HOY PREGUNTÉ A MI PERRO (Mi poema)
José Luis Morante (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Hoy pregunté a mi perro por su vida,
quería conocer si se acordaba
del tiempo cuando niño, a qué jugaba,
si acaso fue feliz. Si en su guarida
tenía qué comer. Que me comente
detalles de su pueblo, sus amigos,
su madre, su amenaza y sus castigos,
pidiéndole que fuera diligente.

Si tuvo más hermanos, si aun mantiene
contacto con los mismos, cómo están,
si un día, cuando muera, ellos vendrán,
o solo si lo harán si les conviene.
Me diga si sus padres le quisieron
es más, si les recuerda por sus mimos,
si acaso congeniaba con sus primos
si cuando fue de casa lo sintieron.

Mas el no respondió que es muy ladino,
nervioso, se me puso allí a ladrar,
no sabe o no me quiso contestar
o entiende que yo fuera un adivino.
Después se me abrazó, se me echó encima
pidiendome perdón se echó a llorar,
fue tanto que le tuve que calmar
de solo recordarlo hoy me da grima.

Los perros no disfrutan de memoria
no existe ni hay pasado ni futuro,
ni busques pues tropiezas contra un muro
pregunta donde sepan de su historia.
Mi perro mea y alza la patita,
me mira come y calla, su respuesta
se debe conocer por una encuesta.
que a veces si preguntas va y vomita.
©donaciano bueno

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Los perros poseen un tipo de memoria asociativa basada en que su aprendizaje siempre se fundamenta en los hábitos y la repetición. Como consecuencia de su estrecho vínculo con la familia, los perros (sobre todo en el medio urbano) han llegado a ser capaces de reconocer hasta el más mínimo de nuestros gestos en determinadas situaciones. Por el tono de nuestra voz detectan nuestros estados de ánimo y adaptan su comportamiento a estas situaciones, es decir `reúnen y almacenan´ esta información cotidiana y repetitiva para responder a ella, de tal manera que reconocen cuándo es la hora de la comida, si cogemos su toalla saben que es la hora del baño, en cuanto tocamos su correa se ponen contentos por que saben que van a pasear y así con las situaciones que perciben todos los días y que para nosotros constituye la base de su educación.

MI POETA SUGERIDOJosé Luis Morante

HETERÓNOMOS

Dentro de mí conviven, abocados
a una inmensa rutina sedentaria,
el yo que pienso y otro, el que parezco.
Un pacto, que firmaran con los ojos,
les conmina
a respirarse en cierta tolerancia,
y ambos han sido absueltos
de mencionar, siquiera,
cuál fue la última causa
que les diera la vida.

Cada uno tiene ya su enclave exacto:
el yo que pienso
habita, día y noche,
la intimidad de estas cuatro paredes.
Es semejante a un niño que olvidara crecer,
y por lo mismo
nada en el mar de una sabia ignorancia.
(“Acaso sea el invierno…
es razón suficiente para explicar el cosmos “)
Y balbucea. Ríe.
Se pierde en los espejos. Gesticula.
Colecciona recuerdos como si fueran conchas
que ha enterrado el olvido.

A veces llora, y viste el jersey gris
de la melancolía;
entonces toma un folio,
donde inicia el galope un sentimiento
y se hace reo de pertinaz tristeza,
hasta que traspapela la mirada
y descubre, cansado,
que afuera cae la lluvia
y mojan su perfil
unas livianas gotas de mi nube.

El que parezco
está en la calle de continuo.
Todos le conocéis
pues con todos comparte ese pan y esta sal
que, bajo el brazo, trae la vida;
las cotidianas dosis
de angustia existencial, trabajo y ruido.
Con él tropiezo,
una tarde cualquiera,
al doblar una esquina,
y tras justificarme torpemente
(Hallé la puerta abierta
y me aburría…”),
me despido gozoso y luego marcho
-el paso lento, sepultadas las manos
en los amplios bolsillos del vaquero-
a ver, sin más, el mundo por mis ojos.
De rotonda con estatuas y ninguna parte.

EL PICAPORTE

Casi nonagenario
-después de quince años de ceguera-
la evocación a tientas del pasado
equivale en mi padre
a resistencia.
El ahora es relente,
una cronología que tortura
con terapias y síntomas,
e ignora el leve aroma
de las flores de invierno.

Mi sedentaria angustia,
a cuerpo limpio,
no deja de pensar en cómo observa
aquello que no ve;
con serena sonrisa
enumera detalles
que debieron ser ciertos
y yo escucho sonámbulo,
mientras cierro los ojos.
Todo pasó, no importa
si el pasado no asiente
o la estricta verdad le contradice.

A veces su mirada resucita.
Posiciona en un mapa
imágenes dispersas.
Su voluntad es luz;
es el tacto que gira el picaporte
para abrir desde dentro
la puerta infranqueable.

AQUÍ

Nada y todo ocurre en todas partes
PHILIP LARKIN

Es aquí donde estoy,
tras las grietas de un yo parapetado
en las profundidades
de sí mismo.

Habito un cuarto exiguo
donde nada hay detrás
salvo el vacío
de paredes sin lustre.
Soy un plano que muestra,
maltrecho y solitario,
el retraso gastado de caminos
que ya se desvanecen.

Mi reclusión carece de secretos.
En las puertas del frío,
necesito encontrar
en cualquier parte
el refugio pactado,
un cuerpo que sostenga
el temblor de la luz.

EPIFANÍA

Ordinal necesario,
la pulcritud se aplica en dar forma y textura
al poema feliz.
Es palabra con alas que difunde
el hilo en el ovillo
de los sueños.

El poema desciende luminoso,
anuda la belleza
y remoza pequeños propósitos baldíos
pues no contiene lastre
y conoce remedios
contra el cerco famélico
de cualquier decepción.

Auroral, el poema
asordina la angustia
y no marchita pasos
en la tierra de nadie
del chantaje afectivo.

Sus palabras exigen
que tenga la avidez
salina de lo intenso
y disloque en el aire
toda asepsia expresiva.
Que soporte la ley
gravitatoria del trapecio
y se mantenga
sobre la cuerda frágil de sí mismo,
como un don disponible
que sostiene el azul
y todo empieza.

Debe saber también,
hecho gesto final,
guardar el extravío
bajo techo.

ALCANTARILLAS

Hábitat de la noche.
El rojo escalofrío
de una rata furtiva
distancia mi linterna.

Cerca, suena un goteo
con trasiego de sístole.
La percusión empoza
el manchón aterido de los muros.

Aquí yace dormida la belleza;
su destello cansado dictamina
que ningún cielo existe.

En el hedor, la náusea;
continuas advertencias
de mi desasosiego.
Pero nada socava
el afán de seguir.

Camino a tientas.
Sé que soy mientras busco.

NADAR EN SECO

El tiempo que no tuve nada en seco.
En él, cada brazada recolecta
el secreto de la profundidad.
De cuando en cuando,
rasga la superficie un hueco húmedo
cuyo fondo merece
estelas de luciérnagas.
Mas un sudor salobre
desdice la quietud
e impulsa otra brazada
hacia el perfil exacto del trascielo.

No dejo que el cansancio
se carcoma en reflejos.
Sacudo el agua ausente.
En los brazos maltrechos
hay jirones de mí.

LA SEMILLA

En la fragilidad de la semilla
hay un rumor de savia
donde cabe el silencio.
En él escarban
futuro las raíces
y dormitan los troncos
que buscan en el aire arquitectura.

Somos en la semilla
un ciclo de estaciones
y lluvias y solanas
y nubes que desandan los azules gastados
de los cielos con pájaros.

A resguardo del tiempo,
en la semilla duerme otra semilla.

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Autor

Donaciano Bueno Diez
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