PARA SUBIR AL CIELO [Mi poema]
Jules Laforgue [Poeta sugerido]
Jules Laforgue [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo
Para subir al cielo no precisa
saber lo que su espíritu no alcanza,
hacer de la riqueza su premisa,
cumplir con lo que el cura dice en Misa,
llenarse la barriga de esperanza.
Soñar, solo soñar para ir al cielo
tan simple como echarte a navegar
sin remos y tus alas desplegar
diciendo un no rotundo al desconsuelo
volar, volar, volar, volar, volar.
Hacer como lo hiciera, libre, un verso
sin nada que guardar, sin ataduras,
volviendo las maldades del reverso,
creyendo ser el rey del universo
fingiendo ver la luz estando a oscuras.
Subir al cielo, absurda tal tortura
sabiendo que lo tienes tan cercano.
Es cosa de invidente o de villano
sufrir durante un tiempo esa amargura.
Ese cielo está en ti. Alza la mano.
©donaciano bueno
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Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Jules Laforgue
Madrigal
Sí, la vida es para vos un camino triunfal,
Pero qué sabés del destino, las marchas eternas,
Rica, amada de rodillas, bella entre las bellas,
Esta noche tal vez después de la fiebre del vals
Sentirás llegar la muerte en un temblor fatal
Y tu rubio cadáver con las vidriosas pupilas
Se irá a pudrir en su dulce lecho de puntillas,
Luego a perderse anónimo en el turbión vital.
O, quién sabe, tal vez tu corazón florecerá
En el clavel que una obrera en su ventana regará,
Ese clavel será vendido un día en la vereda
Y ese que hoy te arrulla te dice “oh alma mía”
Por centavos se lo dará a una vulgar fulana
Y vos oirás a ambos gemir sobre la cama.
(Versión de Angel Faretta)
Resignación
Como necio parásito de un planeta oscuro,
en la infinidad sonora de clamores eternos,
aquí, lugar cualquiera, he nacido y vivo,
y sólo es mi deseo que se sepa y se detenga todo.
Que por un grito perdido en la tormenta
los océanos callen de pronto el aullido de sus olas,
que por traer flores a mi tumbra
los soles en masa dejen su Verbena.
¡Pobre corazón ingenuo! Rómpete, no eres nada.
Muchos otros murieron con ansias iguales
y la tierra siguió en su silencio.
Todo es duro, descorazonado, superior a ti.
Sufre, ama, espera siempre y baila
sin nunca exigir ese Porqué universal.
Cisterna seca
Cobarde vi cómo el Arte partía, mi último dios;
ya no me estrecha lo Bello con su inmortal delirio,
siento que he perdido, pues con Él echó a volar
el éxtasis que aplaca a veces los viejos deseos.
Treinta siglos de hastío pesan en mi espalda
y concentran sobre mí su llanto y su culpa.
Nuestras manos olvidaron el trabajo que consuela.
No hay día en que no piense, miedoso, en la muerte.
Sordo a la ilusión de las multitudes,
me arrastro abatido hacia parajes lejanos,
todo acabó para mí, nada más espero.
¡Pero lates aún, deshecho corazón pobre!
¡Ah, si como antaño al menos lograra
el llorar que tanto bien hace a los niños!
Solo de luna
Yo fumo, instalado cara al cielo,
en el imperial de la diligencia,
mi esqueleto traquetea, mi alma baila
como un Ariel;
sin miel, sin fiel, mi bella alma baila.
Oh rutas, costas, oh vapores, oh valles,
mi bella alma, ah, recapitulemos.
Nos amamos como dos locos,
nos separamos sin una palabra.
Una depresión me tuvo exilado,
y esa depresión me venía de todo. Bien.
Sus ojos decían: “¿Me comprendés?
¿Por qué no me comprendés?”
Pero ninguno quiso dar el primer paso,
tanto queríamos caer juntos de rodillas.
(¿Comprenden?)
¿Dónde está ella ahora?
Tal vez llore…
¿Dónde está ella?
¡Oh!, por lo menos cuidate, te lo suplico.
¡Oh, frescura de los bosques a lo largo de la ruta!
¡Oh manto de melancolía, todas las almas en vilo
porque mi vida
puede darles envidia!
Este imperial de diligencia tiene magia.
Acumulemos lo irreparable.
Excedamos nuestra suerte.
Las estrellas son más numerosas que los granos de arena
de los mares donde otros han visto bañarse a su cuerpo.
Nada se mueve, salvo hacia la muerte.
no hay ningún puerto.
Pasarán los años,
ella y su marido se endurecerán,
cada uno por su lado,
y a menudo cada uno se dirá:
“Si hubiera sabido…”
Pero, marido y mujer al fin, no podrán decirse
uno al otro:
“Si hubiera sabido…” “Si hubiera sabido”
¡Ah, encuentro maldito!
¡Ah, mi corazón sin salida!
Qué mal me he manejado.
Maníacos de felicidad.
Entonces, ¿qué hacemos, yo con mi alma,
ella con su falible juventud?
¡Oh, pecadora que envejeces!
¡Oh, por las noches me volveré infame
en tu honor!
Sus ojos se entornaron: “¿Comprendés?
¿Por qué no me comprendés?”
Pero ninguno dio el primer paso
por caer juntos de rodillas. ¡Ah!…
La luna sube.
Oh ruta en pleno sueño…
Hemos dejado atrás las hilanderías, los aserraderos,
pero no los bordes kilométricos
de las nubes en rosa de confitería,
mientras una fina medialuna se eleva,
oh ruta de ensueño, música inútil…
En estos bosques de pinos,
donde es de noche
desde el comienzo del mundo,
¡qué de habitaciones limpias y profundas!
¡Oh, una noche de licencia!
y yo las pueblo, todas, ya me lo imagino:
una buena pareja de amantes
accionanando fuera de la ley.
Y yo paso y las abandono,
y me recuesto cara al cielo.
La ruta dobla. Soy Ariel.
Nadie me espera, no voy a la casa de nadie.
No tengo amistad sino la de los cuartos de hotel.
La luna sube.
Oh ruta en pleno sueño.
Oh ruta sin final.
Llegamos a una posada
donde se encienden linternas,
donde tomamos un vaso de leche.
Restalla el látigo del cochero
entre el canto de los grillos,
bajo las estrellas de julio.
Oh, claro de luna,
fiesta de luces de Bengala perturbando mi infortunio.
Las sombras de los álamos sobre la ruta…
El arroyo que se escucha…
que se escucha cantar…
en esta inundación de la corriente del Leteo.
Oh, Solo de Luna,
desafías a mi pluma.
Oh, esta noche en la ruta;
Oh, Estrellas que me asustan
todas, todas.
Oh fugacidad de esta hora…
Oh, que haya un medio, por favor,
para esconderle mi alma al otoño que se acerca…
Hace fresco, mucho fresco.
Oh, si a esta misma hora
ella estuviera también atravesando los bosques,
perturbado su infortunio
por las fiestas del claro lunar
(Le gusta tanto caminar de noche…)
Ella habrá olvidado su bufanda,
se enfermará, vista la belleza de esta hora…
Oh, cuidate, te lo suplico.
Oh, no quiero escuchar esa tos.
Ah, por qué no caí a tus pies de rodillas.
Ah, por qué no desfalleciste en mis rodillas.
Yo hubiera sido un esposo modelo,
como el frufrú de tu ropa es el modelo
de todos los frufrús.
Lamento de mi sagrado corazón
Prometeo y el buitre, blasfemia y castigo.
Mi corazón, cáncer sin corazón, se devora a sí mismo.
Mi corazón, donde enterré ciertos difuntos, es una tumba.
Y los perfumes… ¡Oh susurrantes canciones de cuna!
Mi corazón es un léxico donde cien literaturas
se mezclan sin descanso entre divinas tachaduras.
Mi corazón, aunque repleto, es un desierto alterado,
por su asco universal, de este vino vomitado.
Mi corazón es un Nerón, niño mimado de Asia,
que del imperio de los vanos sueños se harta.
Vacío de alma y vuelo, mi corazón es un ahogado,
a quien con doradas ventosas, el pulpo del tedio ha estrechado.
Es un fuego artificial que antes de lanzarse
ahogó la lluvia y se aburre, sin festejarse.
Es un terrenal coche fúnebre, mi corazón,
que lleva deambulando el instinto y la ocasión.
Mi corazón es un reloj en reposo y olvidado
que, sabiéndome difunto, en dar la hora se ha obstinado.
Mi amada está allá, dispuesta a consolar,
la hice sufrir demasiado, esto no puede continuar.
Mi corazón, desprovisto y sumergido en una artística laguna,
se presenta a los besos como una armadura vacía.
Y siempre, mi corazón, habiéndome declamado,
vuelve a su lamento: ¡Amar y ser amado!
Otra endecha de Lord Pierrot
¡La que debe ponerme al tanto de la Mujer!
Primero le diremos, con mi aire menos frío:
“La suma de los ángulos de un triángulo, alma mía,
“Es igual a dos rectos.”
Y si le sale el grito: “¡Dios de Dios! ¡cómo te amo!
—”Dios va a reconocer a los suyos.” O picada en lo más vivo:
—”Mis teclas tienen corazón, serás mi único tema.”
Yo: “Todo es relativo.”
Y con sus ojos todos, ¡vamos! sintiéndose de más banal:
“¡Ah! tú no me amas; tantos otros tienen celos!”
Yo, con una mirada que se embala al Inconciente:
“Gracias, no está mal; ¿y usted?”
—”¡Juguemos al más fiel!” —”¡Para qué, Naturaleza!”
“¡A que el que pierde gana!” Vamos, otra canción:
—”¡Ah! tú vas a cansarte primero, estoy segura…”
—”Después de usted, por favor.”
Si, en fin, por una noche, ella muere en mis libros,
Dulce; fingiendo no creerles ya a mis ojos,
Tendré un: “Ah bien, pero, teníamos De Qué vivir!”
“¿Entonces era en serio?”
La esfinge
En las estepas del desierto, a la hora en que el apagado cielo
al jaguar adormecido incita a buscar el frescor,
con los ojos en el horizonte mudo, vasto, sin fin,
hundidos hasta los senos en la arena, una esfinge en cuclillas sueña.
A sus pies, sin embargo, muriendo como el oleaje,
un pueblo de hormigas negro y atareado se agita.
vive, ama, va, y luego lentamente pasa
bajo esa mirada sin cesar en el horizonte clavada.
Y ese pueblo ya no existe. El sol escarlata
allá abajo tranquilo se oculta, en un resplandor dorado,
luego, el aliento de la tarde, tibio y delicado,
dispersa esos despojos. La gran esfinge sigue soñando.
Relámpago de abismo
Me hallaba en una torre en medio de los astros.
Un vértigo, de pronto. ¡En un rayo, sin velos,
Escrutaba, temblando de pánico, de espanto,
El enigma del Cosmos en todo su estupor!
¿Todo está solo? ¿Dónde estoy? ¿A dónde rueda
El bloque que me arrastra? ¡Puedo morir, partir,
Sin saber nada! ¡Hablad! ¡Oh rabia, el tiempo vuela
Sin vuelta atrás! ¡Parad, parad! ¿Y disfrutar?
¡Pues que todo lo ignoro! Llegó mi hora tal vez:
No sé. Yo me encontraba en la noche, y nací.
¿Por qué? ¿Y el universo? ¿A dónde -va? Que el cura
Es sólo un hombre. Nada sabemos. ¡Dios, asómate,
Testigo eterno, muéstrate! Habla, ¿por qué la vida?
Todo calla. El espacio no tiene alma. ¡Esperad!
¡No quiero morir, astros! ¡Soy una inteligencia!
¡Ah, volver a ser nada irremediablemente!
(Versión de Margarita Gómez Sierra)