NADA NUNCA ES PARA SIEMPRE (Mi poema)
Ulises Varsovia (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Un día cuando nadie lo esperaba
el niño repelente y pretencioso
volvióse en un momento tan juicioso
que aquel le conocía y le observaba
miraba si era el mismo pues dudaba
a qué viene haya vuelto tan modoso.

Las plantas que has plantado en tu jardín
se sabe nunca crecen por igual,
algunas hay de inicio salen mal
y piensas que ya próximo está el fin,
mas un día resurge cual mastín
y asombra con su tesis doctoral.

Nacer y ser son cosas diferentes,
se nace y tú eres flor del bien o el mal,
después vas transformando, es natural,
y aquellos que antes eran malas gentes
se tornan educados, diligentes
cual truca al delincuente en cardenal.

Que aquí la educación entra en escena
y hay veces que aparenta y se confunde.
Espera a que germine y que fecunde.
Cambiar, si ha de cambiar valdrá la pena,
gozando del perdón a la condena
si así se ha de evitar lo malo abunde.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO:  Ulises Varsovia

Aquellos días

Desde el interior de los años
que el tiempo arrolló, transcurriendo,
desde el interior del ser
adonde las cosas huyen
y esperan como fieras, agazapadas,
el momento del salto,
que se abra la ventana de brumas
donde la luz y la sombra forcejean,

desde lo incierto, entonces,
desde la realidad parecida al sueño,
o, mejor, desde los días
que tal vez no fueron,
desde aquello que fue y no existió,
aleteando con su voluntad enferma…

Es otoño otra vez, es cierto.
Se escucha por doquier
el rumor de la muerte caer de las ramas,
tocar a la puerta de los hospicios,
olfatear en las salas de urgencia
de los hospitales,
aproximarse a los sueños enfermos,
desdibujarse en la niebla su leve silueta.

No es que las hojas, no es
que el cielo espolvoree su ceniza,
no es que adentro un violín
suene su sonido gris, su música mortuoria.

¿Es que nadie entiende?
¿Es que estoy solo
enredado en las hebras de un idioma muerto?
¿Es que aquellos días
que fueron y no fueron
van a la deriva entre la bruma y los sueños?

¿Desde dónde, entonces,
como si hubieran sido,
como si fueran efectivamente
recordados, con forma y movimiento,
con su inequívoco color desdibujado?

Tal vez no viví realmente entonces,
tal vez aquellos días me pertenecieron
sólo indirectamente, gastados,
como adentro del traje de un difunto
en el que habité las horas insuficientemente.

Ahora las cosas que fueron
quieren recordarme, llegan a mí,
abren su ocurrida existencia ante mis ojos,
me enseñan sus raídos contornos
que quiero reconocer (o no quiero),
y mi afán desfallece
tactando infructuosamente las siluetas.

Es otoño, es cierto, las hojas
se me pegan a la piel y gritan,
me caen al sueño donde naufragamos,
jalan de mí como si fuera una de ellas.

Y sin embargo no es eso:
a la deriva en el tiempo,
días llenos de fantasmales figuras,
días con sonidos huyendo, huyendo,
días donde dejé de ser, donde mi vida
cruzó ciega o durmió, llena de espanto.

(de Canciones de otoño, 1993)

Adormideras

En la paz de las adormideras,
desplegar, de súbito, las alas,
y dejar de ser y seguir siendo
en la transposición cardinal
de tiempo y conciencia terrestres.

Así como si ni origen ni rumbo,
como si ni destino ni nenúfar
en la amnésica nebulosa urdida
en torno a la luz y a lo viviente.

Adentro de mí, y de mí ausente,
errante por mí en la obnubilancia
de renuncia y negación, de cancela
y cerrojo en la hermenéutica
del ser de sí mismo despojado.

Toda una larga historia del efímero
gusano encerrado en su capullo,
hilando, tejiendo su indumentaria
de sueños despiadadamente rotos,
despiadadamente terrenales.

En el follaje de las adormideras,
el indefinible espécimen astral
jocundo de lúcida ceguera,
ebrio de un narcótico intemporal
en la órbita de lo inenarrable.

La realidad tu capullo infranqueable,
tu celda monacal sellada.
Pero un sólo golpe de adormideras,
una inhalación de aromas órficos,
y tu estúpida conciencia trascendida,
tu regreso a la amnesia original.

(de Anunciación, 2002)

Alta tarde

Hoy las seis de la obscuridad
del señor otoño,
hoy las tardecida y tantas
de su rodaje humedad,
y nadie sonoridad,
nadie entreabiertos ojos
o lentas guitarras.

Hoy las innúmeras y altas,
hoy las ya irreconocibles
del tráfico astral,
lentas, lentas sus pisadas,
y perdiéndose en la urdimbre
de la niebla abismal.

Las seis de la desbandada, las tardías del corazón:
señor otoño, piedad
en las tantas que otredad,
pasando por el reloj
de horas malhadadas.

Las póstumas, las desnudas,
las temblorosas de frío
en la intemperie astral:
hoy lentas, hoy inconclusas,
hoy suma de los destinos en el sino monacal.

Hoy las dieciocho crecientes,
hoy las totales menguantes,
hoy telaraña humedad:

Señor otoño, piedad
a las tantas de la tarde,
a las nunca de la muerte…

A lo obscuro de lo viviente,
a lo trágico de lo errante,
a lo eterno de la humedad.

(de Nocturnal, 2000)

EL FANTASMA DE ISLA NEGRA

En Isla Negra el mar,
su embate de espuma rizada,
su reclamo en olas, su gritos,
su vaho salobre arrojado
contra un puñado de casas calladas,
silenciosas como muertas.

Nadie por las calles solas,
por las calles que el mar fragoroso
llena de húmedos ruidos,
sepulta con su peso insostenible,
hace retumbar con su estallido.

Pueblo litoral, mágico poblado
donde tus náufragos, Chile,
tus hijos ciegos en el exilio,
donde los sueños de tus poetas
desvarían tactando el vacío,
como sonámbulos de otro mundo.

¿De dónde viene la voz,
de dónde la lluvia del sur
que canta aquí su quejumbre,
su atroz poesía de sueños muertos?

No sólo el mar sus sonidos,
no sólo el trueno quebrado
de sus olas desbordadas:
¿de dónde la voz, madre,
delgada patria, de dónde
la lluvia austral, su gorjeo,
su reclamo gutural insistiendo?

No mientan las calles solas,
no mienta el mar con sus ruidos,
no mientan las casas dormidas:
una voz espesa canta,
una voz de violas rotas,
la lluvia del sur aquí anclada.
(De: Tus náufragos, Chile)

CAPITULARIA

Todo suceda de un modo que acorrale mi intelecto
en una región de ciegas luces invertidas
donde un hálito letal sople, circule y someta
lo desatado que llevo y galopa sollozando.

Lo cruento sobre el aire de la atmósfera de besos
que allí se determine y al aire se reduzca,
vencido su elemento de fragor lácteo y terrestre
por un eclipse súbito de patas y metales,
y al labio que agoniza herido en su costumbre
la extremaunción del beso y el aliento no socorran,
y no sean acudidas por un agua de desorden
las dulces manos cóncavas de sed enardecida.

Yo sufro de un sistema circular e intransgredible,
de una paloma marchita apenas volando,
de un día innumerable dividido en ceremonias
que arrastra como un río mis sobrevivencias
hacia el nocturno ascensor que en mis párpados espera:
allí vive lo ajeno, lo más mío que amo.

Allí comienza el pasto que acometo inútilmente
con manos detenidas y sed en suspenso:
se muere también el alma en zonas extranjeras.

Suceda todo sin tiempo ni nada que lo habite,
de una manera confusa que mi razón apague,
lo desatado que llevo allí su ira deponga,
y ya no escuchen mis labios el temblor de lo que crece,
y ya mi sed se resuelva en los frutos de la muerte.

FÉMINA Y SINO

Su nombre pétalos rotos
que ni la voz ni la tinta.
Del tiempo, como mis días,
y también sus pasos,
como si luz ofuscada
o sobresaltados sueños.

Ella el amor sus racimos
lo torrencial desgranado,
caótica incandescencia
como si cruel orfandad, o islas,
unísono el grito al noches dormidas,
vástago de cómo lo solo y lo llanto.

Calles pálido cortejo,
desgarradora asunción muertos metales,
y cada a lo largo y ceniza,
y a las horas de una y viniendo.

De allí ella abasalena:
sobresaltados sueños
toda dimensión paralela asomados,
y sin vestigio crónico de uso
o malheridas ropas que testimonio,
sino que direcciones piélagos,
ubicua y ácrona y dormida.

Ella pues fémina y sino,
fruto tal vez eslabón amargo
en la implacable noche ejercida,
o exabrupto súbito deseo ciego
cuyo luego errante insubsistencia.

A mí entonces abasalena
cuando calles estepa y ceniza,
y prorrupciones lo nuestro de siglos,
y descenso al nada y elixir
donde adormideras nirvana y beleño.

Después su nombre exhaustos fonemas,
y su voz como cayendo al sueño,
y su cuerpo lentas defunciones,
hasta que pálido eco roído,
hasta que fugitivas sombras.

Ahora otra vez de allí aromas
y vorágine y sed y trama.
Fémina efímeras huellas,
subrepticia impronta, empero,
de modo que lira en trance,
ensimismado aeda hurgando.
Pero su nombre navíos en la niebla.

DICCIÓN ASTRAL

Pletórico de letras ávidas
por amancebarse a sus semejantes,
en una cópula de fonemas
enlazándose en frenesí lírico,
edificando la altura del canto.

Numeroso de tal paternidad,
gráciles musas, ¿por qué mi vida
atada a las aguas castalienses,
húmeda de dicción órfica
en el despeñadero del habla?

Soplad desde la gruta délfica
a que Apolo ilumine mi numen
con la luz sacramental del canto,
a que emerja de mi ser en trance
la voz conmovida del aeda.

Lleno voy de las letras píticas,
lleno voy del arrebato lírico
a través de los campos floridos,
a través de los ríos sonoros
corriendo a vaciar su opulencia
de idiomas terrestres en el sueño.

En el frenesí de la dicción astral,
las letras saltando de la lira,
copulándose en un rito orgiastico
hasta hacerse música en su floración,
sublime exhalación del canto.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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Salió a danzar consciente no sabía,pues nadie a…
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