MIL VECES PREGUNTÉ [Mi poema]
Ana María Fagundo Guerra [Poeta sugerido]
Ana María Fagundo Guerra [Poeta sugerido]
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MI POEMA… de medio pelo |
Mil veces pregunté y otras mil veces, Bebiendo voy mi tiempo y mi pregunta Impúdicas cuestiones malolientes Detrás cada demanda existe un mundo, |
Una muestra de sus poemas
MI POETA SUGERIDO: Ana María Fagundo Guerra
AÚN HAY TIEMPO
«Busca en el natural y si supieres
buscarlo, hallarás cuanto buscares;
no te canse mirarlo, y lo que vieres
conserva en los diseños que sacares»
De la imitación de la naturaleza
Pablo de Céspedes (1538-1591)
A Javier Peñas-Bermejo y Gena Johnson
El sol cansado de poniente
camina entre el encaje seco e invernal
de los árboles.
Desde el coche, a ratos,
lo veo inmóvil,
hermosa calabaza
sobre el horizonte.
El cielo suave y tierno
con su piel de talco de bebé,
se sonroja de múltiples violetas,
azules, naranjas y algún atrevido verde.
No parece que el sol quisiera irse
a ninguna parte
aunque entre las rayas de la tarde
un gris plomizo anda como escondido
buscando montar al potro negro de la noche.
Es de necesidad que el sol se vaya
y deje a las estrellas su diminuta
risa
y a la luna su gancho de
pregunta
que crece lentamente.
Ya está. Se ha ido
quizás por yo quererlo captar entre palabras.
Dejó de festonear su oro entre los árboles
de invierno.
Esperaremos.
La luna, las estrellas, el negro de la noche
tardarán aún en venir.
Queda un resquicio de luz.
Aún hay tiempo.
ADELFAS BLANCAS
«Y rrasón muy granada
se dise en pocos versos»
Proverbios
Sem Tob (¿1290-1369?)
Blancas en este amanecer de mayo
las adelfas
bordean de luna el camino.
Ocultos los astros sueñan.
Cósmicos devienen los sentidos.
El paso no tiene norte preciso.
Van a su ritmo de plata las cosas.
Fríos cometas inmensos
trazan sus flechas certeras
en el infinito.
Y hasta el sol -girasol celeste-
oculta su fuego
y es un río de hielo su curso.
No existen ni sendas
ni huellas de pasos que sean
o hayan sido.
Un témpano de frío desfleca
sus fláccidos bordes sobre el abismo.
AMANECER CON PÁJAROS
«celos me da un pajarillo,
que remontándose al cielo,
tanto en sí mismo se excede,
que deja burlado al viento»
El pajarillo
Sor Gregoria Francisca de Sta. Teresa (1653-1736)
¿Qué se estarán gozosamente
diciendo en este amanecer de marzo los pájaros?
Trinan jubilosos sus arabescos sonoros
contra el claro azul del aire
como acompañando a la luz insólita
-siempre insólita-
de una recién nacida aurora.
Se sabe que la primavera está ya
a punto de capullo,
que en la brisa tibia de los días
los naranjos
esparcen la miel de su azahar,
que el jazmín,
esa blancura pequeña que dijo el poeta,
enreda a la ventana de la sala
su soleada dulzura,
que las rosas preparan entre sus tiernas hojas
la sorpresa repetida
de sus multicolores pétalos,
que en cualquier resquicio de camino,
jardín o monte,
insignificantemente gloriosas
las flores silvestres dicen de su canto
como si de pronto
la tierra,
ese perdido globo azul y blanco en la distancia,
echara a cantar a la mitad de su cuerpo
mientras la otra mitad se prepara
con lentitud de oros, rojos y ocres
a dormir el breve sueño del invierno.
Los pájaros
quizás hablen de su viaje de sur a norte,
de su insistente ir y venir
buscando la primavera.
Tal vez es que los pájaros
sólo quieren bañarse siempre
en la luz,
quizás su cantarina charla
sea su forma
de afirmar la vida
que nace cada mañana.
Definitivamente,
los pájaros son la primavera.
A LA PALABRA
Surcarme y volverme a surcar
apretando un puño de grito
a ras de la palabra,
casi tocándola
sintiendo su bisbiseo de falda
rozándome los bordes de la voz.
Resurcarme para decirlo
con la palabra que enmudece en la desnudez;
que no avanza
cuando la calzan de fiesta.
La palabra que se me anuda en sombra
a la garganta.
¡Palabra mía
sorda y ciega,
lisiada mensajera de mi voz en tierra!
CANSANCIO
Lo anhelado se deshace
en cuerdas de sombras,
en mohínas cascadas de tinieblas,
en bruma,
en canto tristemente inacabado.
Y no queda en los confines
ni polvo,
ni soplos,
ni puñados sonoros
con que trenzarse a los vientos.
Una mano inmensa de dejadez
agobia las horas,
las tiñe de carne de bruma,
las adelgaza,
lo cierne todo en lo espigado
del sueño.
Lo anhelado se deshace
en mantel de luz
sin frutos,
con manjares de siglos de cansancio.
CANTO DE AMOR
Oh, llama de amor viva!»
San Juan de la Cruz
Estoy de amor, enamorada.
Altas, señeras cumbres de Anaga,
apuntados tajinastes del Teide,
tabaibas de mis laderas,
arenas negras de mis playas.
Estoy de amor, enamorada.
Enamorada de multicolores hibiscos,
de pimenteras, de retamas,
de cedros y de dragos,
de hondos barrancos de tiempo,
de mudas y fervorosas lavas.
Estoy de amor, enamorada.
Islas de mi isla en punta,
enhiesta sed de mi sed sagrada,
estoy de sed sedienta, abrasada.
Estoy -llama de amor-
de vuestras cumbres sobre la mar,
estoy de amor,
enamorada:
Dadme vosotras vuestra erguida fuerza,
vuestra rotunda presencia en las aguas
para que mi palabra nunca muera,
para que mi voz no se hunda en la nada.