APRENDER A NADAR (Mi poema)
Alberto Masferrer (Mi poeta sugerido)

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MI POEMA …de medio pelo

 

Yo, que he sido estrafalario, y me he sentido un maniqueo
y hasta un tonto en el recreo, como un lelo en parvulario,
y en todos sitios he sido, al menos es lo que creo,
adefesio en camafeo de un más triste escapulario.

Que un buen día subí al cielo para luego descender,
sin podérmelo creer, retándole a dios y al diablo,
que fui preso en un establo y el rey de un amanecer,
que pasé de merecer a ignorar de lo que hablo.

Yo que siempre fui consciente de saber lo que decía,
que nunca quise ser río al que lleva la corriente,
que pequé cuando, inocente, a los sabios discutía
hoy, cuando la noche es fría, me siento cual indigente.

Que he llegado hasta el ocaso y en su maraña me enredo
y hago todo cuanto puedo para no hacer de payaso,
hoy, que ya ando paso a paso, pues que caminar no puedo
mirando al cielo me quedo y al resto no le hago caso.

Y me siento a meditar dando un barrido al pasado
a todo lo equivocado sin poder rectificar,
quisiera tirarme al mar para comprobar si nado
pues dudo si, equivocado, no aprendí un día a nadar.
©donaciano bueno

MI POETA SUGERIDO:   Alberto Masferrer

Así habrás de vivir

Serás como el viento, que canta mientras sopla,
y no inquiere «de dónde viene ni para dónde va”.
Te contentarás, como el agua que corre, con ser
una fuerza sumisa y desprendida.
Como la brisa, que se impregna de la fragancia
encontrada al pasar, así disfrutarás de las venturas que
te ofrezca la vida: sin apegarte a ellas; sin rehacer tu
camino para gustarlas otra vez; sin tristeza por haberlas
perdido. Aquellas dichas que a nadie cuesten lágrimas,
esos son los fulgores con que has de iluminar las horas
grises de tu vida.
Y que te aliente la esperanza de que hay Ojos que
ven y’ Oídos que oyen, aunque estén más allá de las
estrellas; y de que, así como para el agua y para el
viento, un día habrá reposo para tu corazón.

Blasón

Un andrajo de mi vida me queda: se perdió
en misérrimas luchas lo que era fuerza y flor.
Rateros y falsarios hacen explotación
de mi luz, de mi anhelo, de mi fe y mi valor.
¡Cuánta odiosa mentira serví, sin querer yo!
¡Cuánto lucro y engaño con mi luz se amasó!
Porque fui humilde y simple; porque en toda ocasión
creí que quien me hablaba tenía sed de Dios.
Lo que no profanaron los demás, lo mejor
que me dio el Destino, eso lo manché yo;
porque siempre fui débil, inestable, y porque soy
tal vez un pobre loco que enloqueció el fervor…
Y entre el diablo y el mundo hicieron de mi sol,
en vez de luz, tinieblas; en vez de paz, dolor.
Mas yo no culpo a nadie de mis caídas, no;
ni me inquieta un instante mi justificación:
si por necio o por débil mi vida fracasó
y en mi jardín florecen el mal y el error,
inútil ya sería saber si he sido yo
el culpable o la víctima de una maquinación.
Si el fruto está podrido, es que el gusano halló
en él propicio ambiente para su corrupción.
¿Fue la obra de un demonio, del azar o de un Dios?
Es igual… No revive la flor que se agostó.
Ahora con los harapos de mi fe y mi valor
y lo que todavía me resta de ilusión,
he de alzar un castillo y en él, como blasón,
en un palo de escoba y hecho un sucio jirón,
haré flamear al viento mi enfermo corazón.
Y en ese vil andrajo que será mi perdón
escribiré con sangre, menosprecio y rencor
este emblema del hombre que es su propio señor:
“Para juzgarme, nadie; para acusarme, yo.”

Así habrás de vivir

Serás como el viento, que canta mientras sopla,
y no inquiere «de dónde viene ni para dónde va”.
Te contentarás, como el agua que corre, con ser
una fuerza sumisa y desprendida.
Como la brisa, que se impregna de la fragancia
encontrada al pasar, así disfrutarás de las venturas que
te ofrezca la vida: sin apegarte a ellas; sin rehacer tu
camino para gustarlas otra vez; sin tristeza por haberlas
perdido. Aquellas dichas que a nadie cuesten lágrimas,
esos son los fulgores con que has de iluminar las horas
grises de tu vida.
Y que te aliente la esperanza de que hay Ojos que
ven y’ Oídos que oyen, aunque estén más allá de las
estrellas; y de que, así como para el agua y para el
viento, un día habrá reposo para tu corazón.

HAZME SUAVE EL INSTANTE

Hazme suave el instante. Mañana, esta noche, tal vez he de partir.
Y será para ya no volver… Para ya no volver jamás. . . jamás… Pasarán milenios y edades y eternidades, y yo no volveré.
Rodaremos de mundo en mundo por toda la inmensidad de los cielos, y no volveremos a encontrarnos. Y aun si nos encontráramos aquí mismo, una y otra vez, no sabrás quién yo soy, ni yo te reconoceré.
Porque sólo se encuentran los que se compenetran; los que vencieron la barrera de la separación; los que se adivinaron y sacrificaron, uno en aras del otro, los mil egoísmos del ser.
Por eso, hazme suave el instante: porque una vez yo muera; una vez la primera palada de tierra caiga sobre mi féretro, ya nada servirá que me llores y que te lamentes de no haberme endulzado el amargo vivir.
Ahora, ahora que vivo o padezco, todo es hiel o miel para mi alma. Una sonrisa, una palabra, una mirada, un simple gesto cordial, es medicina y alivio para mi atribulado corazón. Después, ya perdido en las tinieblas del sepulcro, nada me servirá.
Ahora me puedes dar amor. Después, sólo palabras vanas y lágrimas tardías.
Por eso, hazme suave el instante; hazme suave el instante, si es que sientes deseos de endulzarme el amargo vivir.
Después, ¿qué?. . . ¿Qué haré yo con tus negros vestidos y tu semblante contristado? ¿De qué me servirá que suspires, y descubras en mí cien virtudes y gracias que antes no conociste? ¿De qué me servirá que enaltezcas mi nombre y te abismes en la contemplación de mi ser?
¿Fui bueno, malo, cariñoso, áspero, cordial o incomprensivo? Fui … ya no soy … Ahora soy, no más, una sombra, un nombre, nada. Ahora, que me recuerdes o me olvides, es igual, y todos tus lamentos los cambiaría yo por una sola suavidad que me hicieras cuando yo aún existía.
Por eso, hazme suave el instante, este instante que es la realidad, la sola y accesible realidad.
Si nos separamos sin fundirnos, ya nunca más nos hallaremos. Porque tendremos que aprender una lección distinta de la vida. El Destino arrastrará a cada uno a expiar y aprender la lección que no logró aprender, y la culpa que no alcanzara a expiar. Un huracán dispersará nuestras almas, y un foso inmenso dividirá nuestras vidas.
Acaso andaremos el uno junto al otro, sin sospechar que un tiempo nos amamos, o creímos amarnos. Y por no haber sabido amarnos, porque todo no era sino egoísmo y vanidad, andaremos extraños el uno junto al otro. ¡Y ya nunca sabremos quién es ni adónde fue aquel a quien no supimos amar!
Por eso, hazme suave el instante, este instante, este único instante en que tu corazón puede aislarme de la eternidad.
Sí, hazme suave el instante.
Del poemario: “El Rosal Deshojado”

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Socorro pido – Joaquín Sabina
Si nos hundimos antes de nadar
no soñaran los peces con anzuelos,
si nos rendimos para no llorar
declarará el amor huelga de celos.

La primavera miente y el verano
cruza como un tachón por los cuadernos;
la noche se hará tarde, tan temprano,
que enfermarán de otoño los inviernos.

Cuando se desprometen las promesas,
la infame soledad es un partido
mejor que la peor de las sorpresas.

Si me pides perdón socorro pido,
si te sobra un orgasmo me lo ingresas
en el banco de semen del olvido.

Autores en esta página

Donaciano Bueno Diez
Alberto Masferrer
Joaquín Sabina
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