NIÑATO [Mi poema]
María Cruz Arroyo [Poeta sugerido]
María Cruz Arroyo [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Aquellos olorosos perfumes de la infancia, Bucólicos paisajes colmados de nostalgia, De juegos inocentes pintando garabatos, Tan linda era la imagen, chinita en el zapato, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: María Cruz Arroyo
Al partir
Zarpó el buque, adiós dijeron los pañuelos y las manos
el adiós desde la orilla repitieron mis hermanos ….
El navío majestuoso lentamente se alejó.
En el cielo se borraron horizontes y riberas;
así en mi alma se borraron ilusiones y quimeras …..
Sobre el mar y sobre mi alma densa noche descendió.
Sobre el mar lucirá el día, y del sol los resplandores
jugarán entre las olas formando haces de colores;
brillará mañana el cielo con su manto de turquí.
El navío vagabundo entrará quizás al puerto;
pero tú en el mar perdido quedas ¡ay! corazón
muerto, y la noche es, alma mía, noche eterna para tí!
Vagarás sin tregua y sola en glacial región de nieblas,
anhelando vanamente en las lóbregas tinieblas
de las sombras impasibles, invisibles ir en pos;
corroída por ocultos, áureos sueños que abortaron,
por recuerdos que sangrientas, hondas huellas te dejaron,
obsediada por los ecos que doquier gimen ¡adiós!
Ah! si el tiempo fugaz corre, en su rápida carrera
nos arrastra, y mientras tanto cual imagen embustera
realidades e ilusiones van borrándose detrás.
Si es mentira lo pasado, lo presente ficción vana,
¿para qué buscar placeres irrisorios, que mañana
no serán sino un recuerdo añadido a los demás?
En la noche, el alma llena de congoja y desaliento,
rememora antiguas causas de pesar o de contento,
disipadas como el humo, para nunca más volver,
y contemplo con espanto el trayecto recorrido,
no por mí, por una sombra exhumada del olvido
que hoy apenas reconozco y llevó mi nombre ayer.
Y angustiada me pregunto: ¿es la vida sólo un sueño?
Y cavilo, dudo, creo y vacilo, en loco empeño
el misterio tenebroso intentando elucidar.. .
En estériles combates mi cerebro se anonada,
y aguardando sigo inquieta, a la fuerza resignada,
que la muerte al fin me venga a dormir o a despertar!
South Amplou, 6 de agosto de 1902
El guante
Para La locomotora
Junto con mis reliquias más secretas
Y en un pañuelo, blanco relicario,
Donde nunca miradas indiscretas
Profanaran la fe de aquel santuario.
Yo conservaba un guante, un guante usado,
Un guante negro, que a la mente mía
De la sima profunda del pasado
Una faz melancólica traía.
Un guante que evocaba en mi memoria
La primer gota amarga de mi vida,
La primer hoja triste de mi historia,
El ¡ay! de la primera despedida;
Aquel solemne, vaporoso instante
En que al sentir la muerte en su aposento,
El pálido poeta agonizante
Me dijo adiós, con apagado acento.
Tendiéndome su mano descarnada,
Adiós por siempre, repitió mi hermano
Y su boca marchita y abrasada
Como un suspiro se posó en mi mano…
Ya no le vi; mas desde aquel instante
Que hoy insensible y frío rememoro,
Piadosa conservé mi negro guante
Valioso para mí como un tesoro.
Sollozaba al mirarlo cada día,
Y abismándose en lúgubre embeleso
Hasta el fondo mi ser se estremecía
Al recordar el angustioso beso…
Cuando la muerte resolvió con saña
Entre otros lutos mi pesar primero,
Cuando al golpe brutal de su guadaña
En escombros cayó mi hogar entero,
Golondrina alirrota alcé mi vuelo
Creyendo que mi carga de dolores
Quedaba atrás en el extraño suelo
Do quedaban también tiempos mejores;
Inútilmente atravesé los mares,
Las penas me siguieron a porfía;
Dejando entre el montón de mis pesares
Sepultada esa tarde de agonía.
Mucho tiempo después, por accidente
Hallé aquel guante que veló el olvido
Y sólo entonces se volvió mi mente
Al lejano sendero recorrido.
Y escuché del adiós gemir los ecos,
Y vi unos ojos anegarse en llanto,
Pero mis ojos se quedaban secos;
Estaba roto el doloroso encanto!
Cual si nada evocara en mi existencia,
Contemplé mi reliquia del pasado,
Y la usé con la horrible indiferencia
De quien ya siente el corazón cansado.
Objeto sin valor ni privilegio
Va, recogiendo manchas, en el mundo,
Y por siempre ha borrado el sacrilegio
El beso del poeta moribundo!
Así también el roce de la vida
Profanó mis sublimes ideales
La realidad inmunda y fementida
Me secó del amor los manantiales;
Mis pasiones más nobles y más puras
Mis arranques más bellos y más santos,
Mis insólitas, cándidas locuras
Raudales de perennes desencantos.
Mis creencias de amor y de justicia
Mis ensueños magníficos y huraños
Son recuerdos que mi alma desperdicia,
Son el inútil lujo de otros años.
Que mi guante reliquia profanada,
Siga sufriendo las impuras manos,
Y la flor del recuerdo marchitada
Vuelva del viento entre los pliegues vanos.
París, 10 de agosto de 1906.
Crucifixión
En la cumbre de un Gólgota bravío,
bajo un cielo cargado de tormenta
que oculta el horizonte hosco y sombrío;
sobre la frente lívida y sangrienta
la corona de espinas del recuerdo;
afrentada la sed que le atormenta
con la hiel repugnante de lo cuerdo,
y por la lanza del dolor herida
mortal abierta en el costado izquierdo;
sufriendo de la náusea de la vida
el terror de la muerte; a cada lado
el desaliento y la ilusión fallida;
hasta del mismo Dios abandonado
y hasta sin fe para esperar remedio,
agoniza mi espíritu enclavado
sobre la cruz del Tedio.
Guatemala, octubre de 1905
¿Para qué?
¿Para qué?
El intenso azul del cielo, cual turquesa en agonía,
palidece lentamente, y el occiduo sol estía
de oro y cobre las hirsutas cabelleras del cocal.
Con destellos sonrosados reverbera la montaña,
en fulgor incandescente el distante mar se baña,
y se tiñe el horizonte de carmín y de coral.
En el gris del éter claro, reflejando en su alba frente
los postreros resplandores que despide el Occidente,
la redonda luna sube entre copos de algodón.
Impalpables muselinas del crepúsculo violeta
flotan suaves, embrumando el color y la silueta,
sobre el llano y el camino, la arboleda y el peñón.
Silba el grillo, la cigarra le contesta, el gallo canta,
a intervalos ladra el perro, y la brisa se levanta
murmurando entre la hierba, sollozando en el cañar.
Se satura el fresco ambiente de caricias perfumadas,
estridula el arroyuelo de minúsculas cascadas,
y de blancos aleteos se circunda el palomar.
Y la noche abre sus alas diamantinas en el cielo….
Blandas quejas de las auras, cuchicheos del riachuelo,
voz del grillo, gorgoritos de cristal del surtidor,
mil acentos y mil ecos, ya lejanos, ya vecinos,
prolongados breves, sordos, estridentes, argentinos,
se confunden en un sólo gran susurro arrullador.
¡Oh! de todo y todos lejos, bajo estrellas titilantes,
inconsciente contemplando las luciérnagas errantes,
extinguirme dulcemente sin pensar en que viví!
Convertirme en leve sombra que a la sombra se mezclara,
deshacerme en un suspiro que la brisa me llevara,
y en la inmensa noche quieta sepultar mi frenesí!
Mas ¿a qué implorar refugio del recóndito aislamiento,
si doquiera que se esconda mi rebelde pensamiento,
mis anhelos, insaciados enemigos, siempre van?
En la calma de las cosas ¿para qué buscar mi calma,
cuando ruge la tormenta en el fondo de mi alma,
y es en mí donde rebrama desatado el huracán?
Y en la paz adormecida de la noche rumorosa
en la voz de mi tristeza más profunda y dolorosa,
más amargo el sentimiento de la dicha que no fué;
y a la luz de las estrellas, faz a faz con lo infinito,
mi sendero me parece más difícil,
y repito con mayor desesperanza el estéril, ¿para qué?