19.08.2005

Un resplandor.
El impacto tenue
desaparece la sonrisa
los recuerdos se enredan
nebulosa
que aplasta asfixia.
La tibieza de la piel de sus manos
se transforma en el instante
de su muerte
en la imagen que no será posible asir.

Sólo queda el silencio de ella.
Sin voz ni cuerpo
Sólo la memoria de su persona.

Un ser convertido en palabra.
Anochece.

Unas tablas rusticas
mal unidas por las sombras
forman ese ataúd
donde tu cuerpo posiblemente
reposaba.
No llegué a ver tu cara
ni el color de tus ojos.
El secreto de la muerte
quedó intacto.
La fosa rodeada
de tierra arcillosa
color madera rojoscura
abierta a la espera
descendió el cajón
con sus tablas humildes.
Deposité tierra
cerrando a los ojos
el cajón y tu cuerpo.
Tu sonrisa ha quedado
en mi sonrisa.
El túmulo
fue marcado
por cuatro trozos de madera
dispuestos en cada extremo
del rectángulo.
Geometría de la ausencia.

LAS PALABRAS

V
Me han defraudado mis hermanos.
Lo mismo un torrente
como el lecho de torrentes
pasan turbios
sobre ellos se disuelve la nieve
pero en tiempo de estiaje
evaporan
en cuanto hace calor
se extinguen en su lecho.
Brotan toda clase de seres
mudan los vientos
y las nubes
señales
para un pueblo que medita.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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