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He leído, no sé dónde ni sé cuándo
que al final, Steve Jobs, ya de su vida
lamentaba dejar en la partida
a Dios sin conexión al otro bando
¡qué operación perdida!
Revendedor de ideas, ese es mi oficio,
yo cambio unas por otras con beneficio.
son las que más me gustan, las que más quiero.
Aunque las destacadas, inteligentes,
son las más cotizadas, con más clientes.
Hoy he visto al señor que hizo la vida
escondido debajo de un sombrero,
que lo he visto al cruzarse en mi sendero
me ha indicado no sigas, no hay salida,
y ha logrado aumentar mi desespero.
Apelo a la piedad, compasión pido,
a quienes dueños son del firmamento,
que manejan los hilos del olvido,
que tienen en sus manos el lamento,
juntando la razón y el sentimiento
o incluso hayan mentido.
Cae la lluvia, la tarde fría,
tras los cristales de mi ventana
el aura triste de la mañana
llora su ausencia, melancolía.
Yo cuento aquí mis cuitas como el chopo
suspira cuando mira al campanario,
las voces que recitan el rosario,
la nieve que regando va su copo,
el olmo centenario.
Todo el mundo pretende adoctrinarme
llevando siempre el agua a su terreno
metiendo hasta las trancas en su cieno;
si no gusta pues debo de amoldarme
cual fuera aquí el consejo de un galeno.
Yo he sido un leñador, nadie lo dude,
que tuvo entre sus brazos una vida,
debiendo de hacer leña en la partida
sin nadie con el hacha que le ayude.
Hay versos que yo he escrito con placer,
algunos derramando van ternura,
en cambio, otros, destilan la amargura
de quien sufre un amor al merecer,
y hay rasgos de locura.
Aunque pudiera hacerlo, no me quejo,
ni aquí pretendo hacer ningún reproche
mas quisiera saber por qué es de noche
cuando de ti reclamo algún consejo
y me encuentro tan sólo y ya tan viejo.
Veo a cientos, mil gorriones
que se empinan en tu chepa,
sin motivo, que se sepa,
defecando sus razones
En molestas situaciones
se mofan de ti y tu orgullo....
Pues no le reconozco, no pregunten,
que ignoro por qué al mundo él ha venido,
qué es lo que ha hecho, si algo ha conseguido,
por qué y para qué está. Y aunque barrunten,
ni siquiera sé también por qué no ha huido.
Conozco a uno, qué digo uno, más, muchos
que se pasan la vida presumiendo
¿de qué han de presumir? Que van diciendo
la pólvora que guardan sus cartuchos
falseando así su historia, van mintiendo.
Hubo un día un lector de letras verdes,
o rojas o amarillas, coloradas,
pintadas de un añil de azul, moradas,
de un manto de color donde te pierdes
y que él las ve manchadas.
El arte de jugar con las palabras
llenándolas de voz y sentimiento,
alguna vez de amor o de lamento
dispuestas a que mires y las abras
o que las lleve el viento.
Al arte de epatar ¡qué palabrota!
dispuesto vengo a darle una lección,
será mejor que presten atención
y manden a pasear, que es para nota .
Yo no escribo poesía
que lo que que hago cada día
es tocar mi melodía
con mi dosis de ilusión,
como historia de un buen cuento.
Esos bichos tan raros, los humanos,
que salen al estrado a presumir,
los que hablan y no paran de decir
que sienten el amor a otros hermanos
dispuestos si es preciso hasta morir.
