UN HOMBRE-LIBRO (Mi poema)
Manuel Pérez y Curis (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA… de medio pelo
 

Él era escribidor o eso creía,
que en sus versos hablaba del amor.
Y en su escaño de orador se prometía
ser oráculo de Delfos algún día
provocando al que leyera un estertor.

Y en ese semi estado de locura
un hombre-libro el hombre quiso ser,
experto en enseñar literatura,
prestando su atención a la escritura,
fue el día en que soñó al amanecer,

que metido en tamaña excitación,
embriagado de aquella fantasía,
pudo hacer la siguiente reflexión:
comprendió que era un vate del montón,
otro más, al que nadie leería.

Y así fue que tomó la decisión
de seguir siempre a solas escribiendo
haciendo de escribir su diversión,
como prueba de fe y confirmación
de que el mismo seguía resistiendo.
©donaciano bueno

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MI POETA SUGERIDO: <strong>Manuel Pérez y Curis</strong>

Manuel Pérez y Curis

Preludio ético-estético

No soy un vencido,
ni ciñe mis sienes el lauro del triunfo.

Guardan a mi espíritu broqueles de acero:
nunca podrá herirme la maledicencia . . .
No soy un vencido, pues logré apartarme con la frente limpia
del sendero fácil que huellan los viles
y he vuelto a los sabios en avilanteces la viril espalda
que no ha sido hecha para doblegarse;
cuando con lisonjas los sabios quisieron llevarme a la cumbre
les volví la espalda y entré en una senda vestida de abrojos,
senda de dolores y desesperanzas
para los rebeldes,
para los humanos,
para los humildes que jamás ocultan el alma y la idea,
para quienes dicen la verdad y aguardan con el cuello erguido
que alguien les responda, — magnate o poeta, juglar o letrado,—
desde ricos bufetes cubiertos
de infolios y opúsculos;
desde las terrazas de los miradores;
desde los estrados de las academias
o desde las torres de marfil cerradas
a todas las quejas de la muchedumbre,
a la voz doliente de los peregrinos y los pordioseros,
a la ardida sátira de los Juvenales
y al sobrio discurso de los soñadores inmunes al vicio.

Hay en mi buharda
ventanas abiertas a todos los vientos
y a todos las luces,
sobre cuyas fallebas ociosas
nunca he puesto las manos febriles.
Por ellas me envían su aroma las flores,
el sol sus destellos, su frescor la brisa
olorosa, y el eco me trae
de transidos parias y desheredados la justa querella.
Entra en mi buharda
todo humano acento,
y en ella armonizan con la voz de cristal de mis hijos
los arpegios puros de mi compañera.
Yo sueño en la noche
mientras al susurro del viento en las frondas responde altamente
con sus pertinaces ladridos el perro que cuida mi estancia
y se echa a mi lado como fiel amigo,
mirándome siempre, como si quisiera leer en mis ojos;
como si deseara comprender mi angustia
y escrutar en el fondo de mi alma.

Suelen mis rosales difundir doquiera
su intenso perfume
que a la par invade las regias alcobas y los lechos tristes.
Cuando ese perfume flota en torno mío,
pienso en los avaros que esconden sus oros,
en los sabios mezquinos que llevan
a la sepultura su sabiduría
y en los pedagogos y bardos venales
que tienen por culto la traición y el medro
y hacen gala de amor a la patria,
con sus arrumacos a la azul tierruca
por la cual no han hecho ningún sacrificio.

Me dan grima todos, todos los esclavos; mas tengo un esclavo:
el ritmo, el glorioso
gladiador desnudo que domina el arte
y al viril esfuerzo de mi numen músculo se rinde y doblega.
Juego con el ritmo
cual con una hoja de flexible acero
o finísima vara de junco;
y por eso el ritmo se aviene a mis cantos
de amor, a la savia de mis anatemas
y al mórbido aliento de mis elegías
y a la evanescencia voluptuosa y cálida de mis madrigales.

La rima es trasunto de esos arabescos
que un instante lucen en nuestra retina
y desaparecen, así como un bólido, sin dejar su huella.
Símbolo de pompas y fastuosidades,
alegre remedo de grecas y randas,
la rima es encanto para los sentidos .. .
Empero,
sin ella nos hacen vibrar las alondras y los ruiseñores
que no se engalanan cuando melodizan,
y con ella suelen encubrir su inedia
estériles estros, menguados espíritus
y embotadas conciencias obscuras.
Cairel de caireles,
es la rima el ornato del verso
que con la fragancia del ritmo se nutre.

Mi numen refleja
todos los matices de mis emociones
y de mis mirajes;
y, así como un río que jamás extingue sus fuerzas latentes,
él no pone obstáculos a mis generosos raudales anímicos
que ora se apaciguan dulce, dulcemente, como en un remanso,
ora se alborotan como si anunciasen vórtices o tumbos.

¡Rabien los cantores que imponer pretenden norma al sentimiento!
¡Dé a las auras el ruin sus blasfemias
y derramen bilis Aristarco y Zoilo!
que entretanto mi numen traduce
por igual el trémolo de esa sensitiva que llevo en el alma
y la acre protesta de mi rectilíneo carácter de bronce!

Himno a los Ejercicios Físicos

Aire y luz y movimiento
arrancan al desaliento
la cadencia de la vida ;
loemos todo sustento
de la vocación dormida.

Vencen la inercia de nuestros músculos
la fuerza, el ritmo, ya en los crepúsculos,
ya en las mañanas ebrias de sol.
Mientras palpitan nuestros tendones,
Naturaleza pródiga en dones,
nos da la clave de perfección.

Ha de surgir del cultivo
corporal, noble y activo
dechado de humanidad:
juventud de porte altivo
y ubérrima voluntad.

La casta débil desaparece.
No habrá más savia pobre. — Florece
nueva, robusta generación.
La vida exige firmeza y bríos ;
iNo más retoños magros, tardíos!
Salud, la diosa, nos prohijó.

Rompiendo de nuestros vicios
corporales las cadenas,
regulan los ejercicios,
— a la juventud propicios, —
el ritmo de nuestras venas.

Helénica

Yo enfermo cuando rima sus dulces ritornelos
De tu garganta núbil el pájaro cantor;
Y cuando, con el arco de luz de tus ojuelos,
Me arroja sus saetas el sagitario Amor.
Y, en tanto que sonríe tu faz de camafeo,
Las cálidas mejillas perladas de rubí,
Con el perfume ustorio de un incensario hebreo,
Van—píxides hibleas—mis versos hacia ti.
Yo sé que en tus palabras de adoración palpita
La gloria de algíin verso dorado de Nerval;
Que enciende y embriaga, subyuga y debilita,
De tus odoros labios el hálito sensual.
Cual dáctilo glorioso del mago Anacreonte,
Tú evocas alegrías y júbilos de amor;
Por eso los efebos, al par de Carmoleonte,
Sus ósculos te dieran ungidos de pudor.
¡Oh, canta la hermosura de Helena, porque el griego
Jardín lentejnelado de asfódelos está;
Y en él han esparcido sus pétalos de fuego
Las rojas eglantinas de tus ensueños ya!
Yo canto en apoteosis á ti tu heliotropía
Hacia el rosado limbo del connubial crisol,
Mas—heliotropo ardiente -tú sigues todavía,
Al sol de la belleza pagana de Antinóo.
Y ríes, cuando ríen mis labios amatorios,
Y luego tus pupilas me besan porque ven
De mi semblante austero los rasgos ilusorios
Velados por la nube sañuda del desdén.
Y pues tu rostro luce las líneas deslumbrantes
Y el garbo de las damas de Greuze y de Rembrandt,
Á tí, doncella de ojos y gestos adorantes,
Rindieran homenaje las vírgenes de Ispaham.
¡Cuán bello es ver la onda de tus cabellos negros
Caer en bucles tenues por cima de tu sien!
¡Cuán harmonioso el lírico rumor de tus alegros!
¡Jamás así cantaron las aves del Edén!
Cual ibis hacia el Nilo de lotos circundado,
Hacia tus ojos rútilos mis ilusiones van;
Y en tus ojeras jóvenes que amor ha dilatado,
Ven el matiz del bello jacinto de Ceilán.
i
Semíramis rodeada de eróticas ofrendas,
Remedo de las flores ninfales de Estambul:
Tú sueñas en un cielo de míticas leyendas
Y adoras el lenguaje melifluo del bulbul.
La fiebre del deseo tu espíritu exaspera
Maguer de tus heraldos de amor sentimental:
¡Oh, si exteriorizaras su voz, aquél te hiciera
Trasunto de la humilde Mireya de Mistral!
Empero, nunca inmoles la flor de tu sahumerio
De ideales voluptuosos: sé libre, tú, también;
Porque un amor existe bordado de misterio,
Y en él se abisman todas las áncoras del bien!
¡Oh, diosa que me brindas el soplo de tus labios
Voluble como el vuelo fugaz del colibrí!
¡Qué en el altar divino de tus amores sabios
Me arrulle con sus glorias el cisne que hay en ti!.

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Donaciano Bueno Diez

Donaciano Bueno Diez

Editor: hombre de mente curiosa, inquieta, creativa, sagaz y soñadora, amante de la poesía.

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